Hongos

Los carrascales, de escasa extensión y desarrollo en el Alto Alfambra, acogen a una variada comunidad de hongos que se pone de manifiesto tras periodos de precipitaciones copiosas. Suelen ser las mismas especies que crecen en los rebollares, casi siempre acompañados por la sabina albar, que prosperan en los sectores menos elevados de la sierra de Gúdar (piso supramediterráneo).

La intensa deforestación producida tras varios siglos de ganadería extensiva han favorecido el desarrollo de matorrales abiertos de aliaga, tomillo, salvia y espliego, y donde aquella ha sido así intensa, la pastos secos con ajedrea sobre páramos calizos con escaso suelo. No son ambientes muy apropiados por los hongos, por la escasez de materia orgánica y , sobre todo, de humedad edáfica por la sobreexposición a los rayos solares.

Agaricus maritimus en la loma de los Jadriales. Ababuj

Sin embargo, en las partes altas de las sierras de Gúdar y, en menor medida, de El Pobo (piso oromediterráneo) las precipitaciones ya son más abundantes. El pino royo o albar prospera en forma de masas algo abiertas pero con suficiente cobertura como para mitigar en su seno el rigor de las heladas y ofrecer un aporte regular de materia orgánica. Es el ambiente de mayor diversidad micológica.

Suillus ssp. en bosque de pino royo en El Salador. Monteagudo del Castillo

Entre los Basidiomicetos destacan las Agaricáceas, Amanitáceas, Boletáceas, Cortinariáceas, Higroforáceas,  y Rusuláceas y Tricolomataceás. Igualmente son muy variados los Ascomicetos y los Gasteromicetos. Las praderas abiertas al aclarar estos pinares son igualmente ambientes muy propicios para los hongos, enriqueciéndose en especies nitrófilas por la mayor abundancia de estiércol.