LA AVELLANERA DEL TORMAGAL

UN ENCLAVE EUROSIBERIANO EN LA MONTAÑA MEDITERRÁNEA

Las montañas que forman la cabecera del Alfambra, en la vertiente norte de la sierra de Gúdar, presentan un clima que viene determinado por su posición geográfica y por su altitud. Por un lado se ubican en el sudeste de la cordillera Ibérica, casi en su confín, a poco más de 80 km del mar Mediterráneo. Por otro, este territorio tiene una notable altitud que está comprendida entre los 1.350 m del fondo del valle y los 2.028 del monte Peñarroya.

Mas del Molar. Val de Sollavientos (Allepuz)

Los geógrafos caracterizan este clima como mediterráneo con tendencia a la continentalización. O, dicho de otra forma, mediterráneo de verano fresco, con lluvias estivales pero con una tendencia general hacia la aridez.

En Allepuz, la temperatura media anual es de 8,9 ºC mientras que la precipitación media anual es de 470 mm. Las bajas temperaturas son las propias de la notable altitud de este sector de la cordillera. Sin embargo, las precipitaciones son muy inferiores a las esperables. Por un lado, por su alejamiento de las zonas de entrada en la península Ibérica de las masas de aire húmedo, tanto las de origen atlántico (SO) o como las provienen del Cantábrico (NO y N). Por otro, el macizo de Gúdar al encontrarse a sotavento de las masas de aire que entran desde las perturbaciones de origen mediterráneo (E y SE) recibe un menor beneficio de las mismas.

El siguiente climograma muestra la distribución de las temperaturas y las precipitaciones medias en Allepuz.

Fuente: Dinámicas ambientales y paisajística ligadas al abandono rural del supramediterráneo de Gúdar-Maestrazgo. La Roca, N., Varela, R., Lozano, P. y Longares, L. eds.).

En un territorio, pensando en el desarrollo de la vegetación, es tan importante el aporte de agua (precipitaciones) que recibe el suelo como las pérdidas que se producen en el mismo (evapotranspiración). Es decir, el balance hídrico. En estas montañas las bajas temperaturas que son propias durante los diferentes meses del año reducen las pérdidas por evaporación mientras que el corto periodo de actividad biológica hace lo propio con la transpiración. Para tratarse de un clima mediterráneo la evapotranspiración es moderada. Como certeramente afirma el geógrafo Alejandro Pérez, Allepuz pertenece a la «España verde», más por la temperatura que por la precipitación.

A nivel biogeográfico, el término municipal de Allepuz se encuentra dentro de la región Mediterránea, al igual que la mayor parte de la península Ibérica. Y, dentro de esta y de acuerdo a los índices de termicidad (temperaturas medias anuales), se encuentra entre los pisos bioclimáticos supramediterráneo (por debajo de los 1.700 m) y oromediterráneo (por encima de dicha altitud), según la altitud.

A aquellos sectores de sustrato calizo y suelos poco profundos pertenecientes al piso supramediterráneo, como son La Dehesa, Las Hiedras y La Veintena, les correspondería una vegetación potencial formada por carrascales (Quercus rotundifolia) y, en menor medida, los sabinares albares (Juniperus thurifera), en los que entraría una corte florística formada por el pino gargallo o negral (Pinus nigra), la sabina negral (Juniperus phoenicea) o la gayubera (Arctostaphyllos uva-ursi).

En el mismo piso, sobre sustratos con mayor capacidad de retención hídrica (margas y arcillas) y en orientaciones de menor exposición los rebollares (Quercus faginea) serían los bosques más representativos. En estos robledales estarían presentes especies más exigentes en cuanto a requerimientos hídricos, como el pudio (Rhamnus alpinus), el arce (Acer monspessulanum), la mentironera (Viburnum lantana), la redondilla (Ribes alpinum) o el avellanero (Corylus avellana).

Al ascender al piso oromediterráneo la vegetación potencial corresponde al pino royo o albar (Pinus sylvestris), la chaparra (Juniperus sabina) y el enebro común (Juniperus communis), unas formaciones más abiertas, mejor adaptadas a las bajas temperaturas. Son los paisajes de las sierras de las Molatillas y de las Zaragozanas, de las lomas Bellida, de las Peraltas y del Maraño, y especialmente, de la val de Sollavientos.

Las particularidades del terreno, como puede ser la presencia de humedad permanente, la presencia de ciertas sales o el afloramiento de las rocas pueden influir en la composición florística en enclaves determinados. Es la vegetación azonal, menos dependiente de las características del clima.

En las proximidades de los arroyos predominan especies de hoja plana y caduca como el álamo cano (Populus canescens), el chopo negro (Populus nigra) o diversas sargas (Salix alba, S. eleagnos y S. purpurea) que son capaces de soportar la intensa traspiración que se produce en sus amplias hojas merced a la presencia permanente de agua en el suelo durante la estación favorable. Es la vegetación de ribera o ripícola.

Por otra parte, en las paredes de los cinglos crecen plantas que se benefician de la sombra y que aprovechan el agua que se infiltra entre las grietas calizas. Algunas son de óptimo eurosiberiano, como el tajo (Taxus baccata) o el tilero (Tilia platyphyllos).

La presencia de estratos de rocas fisuradas y porosas, como son las calizas o las calcarenitas, descansando sobre rocas impermeables, como son las arcillas o las margas, propicia la aparición de manantiales en zonas alejadas de los fondos de valle. En estos ambientes de mayor humedad prosperan plantas delicadas, generalmente herbáceas, propias de ambientes atlánticos.

Si esto ocurre en laderas con orientación al norte, el agua que se infiltra por los estratos carbonatados rezuma no en un punto sino en la línea de contacto entre capas rocosas afectando a una zona más extensa. Esto puede facilitar el desarrollo de bosquetes de arbustos caducifolios como son las avellaneras. Esto ocurre en el término de Allepuz de dos parajes. En la Cueva del Morral y en el Tormagal.

Avellanera del Tormagal

El avellanero es un arbusto de gran tamaño o un pequeño árbol que puede alcanzar hasta cinco metros de altura. Se ramifica de forma abundante desde la base ofreciendo más el aspecto de una mata que el de un árbol.

Tiene la hoja caduca. Es ancha, de borde aserrado, con forma de corazón en la base y terminada en un ápice alargado. Es muy tierna ya que carece de buena parte de las adaptaciones de los arbustos propios de la región mediterránea por lo que padece una intensa transpiración durante el periodo estival.

Las flores masculinas son unas espigas que cuelgan de las ramillas mientras que las femeninas son unos glomérulos desnudos que producen unos estigmas rojizos. Florece antes de producir la hoja en consonancia con su estrategia de polinización a través del viento.

Es una especie eurosiberiana que se hace rara en la región Mediterránea.

Archivo:Corylus avellana range.svg

La avellanera del Tormagal, situada en un marco biogeográfico netamente mediterráneo, es una singularidad botánica. Por ello se encuentra recogida en el «Inventario abierto de los bosques singulares del sector SE de la provincia de Teruel» elaborado por José Manuel González Cano, Juan Andrés Oria de Rueda y Raúl Pérez Vicente que fue publicado en 2001 por el Consejo de Protección de la Naturaleza de Aragón. En dicho catálogo, por su excepcionalidad, recibe una valoración de «Imprescindible«, la máxima entre las consideradas.

Este bosquete se beneficia de la humedad que le ofrece el agua que rezuma de las rocas carbonatadas del cinglo y que empapa las margas sobre las que se desarrolla, de la baja insolación de la inclinada ladera en umbría y de la presencia cercana del río Sollavientos que crea aerosoles al precipitarse en pequeñas cascadas. De hecho la avellanera se encuentra entre la cresta rocosa y el cauce del río.

Es una formación densa, casi impenetrable, por la proximidad con la que crecen las matas de avellanero. Recomendamos visitarlo en cualquier época del año recorriéndolo por un sendero marcado para una carreras de montaña.

El valor botánico de esta avellanera se complementa con una comunidad de plantas que aprovecha el ambiente nemoral y la humedad de la umbría. Muchas de ellas son arbustos caducifolios propios de las orlas y de las etapas seriales maduras de los rebollares.

Son comunes el arce o acere (Acer monspessulanum) y el mostajo (Sorbus aria) …

el pudio (Rhamnus alpina) y la mentironera (Viburnum lantana) …

la redondilla (Ribes alpinum) y la madreselva (Lonicera xylosteum) …

… y una colección de matas espinosas como el aligustre (Ligustrum vulgare) o la vizcodera (Crataegus monogyna)…

como el villomero (Amelanchier ovalis) o el endrinero (Prunus spinosa).

Igualmente le acompañan una corte de delicadas herbáceas, algunas como la fresa silvestre o mayueta (Fragaria vesca) o el sello de Salomón (Polygonatum odoratum) …

… que gustan más de los espacios abiertos y de las márgenes.

Muchas de las herbáceas presentes en el sotobosque de las avellaneras de estas montañas, como ciertas orquídeas, gramíneas, vezas, violetas o rosas, están presentes también en el estrato herbáceo de los hayedos. Este hecho fue observado por los botánicos Salvador Rivas y José Borja en ambientes similares a la umbría del Tormagal en otras zonas de la sierra de Gúdar. Ello les sugirió que tal vez en periodos históricos más húmedos y tal vez no muy lejanos en el tiempo estos parajes podrían haber albergado a esta fagácea.

La avellanera se enriquece hacia el río con especies leñosas propias de las riberas como son las sargas (Salix purpurea), el álamo cano (Populus canescens), el chopo (Populus nigra) o el sabuquero (Sambucus nigra) …

… mientras que plantas rupícolas como el tajo (Taxus baccata) o el tilero (Tilia plathyphyllos) se acantonan en los cinglos.

En Allepuz, como en toda la sierra de Gúdar, los bosques fueron históricamente transformados en tierras de labor y en pastizales, según la aptitud agrícola del suelo. En la umbría del Molino del Tormagal también. Con seguridad, la avellanera debió presentar una extensión superior a la que actualmente tiene. El sector oeste de la umbría fue puesto en cultivo mediante bancales y, posiblemente, la parte cercana al río Sollavientos fuera un prado de dalla.

En primer término, el Molino del Tormagal y la chopera que acompaña al río Sollavientos. Al pie del cantil, se aprecia el sector occidental de la avellanera.

El abandono de la agricultura de montaña y de la ganadería extensiva asociado al éxodo rural producido en estas montañas desde 1950 ha favorecido la recuperación del matorral caducifolio a partir de ejemplares de arbustos que quedaron acantonados en los márgenes de los bancales, en la ribera del río y, especialmente, bajo el cinglo, protegido aquí por la acusada pendiente y por la presencia de bloques.

En la actualidad, la avellanera experimenta una lenta expansión. Un estudio comparativo de la cubierta vegetal de 1973 y de 2017 basado en el análisis de cartografía y fotografía aérea refleja el incremento tanto en superficie como en el número de polígonos. La avellanera relíctica está creciendo tanto en desarrollo como en superficie, aunque esta es modesta (unas 4 ha). Y además, está colonizando, como los arbustos ya citados, los bancales abandonados vecinos e incluso sectores próximos al roquedo de la ladera orientada a poniente. Este estudio realizado en el marco de las XX Jornadas de Campo de Biogeografía Allepuz (Teruel) está recogido en la publicación «Dinámicas ambientales y paisajísticas ligadas al abandono rural del supramediterráneo de Gúdar-Maestrazgo (Sistema Ibérico)» que fue publicado por la Universidad del País Vasco.

Imagen de final de inverno de la avellanera del Tormagal. Puede apreciarse el desarrollo de algunos pinos royos en su sector oeste.

La esperanzadora recuperación de esta interesantísima masa de avellanero consecuencia del abandono de los aprovechamientos humanos puede verse afectada por un incremento de las temperaturas medias y una disminución de las precipitaciones asociadas al calentamiento global. Su seguimiento permite estudiar la respuesta de la vegetación a los cambios en el medio físico.

La umbría del molino del Tormagal de Allepuz es un todo laboratorio ambiental.