LA ERMITA DE SANTA CATALINA DE AGUILAR

PERIPECIAS DE LA HISTORIA

La historia de la ermita de Santa Catalina puede concebirse como una peripecia histórica si unimos con un trazo sus principales hitos. El resultado es un inesperado itinerario de unos quinientos años que conduce al lector del gótico y una cofradía de labradores, a convertirse en el San Pedro del Vaticano del Alto Alfambra, y a formar parte de un aeropuerto.

A esta ermita llegaremos caminando durante poco más de un kilómetro por el camino a Jorcas.

A nuestra derecha dejaremos la ermita del Santo Cristo, pasaremos por el Molino Nuevo —hoy convertido en vivienda—, una granja de conejos, el agradable merendero de San Antonio y los huertos cerrados, muestra de arquitectura popular con sus muros realizados en piedra seca.

Llegamos enseguida a la partida de Villallano, la gran llanura donde se yergue la ermita de Santa Catalina.

En esta partida se halla actualmente una gravera, creada durante la última guerra civil, dentro de las obras que se efectuaron para construir un campo de aviación para el bando republicano, aunque no registró mucho uso durante la contienda.

Una caseta solitaria construida en aquellos años como puesto de mando, que el Ayuntamiento usa como almacén, continúa como testigo mudo de aquella breve experiencia. Precisamente la construcción de este aeródromo fue el origen del ensanchamiento del camino, hoy pista, que hasta aquí hemos transitado.

La propia ermita perdió su uso religioso durante la guerra para servir de depósito del campo de aviación. Ello sucedió después del expolio que sufrió a manos de milicias anarquistas en los primeros compases del conflicto. Sin embargo, pudo salvarse un fragmento del retablo del templo, las tablas góticas que hoy se encuentran en la iglesia parroquial con las efigies de Santa Catalina, San Pedro, San Pablo y el Ecce Homo, estimable obra de trazo elegante y colores vivos datable, al igual que la ermita, en el siglo XVI.

Antes de la última y cuidada restauración del edificio, en el interior del templo podían apreciarse grafitis realizados durante los años en que la ermita de Santa Catalina sirvió de anexo al aeródromo. Se correspondían a eslóganes y siglas de los bandos en lucha, así como una advertencia del mosén en relación a dichas firmas.

La localización solitaria de la ermita en esta llanada, junto a la carretera y entre campos de cereal, lejos del contraste que le daría situarse junto a otros elementos del casco urbano, le otorga sin duda cierta monumentalidad.

La primera referencia documental del edificio nos remite a 1569. En esta fecha se alcanzó un convenio de leñas y pastos entre los concejos de Aguilar y el de la vecina localidad de Miravete de la Sierra. Según dicho acuerdo, los aguilaranos podían hacer leña en los montes miravetinos asignados a cambio de permitir a los segundos disfrutar de los pastos comunales de Aguilar. En este acuerdo, uno de los hitos que delimitaban los pastos vedados a los miravetinos era el de «los mojones hacia Santa Catalina y camino adelante hasta el lugar y el camino abajo hasta el mismo batán».

Responde a un estilo muy difundido durante el siglo XVI en el sur de Aragón, pervivencia del gótico mediterráneo, siendo de la misma tipología, por ejemplo, que las iglesias parroquiales de Jorcas y El Pobo.

Se compone de tan solo una nave, sin capillas laterales como corresponde a una ermita, con cabecera poligonal reforzada por sólidos contrafuertes.

El templo se cubre con una bóveda de crucería estrellada con nervios que se entrecruzan formando dibujos.

Cuenta, además, con un coro, al que se asciende por una escalera lateral.

Está construida con muros de mampostería y remates de sillería, cubierta de teja árabe y alero de teja y ladrillo.

La puerta de ingreso, un arco de medio punto construido con potentes dovelas, se sitúa en la fachada orientada al Sur, protegida por un tejadillo y dos falsos contrafuertes a modo de atrio.

Como testimonio del fervor religioso de Aguilar, podemos ver sobre la entrada el relieve de una inscripción latina del siglo XVIII ….

… con las indulgencias otorgadas por el papa Clemente XIV a la población:

ECCLESIA HAEC SACROSANTAE BASILICAE VATICANAE PRINCIPIS

APOSTOLORVM AD INDULGENTIARVM PARTICIPACIONEM

PERPETVO AGREGATA FVIT ANNO 1774 A CLEMENTE XIV

PONTIFICE MXM.

La traducción, grosso modo, podría ser la siguiente: “Iglesia agregada a la Sacrosanta Basílica Vaticana del Príncipe de los Apóstoles, para la participación de las indulgencias a perpetuidad, por el Pontífice Clemente XIV, en el año 1774”. Ello equiparaba las indulgencias a perpetuidad concedidas por la visita a la ermita con la visita a San Pedro del Vaticano. Sorprendente tal vez hoy. No tanto en su época. Este tipo de privilegios, que conllevaban un desembolso, eran un elemento de prestigio muy notorio para las vecindades que lo sufragaban en un contexto de ostentación y veneración que mantenía la inercia de la religiosidad barroca de la anterior centuria.

Aguilar contó entre los siglos de la Edad Media y Moderna con diferentes cofradías. Una de ellas tuvo la advocación de Santa Catalina, por lo que estaría asociada al culto de esta ermita, aunque apenas contamos con referencias documentales de la misma. El nombre completo era de San Antonio Abad, Santa Bárbara y Santa Catalina, y según el padre Faci aglutinaba una agregación de fieles de la Virgen de la Peña desde 1655. De este modo, podemos deducir una fundación cofrade anterior a dicha fecha, lo que cuadraría con la erección del templo el siglo anterior.

Dado que las cofradías bajo el patronazgo de San Antón y Santa Bárbara estaban relacionadas con el patrocinio de la economía agrícola, probablemente la misión de esta fuera la asistencia a los labradores cofrades en caso de necesidad mediante préstamos y limosnas de dinero o grano, además de la dimensión festiva que siempre acompañaba a la asistencial en este tipo de fundaciones. Por otra parte, sabemos que la cofradía tenía en el siglo XVIII una heredad en los Pradillos que aparece citada como «de la ermita de Santa Catalina».

La restauración realizada en 2006 rejuveneció espectacularmente su aspecto. Deseamos que por muchos siglos.

Sergio Benítez e Ivo Inigo

BIBLIOGRAFÍA

BENÍTEZ MORIANA, S.: «Un monumento de Aguilar. La ermita de Santa Catalina», Aguilar Natural, n.º 3, 2010.

BENITO MARTÍN, F.: Inventario arquitectónico: Teruel. Zaragoza: Gobierno de Aragón. Centro del Libro de Aragón, 1991.

FACI, R. A.: Aragón, reyno de Christo y dote de María santísima. Zaragoza, 1770.

GALINDO GUILLÉN, T.: Notas para la historia del Aguilar del Alfambra: Recopilación de historia y tradición. Valencia: Martín Impresores, 1985.

INIGO FERNÁNDEZ, I. A.: Con son de campana por él tañida. Historia de Aguilar del Alfambra (siglos XII-XIX), Ayuntamiento de Aguilar del Alfambra, 2018.

PÉREZ PÉREZ, I.: «Las cofradías religiosas en la diócesis de Teruel durante la Edad Moderna», Jerónimo Zurita, n.º 83, 2008.