EN EL DÍA INTERNACIONAL DE LOS BOSQUES Y DE LA POESÍA

21 DE MARZO DE 2019

Dentro de unas horas tendrá lugar el equinoccio de primavera en el hemisferio septentrional.

El 21 de marzo, el primer día de primavera, es una fecha muy significada para las personas y para la Naturaleza. No es casualidad que se celebren dos efemérides internacionales: el Día de los Bosques y el Día de la Poesía.

En el Alto Alfambra tenemos unos bosques muy singulares. Casi únicos. Unos bosques que acompañan al río y que han sido modelados por la mano de las personas durante siglos para aprovechar los pastos frescos de la ribera y para proporcionar madera de obra y leña en un entorno deforestado. Son las dehesas de chopos cabeceros.

El Alto Alfambra es también tierra de poesía. El joven, Adrián Gargallo, compone las letras del grupo Ni Zorra! al que, a estas alturas, no hay que presentar. Unas letras que son un reflejo de la secreta y austera belleza de estos páramos y barrancos.

Anteayer, recorriendo la vega de Galve, me encontré a Adrián, a Joaquín, su compañero de banda, y a su amigo Pepe Nacho. Estaban haciendo leña.

Estaban aprovechando, como viene haciendo nuestra especie desde sus orígenes, las ramas de los árboles. En este caso, de un par de veteranos chopos cabeceros. Estaban preparando el próximo invierno. Pensando en algo, tan ancestral como hermoso, como es el calentar el hogar. Que también es poesía.

Con su animosidad, con su alegría, con su juventud.

Hoy le he pedido a Adrián un poema relativo a los árboles. Y, amablemente, me ha enviado un texto de prosa poética que preparó hace un tiempo para un proyecto artístico.

El Día Internacional de los Bosques y de la Poesía, se aúna la naturaleza y la creatividad humana, la belleza y la sensibilidad. Los viejos chopos del Alfambra son una creación humana. Un parque escultórico vivo.

Este es el poema.

Qué pintan los árboles

Me encuentro delante de ésta pregunta, tan sencilla como bonita, una vela en la penumbra que mantiene mi mente activa, y me asaltan un enjambre de dudas que con sus aguijones  me acribillan, y como en un torrente de lluvia en una mañana fría, pasa de la secana sencillez absoluta a una riada de complejidad desmedida. Me pido a mi mismo ayuda, y me digo “cierra los ojos e imagina”.

Y cierro los ojos e imagino, en los troncos sus anillos, como huellas dactilares, cada uno distinto, pero siguen siendo iguales, una historia en cada círculo, historias tan reales, sombras y cobijos que aprovechamos los animales, vigilantes de caminos, vencedores y vencidos, escultores del paisaje, guerrilleros contra el olvido, haciendo que siga vivo el latir de estos lugares, donde no solo se posan los nidos, ni el aliento desvalido, también hay sueños en sus ramajes y durante su largo recorrido, cada primavera nuevos chitos llenarán el monte de arte.

Y vuelvo a imaginar la belleza del transitar sigiloso de su existencia, de las raíces kilométricas que se cobijan bajo tierra, invisibles a los ojos que los observan, invisible también parece todo lo que se esconde bajo sus cortezas, una coraza que guarda la biodiversidad más perfecta, aunque a veces nos quedamos con lo que vemos más de cerca, el fruto que recogemos cada año y en invierno con la leña.

Cuando llega la implacable muerte, inevitable, accidental o egoísta, también llega la mente y las manos del artista, para plasmar la historia lejana y reciente, anillos llenos de tinta, pintando éste presente de la forma más bonita.

¿Qué pintan los árboles? Los árboles para mí pintan, en la muerte, vida.

Gracias, Adrián.

Dentro de unas horas empieza la primavera. También en el Alto Alfambra. Una tierra de bosque y de poesía.