EL IES VALLE DEL JILOCA VISITA EL PARQUE CULTURAL
Aún queda algo de nieve. Vuelan algunos bolazos sobre algunas cabezas.
La Muela de Jorcas es un yacimiento arqueológico que data del periodo íbero y que se haya sin excavar. Es muy extenso, pues ocupa la totalidad de la superficie de la montaña. Los escarpes ofrecían defensas naturales a sus habitantes y les sirvieron de base para una muralla que prácticamente se ha perdido. Este poblamiento debió ser construido y ocupado sobre los siglos IV y III antes de Cristo, en tiempos de inestabilidad y de escasa seguridad, por comunidades humanas dedicadas a la agricultura y a la ganadería. Esta zona, según los historiadores, corresponde a la frontera cultural entre los pueblos celtíberos (que se extendían hacia el oeste) y los pueblos íberos (más propios del valle del Ebro y de la montañas levantinas).
El río desciende por una suave llanura y se ha abre camino entre arcillas del Cretácico Inferior y conglomerados del final del Mioceno (Terciario) que lo encajan y entre los propios sedimentos (limos) que él va aportando. Si en Jorcas hablamos de un meandro, una forma de relieve fluvial, abierto en calizas, en el Molino de Ababuj pudimos observar otro meandro creado en sedimentos cuaternarios.
El entorno del molino es una dehesa fluvial. Es decir, un espacio de aprovechamiento ganadero y forestal en el entorno de un río caracterizado por tener árboles espaciados unos de otros y por un estrato de vegetación pratense.
El Alfambra es un río que sufre esporádicas crecidas y que provoca inundaciones. Tradicionalmente, los campesinos han intentado ganar espacio para sus cultivos pero han sabido respetar espacios, pensando estos episodios de aguas muy altas, dedicándolos a pastos y a cultivar árboles para producir madera. En el Alto Alfambra chopos y sauces manejados mediante el desmoche. Es decir, subiéndose a la parte alta del tronco y cortando la totalidad de las ramas para su empleo como vigas en la arquitectura rural a turnos de doce años. Así, el rebrote queda lejos del diente de los animales domésticos que pastan en el entorno.
Al salir del meandro, el río se encuentra con un obstáculo: el Azud del Molino. Parte del agua se desvía hacia una acequia que surge en su margen derecha y que riega por gravedad los campos comprendidos entre ella y el río. La escasez de agua en este valle, de caudal muy irregular, ha favorecido un aprovechamiento histórico muy intenso e inteligente por sus habitantes.
Cerca del río hay prados, unos más frescos que otros, según la distancia al nivel freático y la iluminación.
Entre estas hierbas abunda una especie de escarabajo de pequeñas alas (élitros) y de un largo abdomen. Es realmente grande, uno de los más grandes de Europa. El esqueleto externo es de color negro pero presenta unas rayas rojas en los segmentos del abdomen. Es la aceitera (Berberomeloe majalis).
Se le llama así por que si se siente molestada segrega un líquido amarillento y viscoso que recuerda al aceite. Contiene cantaridina, una sustancia caústica que provoca ampollas en la piel, por lo que conviene no tocarla. Los adultos devoran plantas en praderas. Las hembras ponen numerosos de huevos en el suelo de los que surgen larvas que parasitan a las avispas y abejas silvestres, alimentándose de sus huevos y larvas, así como de la miel y el polen que aportan los adultos. Tienen un ciclo vital con metamorfosis compleja hasta alcanzar la fase de adulto.
El río Alfambra se muestra espléndido.
Tiene un caudal abundante tras el deshielo producido después de la copiosa nevada. Es un río vivo pues no tener regulación mediante presa alguna muestra su funcionamiento natural. En algunas sectores del cauce, el acúmulo de gravas permite formar varios canales que dejan islas entre ellos. Es un cauce trenzado, algo que ya no es muy común en ríos con cauces muy intervenidos.
El grupo de alumnos se fue estirando, siguiendo el recorrido del sendero turístico PR-TE 51. Es un paseo muy cómodo entre los grandes árboles de la ribera y los campos de cereal orlados con espinos.
Nos volvemos a agrupar y comentamos la forma del chopo cabecero que depende de la manera de gestionarlo, mediante periódicas podas. Estas aceleran el envejecimiento del árbol pero aumentan su longevidad. Propician la formación de huecos en el interior del tronco y la presencia de abundante madera muerta. Esto es muy valioso para los organismos que viven en los bosques. Estas dehesas fluviales, sin ser verdaderos bosques, si que albergan numerosos árboles veteranos y viejos. Son importantes para la vida silvestre. Numerosas especies de insectos y de vertebrados (aves y mamíferos) dependen de ellos.
Pero, en paralelo, forman en sí mismo todo un patrimonio cultural pues son el fruto del aprovechamiento humano de los árboles de ribera. Es un ejemplo de uso sostenible que ha permitido formar unos ecosistemas agrarios (agrosistemas) muy singulares. De ahí, la declaración de Bien de Interés Cultural Inmaterial a la técnica tradicional de cuidado y uso de estos árboles y a este espacio geográfico Parque Cultural del Chopo Cabecero del Alto Alfambra por el Departamento de Educación, Cultura y Deporte y de Arboleda Singular Ribera de Chopo Cabecero por el Departamento de Desarrollo Rural y Sostenibilidad.
Pero, estos árboles y los paisajes de su entorno, son testigos de una historia de prosperidad en las Tierras Altas de Teruel, asociada a la industria textil que aprovechaba la lana de las ovejas que pastaban en estos prados. En unos prados salpicados de viejos árboles. Es tanto un paisaje histórico como una herencia colectiva. Por ello, hay que considerarlos en un año como el 2018 en el que se celebra en todo el continente en Año Europeo del Patrimonio Cultural.
Le hicimos una foto a Dina e Isabel, las profesoras, junto a un árbol monumental.
Y continuamos siguiendo la ribera del río Alfambra. El pueblo de Aguilar, recostado a la solana de un cerro, ya se veía cerca.
Ya faltaba poco. Llegamos hasta un panel con unas réplica de huellas de dinosaurio que hay en un monte cercano. Y, después de un corto descanso, llegamos hasta el Árbol Singular Chopo Cabecero del Remolinar, el que fue el candidato español en el concurso European Tree of the Year 2015 donde quedó clasificado en tercer puesto en función del enorme apoyo recibido en la votación de este concurso internacional. Y allí nos hicimos una foto de recuerdo.
Y como ya era la hora de comer, nos acercamos al pueblo de Aguilar del Alfambra sin dejar de fijarnos en la arquitectura popular, otra manifestación del patrimonio cultural. Aquí se construye con piedras (areniscas violetas y calizas grises), madera y teja árabe, con un estilo muy singular.
Comimos y descansamos en el bar. Y, aún sacamos un rato para acercarnos a ver el Aula de la Naturaleza del Chopo Cabecero, con sus paneles, con su bonito diorama y con el mapa de la zona.