DESCUBRIENDO EL RÍO ALFAMBRA EN ALLEPUZ

UNA ACTIVIDAD DIDÁCTICA DE LAS AULAS DE ALLEPUZ Y GÚDAR

El pasado 19 de mayo realizamos una actividad de descubrimiento del entorno por la ribera del río Alfambra con el alumnado de las Aulas de Allepuz y de Gúdar. Catorce niñas y niños. Izarbe y Elena, las tutoras de Gúdar y Allepuz. David, el profesor de Educación Física del C.R.A. Palmira Plá, al que pertenecen ambas aulas. Irene, educadora ambiental que vino de propio desde Zaragoza. Y Chabier, el gerente del Parque Cultural del Chopo Cabecero del Alto Alfambra.

Aquí estamos todos menos Irene, que hizo la foto.

Realizamos un tramo de unos dos kilómetos de longitud del sendero GR 199 Ruta de los Chopos Cabeceros del Alfambra, entre el puente de Carrateruel y la masía de las Pupilas, en el término municipal de Allepuz.

La mañana era fresca y el día estaba nublado, pero no llovió. Ideal para el paseo.

Comenzamos hablando del río Alfambra. Este río nace bajo la cima de la sierra de Gúdar: el monte Peñarroya (2028 m de altitud), a poco más de 70 km del mar Mediterráneo en línea recta. En lugar de dirigirse directo al mar, como hace el río Mijares, que nace muy cerca, el Alfambra se desvía hacia el norte y traza un gran arco para superar en Galve la sierra de El Pobo y después girar hacia el sur hasta llegar a la ciudad de Teruel, donde se une con el río Guadalaviar y forma el río Turia, que desemboca en la ciudad de Valencia.

El joven río Alfambra

El día de la excursión, el río no llevaba mucho caudal. El pasado invierno y el principio de la actual primavera han sido poco muy lluviosos y no ha nevado. La cantidad de agua que llevan los ríos es una medida de la abundancia de las precipitaciones, sean lluvias o nieves.

En esta parte de la cordillera Ibérica de forma habitual las lluvias no son muy abundantes. Suelen concentrarse en primavera y en otoño, aunque en verano las tormentas son frecuentes. En algunas tormentas se producen lluvias torrenciales. Entonces el río puede llevar un caudal puede crecer rápidamente pero esto dura poco tiempo. Tampoco es raro que, durante largos periodos de sequía, el río llegue a secarse.

Al vivir entre altas montañas, las temperaturas en Gúdar y Allepuz, son mas bajas que en otras zonas que tienen menor altitud. Es habitual que se produzcan heladas en invierno pero también el primavera y en otoño, y no es raro que hiele incluso en algunos días de verano. Vamos, que el frío es lo habitual.

En el cauce del río encontramos muchas piedras de borde redondeado. Son cantos rodados por el empuje del agua, sobre todo durante las crecidas del río, cuando lleva mucha energía y puede arrastrarlos e incluso levantarlos haciéndolos viajar.

Hablando sobre el río, el clima y el relieve

Aguas arriba de donde nos sentamos había una pequeña cascada. Era una barrera artificial, una pequeña presa que fue construida para desviar parte del caudal del río hacia una acequia. Se le llama azud.

Acequia de riego en desuso

Las acequias conducen el agua para regar bancales. Así las cosechas mejoran al asegurar el agua para las plantas cultivadas. Nosotros vimos que la acequia estaba seca. Hace años que ya no se riegan los pequeños campos de esta zona por que casi no pueden entrar los tractores y menos las cosechadoras. Algunos están abandonados.

Cerca del río encontramos muchas hierbas que en esta época del año estaban creciendo y fabricando sus flores y sus frutos.

En la orilla del río y cerca de las acequias empezamos a reconocer algunos arbustos.

Muchos eran espinosos, otros no. Encontramos vizcoderas, cornejos, mentironeras, aligustres, galabarderas, agrillos …

Sobre estos arbustos viven muchísimas especies de insectos y otros animales. Algunos de estos insectos son grandes y vistosos, como las mariposas.

Otros insectos eran mucho más pequeños y los vimos a través de la lente de una lupa que aumentaba la imagen ocho veces con respecto al tamaño real.

Escuchamos los cantos de muchas aves. Pero no se dejaban ver de cerca. Sin embargo, encontramos las cáscaras de un huevo de pájaro, tal vez un mirlo o un zorzal …

… y el nido caído de una pajarico más pequeño, algún zarcero o algún petirrojo, formado por hierbas secas, pelos y plumas.

También encontramos un abejorro muerto. Era de color negro y amarillo. Tenía cuatro alas y seis patas, como casi todos los insectos. Y muchísimos pelitos.

Después de ver tantas cosas hicimos un descanso para comer el almuerzo.

Y seguimos el paseo por una senda que pasaba bajo unos grandes arbustos …

Vimos muchos árboles. Sobre todo, chopos cabeceros. Los plantaban los dueños de los bancales enterrando un trozo de rama joven en suelos que tuvieran bastante humedad. Estas ramas hacían raíces y formaban unos arbolicos que, siendo jóvenes, se les cortaba el extremo del tallo, la guía, para favorecer el crecimiento de las ramas de los lados. Para hacerlo cabecero o trasmocho.

Las ramas jóvenes continuaban creciendo del extremo del tallo. También crecía el tallo, lo que sería el futuro tronco. Y cuando ya eran suficientemente gordas, se cortaban las ramas que nacían del extremo del tallo. Estas ramas cortadas se empleaban para hacer las vigas de los edificios en una época en la que quedaban pocos pinos en los bosques. Después de cortar todas las ramas en el chopo cabecero, brotaban del extremo de su tronco muchas ramillas. Esto lo pudimos ver en árboles recién podados.

En el suelo encontramos algunos tarugos de rama de chopo en los que se veían muy bien los anillos que fabrican los árboles cada año. Cada anillo tiene una parte más clara y otra más oscura. El árbol produce bajo la corteza del tronco o de cada rama un nuevo anillo cada año. Contando el número de anillos puede conocerse la edad del tronco o de la rama.

Cada chopo cabecero, a lo largo de su vida, puede ser podados muchas veces. Es común que en el tronco se desarrollen hongos e insectos que se alimentan de la madera muerta. Y que formen huecos. Muchos de estos huecos son utilizados como refugio por algunos mamíferos, aves y reptiles. Son buenos escondites.

Los árboles viejos tienen un gran valor ecológico

La mañana iba avanzando. Pero el sol seguía sin salir. Continuamos nuestro paseo por el sendero bajo los viejos árboles …

Pasamos por una zona en la que había muchos álamos. Estos eran más delgados, tenían la corteza de color blanco y las hojas no eran tan verdes como en el chopo.

La senda llegó a un puente de madera. Volvimos a acercarnos al río. Era muy bonito verlo desde arriba, con el agua tan clara.

Ya estábamos muy cerca del final de la excursión. Antes de llegar a la masía de las Pupilas nos acercamos un prado muy grande que estaba rodeado de árboles muy, pero que muy, altos. Era un lugar precioso.

Encontramos un chopo cabecero con un tronco muy gordo y que tenía algunos huecos. Era un árbol fenomenal que tendrá probablemente cerca de trescientos años. Eso es muchísimo para un chopo. Es un árbol monumental. Se le llama el Chopo de la Masía de las Pupilas.

Aquel prado era un sitio muy bueno para jugar a correr y a pillarse. Así que enseguida se organizaron los niños …

y comenzaron a correr alejándose del que pagaba …

… hasta que éste salió a cogerlos ….

El paseo estaba terminando. No estaban cansados los niños. Aún les quedaban ganas. Y es que, ¡siempre es buen momento para jugar!

En la masía de las Pupilas nos esperaban los papás y las mamás para recogernos con los coches. Fue una estupenda mañana.

¡El año próximo, otra excursión por el campo!