UNA JORNADA EN MONTEAGUDO DEL CASTILLO
EL DÍA DE LAS AVES 2019
La mañana venía fresca. Poco a poco, nos fuimos juntando en la plaza gentes de Monteagudo del Castillo, de Camarillas e incluso de más lejos y, tras tomar un cafecico en el bar nos acercamos con los coches hasta la Masía de la Cavada. En el camino nos encontramos con algunos animosos que habían decidido realizarlo caminando.
Unos y otros terminamos andando el recorrido hasta la Masía de la Vega …
… donde nos esperaban Demetrio, Juan José y Antonio que habían madrugado para tener dispuestas nueve redes japonesas para intentar capturar algún ave.
La Vega de Monteagudo es una partida situada donde confluyen el arroyo que desciende desde la ermita de la Virgen del Pilar y el que procede del Prado del Becerril, ya en término de El Pobo. Bien puede decirse que es donde nace el río Seco.
Es un paraje con prados frescos cercados por setos espinosos …
y con muros de piedra seca …
El aprovechamiento de este paraje está organizado a partir de la Masía de la Vega. Es una gran masada, en realidad, un conjunto de vivienda, graneros, pajares, majadas y corrales …
… que fue innovadora en la generación de electricidad y que estuvo habitada hasta hace poco años.
Era un lugar muy adecuado para la actividad que teníamos programada. Prados frescos, árboles, altos arbustos …
… un arroyo y un campo cultivado de girasol con las pipas ya desarrolladas.
que estaban empezando a ser aprovechadas por los pájaros granívoros.
Y un momento idóneo. Un día fresco, con el cielo nublo y sin viento. Y en plenas fechas de paso migratorio postnupcial.
Cuando llegamos solo había un pequeño saquillo colgado de una galabardera. La única captura de la primera hora. Del mismo salió un pájaro marrón rojizo. Un ruiseñor común.
Le sirvió a Demetrio para introducir la migración como fenómeno biológico, hablarnos de su descubrimiento por el ser humano, explicar las técnicas para su estudio y, en concreto, el uso de anillas como técnica de marcaje.
Se fueron desgranando aspectos relacionados con las diferentes estrategias migradoras, las técnicas de vuelo y las adaptaciones para solventar este enorme esfuerzo energético de este incierto viaje.
En la siguiente vuelta de las redes, tal vez por que el sol comenzaba a calentar el ambiente y a activar a los pájaros, las capturas fueron más abundantes.
Sobre todo, de aves comedoras de grano que se acercaban al campo de girasol. Escribano soteño (escribecartas), verderon común (verderol), verdecillo (gafarrón), jilguero (cardelina), gorrión molinero o pinzón vulgar (nevatero).
Otros, como la curruca capirotada y la curruca mosquitera, pensamos que estaban más por los frutillos del agracejo (agrillo) que por las pipas.
Y otros últimos, como el mosquitero musical, el carricero común y el mismo ruiseñor común eran ajenos al cultivo y estaban más interesados en descansar o en alimentarse de los pequeños insectos que viven en los prados y arbustos.
Coincidían algunas aves en claro paso migratorio con otros más sedentarios. Aunque surgía la duda sobre si habrían nacido en la zona o si eran ejemplares procedentes de otras tierras. Para conocer esto, entre otras cosas, está el anillamiento científico de aves.
Con la ayuda de un jovencísimo ayudante …
Y, uno tras otro fueron identificados …
… sexados, pesados y datados (cuando se pudo, pues el plumaje en muda no siempre ayudaba) los treinta y dos ejemplares de once especies diferentes.
Gran interés entre los asistentes generó el conocer el técnica de captura de las aves mediante las redes niebla …
… abiertas en los prados.
Igual de curiosidad que mostraban las vacas con el trajín de nuestro nutrido y activo grupo (una cuarentena de personas, entre unos y otros) moviéndonos cerca de sus dominios.
A las doce y media, volvimos al pueblo y, con un poco de retraso comenzamos la segunda actividad. Una conferencia que bajo el título «Aves del Alto Alfambra, especies y espacios» que impartió Chabier en el Ayuntamiento ante una veintena de personas.
Tras una introducción del medio físico de este territorio se fueron desgranando las más de ciento cincuenta especies que forman parte de su avifauna según el ambiente en el que viven. Bosques de coníferas y de frondosas de las montañas, matorrales, pastizales y parameras, roquedos, ríos, bosques ribereños, cultivos, lagunas y núcleos urbanos. Sorprendió la diversidad entre el público.
Tras una entretenida conversación en el bar, nos dispusimos a dar buena cuenta de una estupenda paella en una comida popular en la que participaron casi todos los habitantes de Monteagudo del Castillo.
Los amigos de la asociación cultural de Monteagudo del Castillo han preparado un precioso audiovisual que podéis ver en el siguiente enlace.
Tras los cafés, llegó el concierto de homenaje a Labordeta que realizó Alejandro Pascual, un naturalista y profesor de Adzaneta, que interpretó con una gran fidelidad y, al tiempo, con su propia aportación el repertorio de los primeros discos de José Antonio, posiblemente el aragonés más universal y más querido de las últimas décadas. Para algunos fue un descubrimiento.
La plaza se llenó de recuerdos y emociones, de voces y notas de guitarra. Aquella tarde, Monteagudo era el corazón de la Sierra Callada.