LA PASIÓN DE CAMARILLAS
UNA CONFERENCIA DE LUCÍA PÉREZ
Desde finales del siglo XVIII hasta 1936 (inicio de la Guerra Civil) se representaba en las calles de Camarillas la obra teatral que llevaba por título “Pasión, Muerte y Descendimiento de Jesucristo”. El día 2 de Agosto nos contó los pormenores Lucía Pérez García-Oliver, quien manifiesta y transmite una auténtica pasión por el patrimonio inmaterial de Teruel, objeto de su especialización.
Fue en el Centro Social del pueblo, protagonista, lleno a pesar de su falta de accesibilidad para personas con movilidad limitada y en un ambiente cálido en todos los sentidos.
La conferencia estuvo presidida por la alcaldesa, Rosa María Cirugeda, y auspiciada por el Parque Cultural del Chopo Cabecero, cuyo activo gerente, Chabier de Jaime, la presentó y expuso la significación de la creación y funcionamiento del mismo, en torno a la conservación y divulgación del patrimonio natural y cultural de los diez pueblos cuyos términos lo integran.
La obra, pieza única, “auténtica joya del patrimonio cultural aragonés”, consta de 5230 versos de corte entroncado en el Siglo de Oro, de elevado valor artístico. Su preservación rescata también el valor emocional, por la intensa implicación histórica de la población en su preparación y representación.
Toda la labor investigadora al respecto de la ponente, ha sido facilitada por Miguel Ángel Fortea Plumed, al prestarle el manuscrito, guión teatral, heredado de su abuelo Miguel Fortea Rajadel, empleado de Obras Públicas, a las órdenes de José Torán de la Rad en la construcción de la carretera de Albentosa a Aliaga, quien, a su paso por Camarillas en 1922, lo copió, quizá con la intención de poseer una lectura edificante para sus hijos.
¿Cómo relacionar la trashumancia con esta celebración religiosa en Camarillas? De la siguiente forma: pastores locales descendían sus rebaños hasta la Plana de Castellón para alimentarlos en los meses más fríos. En Vila-real se asombrarían ante la representación de la Pasión local y fueron los transmisores de la misma a su regreso a las tierras altas de partida (también Miravete de la Sierra tuvo su “Abajamiento”). Desde el siglo XIV al XVII se estuvo representando en valenciano un “Davallament” (“Descendimiento” de la Cruz) en Vila-real. Hacia 1772 se recupera la representación, pero ya en castellano, por imperativo del Decreto de Nueva Planta borbónico y, sobre el antiguo texto, el “traductor-adaptador” compone una obra, seguramente modificada y ampliada a la que el obispado tortosino y la autoridad regia dan el visto bueno, pero con el tiempo, en Vila-real la reducen al mínimo y finalmente dejan de representarla. No así en Camarillas, donde desde finales del XVIII a 1936 la ejecutan completa.
El texto teatral de la Pasión de Camarillas, que se escenificaba el Jueves y el Viernes Santo, está salpicado de abundantes acotaciones indicativas de las circunstancias propias de las escenas. La obra acoge a 36 personajes individuales, 11 no terrenales que incluyen 9 Ángeles, la Música y el Demonio, más un número indeterminado de personas que actuarían como pueblo judío, turba de sayones y soldados romanos. Los buenos se expresan comedidamente manteniendo una cadencia cercana al sonsonete y los malos estentóreamente, con mayor exageración. Algunos de los hechos, sobre todo aquellos que representan violencia, como la crucifixión, “ocurren” fuera de la vista del público, tras unas cortinas.
Los objetivos de la representación a la que va unido también el Via Crucis eran poner en práctica el rezo penitencial y recordar la catequesis de la ética católica. Ante la prohibición real y eclesiástica de representarse dentro de las iglesias, se hacía en las calles. En el caso de Camarillas, la tarde del Jueves Santo, partiendo de un entablado en la puerta de la Iglesia de la Virgen del Castillo, hoy hundida, conserva el principio del teatro medieval ambulante, que arrastra también a la comitiva popular, haciendo las paradas de las Estaciones por la calle principal en dirección a la Loma de la 3 Cruces (Calvario), donde en otro entablado con una trampilla -las cortinas ocultaban las escenas más crueles- se mataba al Cristo. La tarde del Viernes Santo se remataba la función con el Descendimiento continuándose con la procesión del cuerpo muerto por las calles hasta el interior de la iglesia como sepulcro sagrado.
Gonzalo Tena Gómez (Aliaga)