UN RIGUROSO CLIMA DE MONTAÑA
Un balance entre altitud, latitud y continentalidad
El clima de la vertiente norte de la sierra de Gúdar viene determinado por sus rasgos geográficos. Por un lado estas montañas están en el sudeste de la cordillera Ibérica, a poco más de 80 km del mar Mediterráneo. Por otro, este territorio tiene una notable altitud, comprendida entre los 1.350 m de los fondos de valle y los 2.028 del monte Peñarroya.
Caracterizar un clima, una difícil tarea
Según el comportamiento de temperaturas y precipitaciones, Köppen y Geiger clasificaron los climas mundiales en cinco tipos principales, subdivididos en treinta clases. Según esta clasificación, la temperatura del mes estival más cálido inferior a 22 ºC y el no concentrarse las precipitaciones en el semestre invernal asignarían el clima del Alto Alfambra y del Alto Mijares a la clase templado-oceánica, salvo el sector más alto de la sierra de Gúdar, que pertenecería al hemiboreal sin estación seca.
Sin embargo, el clima de esta parte de la cordillera Ibérica se diferencia del clima atlántico por las frescas temperaturas estivales (debidas a la notable altitud) y por las ligeramente mayores precipitaciones del semestre estival debidas a las tormentas veraniegas.
El resultado final de varias tendencias regionales
El clima de estas montañas comparte con el mediterráneo provenzal el mínimo de las precipitaciones estivales en julio y el mínimo absoluto invernal lo que lo aleja de los climas atlánticos puros.
La notable altitud determina unas temperaturas medias tan bajas que se aproximan al clima continental de zonas hemiboreales, como los de ciertas regiones de Europa oriental o septentrional.
Y una cierta tendencia esteparia producida por el efecto Fohen que experimentan las masas de aire marítimo al superar cordilleras y alcanzar estos altiplanos.
Así pues, el clima del Alto Alfambra y del Alto Mijares se puede definir como mediterráneo de verano fresco, con lluvias estivales y cierta tendencia a la aridez.
La dinámica local de la atmósfera
La masas de aire que, por el suroeste de la península Ibérica, entran en invierno desde el Atlántico, tras un largo recorrido y superar varias cordilleras, llegan con poca humedad a la vertiente oriental de la cordillera Ibérica.
Las situaciones en las que entran frentes polares desde el Cantábrico, por el noroeste peninsular, comunes en otoño y primavera, llegan muy debilitados tras superar varias barreras orográficas por lo que igualmente aportan escasas precipitaciones en la sierra de Gúdar. Cuando tienen lugar, durante el invierno, las nevadas son escasas en la zona.
La mayor parte de las precipitaciones en estas montañas proceden de las perturbaciones generadas en el mar Mediterráneo, a pesar de la posición a sotavento de estas montañas. Su escasa frecuencia es la responsable de los modestos valores medios.
Sin embargo, la regularidad de los fenómenos convectivos durante el semestre cálido, de los que el macizo de Gúdar es el segundo polo en tormentas en la península Ibérica, evita que la precipitación total llegue a ser la de una zona esteparia de montaña.
Un ajustado balance hídrico
En el desarrollo de la vegetación es tan importante el aporte de agua (precipitaciones) que recibe el suelo como las pérdidas que se producen en el mismo (evapotranspiración). En estas montañas las bajas temperaturas que se producen en los diferentes meses del año reducen las pérdidas por evaporación mientras que el corto periodo de actividad biológica hace lo propio con la transpiración. Para tratarse de un clima mediterráneo, la evapotranspiración es moderada. Como certeramente afirma el geógrafo Alejandro Pérez, la vertiente norte de la sierra de Gúdar pertenece a la «España verde», más por la temperatura que por la precipitación.
La topografía local matiza los rasgos del clima
Uno de los rasgos climáticos más acusados de estas comarcas turolenses es la amplitud térmica en cualquier época del año y el contraste entre las hondonadas y las zonas de ladera y cumbres que las rodean.
La instalación de nuevas redes meteorológicas ha permitido constatar algo que ya se conocía de forma puntual desde mediados de siglo XX: que en los puntos más propicios se alcanzan con frecuencia los -20 ºC y que puede helar en cualquier época del año, incluida la canícula. La altitud, con niveles por encima de los 1.300 o 1.500 metros, es un factor determinante, pero lo es más la predisposición a acusadas inversiones térmicas.
Los datos de la red Meteoibérico Sureste atestiguan que en la zona conocida como El Portero de Monteagudo del Castillo las mínimas nocturnas son heladoras en cualquier mes, mientras en las elevaciones cercanas, situadas por encima de la capa de inversión, los registros son mucho más benignos. Aunque podría parecer algo aislado, exclusivo de este punto, otros datos de la misma red confirman que muchas zonas de la provincia de Teruel podemos considerarlo un patrón climático.
Fuente:
La Roc, N; Varela, R, Lozano, P. y Longares [eds] (2018): Dinámicas ambientales y paisajística ligadas al abandono rural del supramediterráneo de Gúdar-Maestrazgo (Sistema Ibérico. Universidad del País Vasco.