JORNADA BOTÁNICA EN MONTEAGUDO DEL CASTILLO

RECONOCER LAS PLANTAS Y SUS FUNCIONES EN UN PASEO POR EL MONTE

Mañana fresca, como las propias de junio en la sierra. Cerca de una veintena de personas de Monteagudo del Castillo se animan a participar en la «Jornada Botánica» que ha programado el Ayuntamiento y la Asociación Cultural de dicha localidad junto con el Parque Cultural del Chopo Cabecero del Alto Alfambra.

Los objetivos de la actividad son la aproximación a la anatomía, funcionamiento y relaciones ecológicas de las plantas, la identificación de algunas de las especies y de las comunidades vegetales más representativas de este territorio y el intercambio de información sobre los nombres populares y usos tradicionales de las plantas.

Y para ello se propuso un paseo hasta el monte de San Cristóbal, una de las excursiones más agradables que pueden realizarse desde Monteagudo del Castillo, localidad famosa por sus actividades senderistas.

Nos acompañan Demetrio Vidal y Pedro Cirugeda, dos asiduos participantes en las actividades que organiza el Parque Cultural además de buenos conocedores de la flora de estas montañas.

Nos encaminamos hacia la ermita de la Virgen del Pilar donde se presentó el programa de la jornada y se comentaron los múltiples aspectos por los que resulta tan atractiva la observación y el conocimiento de las plantas, así como algunos métodos o publicaciones que resultan útiles para estos fines.

Al poco de comenzar el paseo ya podía verse el ambiente natural que nos acompañaría durante buena parte del recorrido y que no era otro que las praderas desarrolladas en parcelas antaño cultivadas y los pastizales y los matorrales de su entorno.

Matas como las vizcoderas y galabarderas, propias de los claros y de las orlas de los bosques pero también de los matorrales en reconstrucción, que nacieron en los ribazos de los bancales y ahora prosperan formando espinares.

En herbazales abiertos y en terrenos algo removidos crecían amargones y torzoneras, un par de especies de cardillos cuyas jóvenes hojas se recogen en abril antes de que se endurezcan para su consumo como ensalada.

En terrenos removidos y abandonados, cercanos a donde transita el ganado, es común el asensio (Artemisia absinthium), bien conocido en la zona por su intenso olor y por que los caracoles que sobre el viven no deben aprovecharse por el mal sabor que aportan a los arroces.

Multitud de especies forman parte de estas praderas. Algunas son escasas o muy discretas, pero otras son muy abundantes o de mayor tamaño. Las más fabricantes de sus propios nutrientes, pero también alguna parásitas.

Hierbas como el alamio (Carex humilis) …

el cerrillo (Stipa pennata) …

o el mielguijón (Astragalus incanus) …

… son buenos forrajes para las ovejas.

Otro astrágalo, también muy representativo pero mucho más espinoso, es el tragacanto del sur (Astragalus granatensis). Esta mata que alcanza casi el medio metro de altura desarrolla un tronco único pero numerosas ramas que le ofrecen el aspecto de una diminuta acacia, como las que prosperan en las sabanas africanas.

La lupa de mano permitía observar los múltiples y sorprendentes detalles morfológicos de las plantas.

En la ruta surgía un mosaico multicolor de linos, mielgas, vezas, cerrajas, cardos, gamones, tomillos, espliegos, salvias, pipirigallos, junzas, campanillas, orquídeas, manzanillas, gramas y otras muchas plantas que han prosperado en esta lluviosa primavera.

Salvia de los prados (Salvia pratensis)

Conforme nos aproximábamos hacia el monte de San Cristóbal el suelo se fue haciendo memos profundo y fueron apareciendo plantas propias de estos ambientes, como la pedregüela (Thymus godayanus) …

la vistosa currugia (Digitalis obscura) …

o el agüerro (Helleborus phoetidus) otra planta muy mal oliente que servía a los mayores de algunos pueblos para predecir la abundancia en las cosechas agrícolas en función del número de frutos que desarrollaba las flor cada primavera …

Los prados fueron haciéndose roquedos, unos ambientes de esquelético suelo y gran exposición al viento.

En las grietas menos soleadas prosperaban las matas de villomera (Amelanchier ovalis), una mata de pequeña y redondeada hoja caduca y de vistosas flores blancas que produce en el verano unos pequeños frutos dulces de delicado sabor

Pasamos junto a la Peña de las Diez

Y cresteando alcanzamos la cima del monte San Cristóbal (1.622 m). En el ascenso y en el entorno de la cumbre eran evidentes trincheras que fueron construidas por el ejército republicano para la defensa de esta estratégica posición, así como los socavones causados por las bombas arrojadas por la aviación franquista. Unas y otros ya estaban prácticamente colmatadas tras los más de ochenta años transcurridos.

La vista era formidable. Los bosques del Alto Mijares y del Alto Alfambra. El macizo del Peñarroya, las crestas del Zaragozana y otras cimas de la val de Sollavientos, el cordel de la sierra del Pobo (con Castelfrío y Hoyalta), las parameras abiertas por el río Alfambra entre Aguilar, Galve y Camarillas. Y, más al norte, las sierras de Majalinos. Pero también seis de los diez pueblos del Alto Alfambra. Cedrillas, El Pobo, Ababuj, Aguilar del Alfambra, Gúdar y Monteagudo del Castillo. La panorámica era casi tan buena como la que se disfruta en el Cerro de los Siete Lugares.

El San Cristóbal forma parte de la divisoria entre dos cuencas hidrográficas. Hacia el sur, las aguas se recogen hacia el río Mijares. Hacia el norte, lo hacen hacia el río Alfambra (y la del Turia) a través del amplio valle del río Seco.

En la ladera nos encontramos una de las joyas de la flora turolense. Se trata de Oxytropis jabalambresis. Una leguminosa endémica de la sierra de Javalambre que tiene una pequeña y sorprendente población en el monte San Cristóbal de Monteagudo del Castillo.

Estaba concluyendo su floración y desarrollando sus vistos frutos, unas alargadas, curvadas y rojizas legumbres cubiertas de pelillos. No era rara a lo largo de la umbría encontrándose, aquí y allá, poblaciones de varias docenas de ejemplares.

Por un collado poblado por un denso cerrillar …

el grupo descendió hacia el barranco del Horcajo

y la bellísima pradera de la Salobreja.

Ya se comentó en otro artículo que en este valle afloran unas arcillas ricas en yeso y en otras sales que se depositaron durante el Triásico Superior (Keuper). Arcillas de colores intensos, abigarrados. Morados, marrones, ocres, grises o púrpuras …

Estas arcillas tienen una notable capacidad de retención hídrica a la que se suma la abundancia de manantiales que aparecen en el contacto entre las calizas jurásica y las arcillas triásicas. Esta abundancia de agua favorece el desarrollo de la vegetación habiendo sido manejada por el ser humano en favor de las praderas para uso como pastos de la ganadería extensiva.

Estos pastos son muy apreciados por la abundancia de plantas de elevado valor nutritivo, como las leguminosas. Era especialmente abundante en pipirigallo silvestre (Onobrychis hispanica) que llegaba a formar masas casi puras.

No tan abundantes pero igualmente hermosas eran las diversas orquídeas que poblaban el denso herbazal, alguna tan hermosa como la orquídea piramidal (Anacamptis pyramidalis) …

Remontamos el barranco de la Aljecera para volver hacia el pueblo. Eran muy frecuentes unos cristales de yeso que venían acompañados de unas arcillas negruzcas …

Estas sales ponían en evidencia la plasticidad ante los esfuerzos tectónicos que le resulta propia en los retorcidos estratos que afloraban en la barranquera …

Los efectos de la erosión no se diferenciaban de los restos de la antigua cantera. También aquí se extrajo esta sal para su cocción en hornos …

Restos del horno de aljez prácticamente invadido por chaparra y agrillos

… y su uso como material de construcción. Nos comentaban que estos yesos negruzcos aparecen en muchas viviendas, graneros y majadas de Monteagudo.

Atravesando el paraje de los Cerros y el barranco de la Tejería …

… fuimos alcanzando el pueblo donde se dio por concluida la actividad.