JORCAS Y SUS DISCRETOS ILUSTRADOS

DE JUAN ANTONIO MARTÍN A FRAY JUAN OLIVER

El  siglo XVIII parece haberse sido un momento  importante para el pueblo, un tiempo de ajetreo inmobiliario en la construcción de casas y edificios rústicos, propicio para lo que hoy llamamos “movilidad demográfica” de naturales, vecinos o residentes que se iban y venían  temporal o definitivamente.

Seguramente esas idas y venidas tuvieron su reflejo en los registros parroquiales porque, desde 1564, el Concilio de Trento había mandado a los curas anotar, conservar y custodiar diligentemente cuantos libros fueren necesarios para constancia y testimonio del ejercicio de sus ministerios, es decir,  llevar al día matrimonios y bautismos, excomuniones y cumplimiento sacramental, fundaciones pías, creación de cofradías y hermandades, cumplimiento de mandas y legados de los feligreses, fábrica (gastos) de sus iglesias y, un poco más tarde, las defunciones de cada localidad.

En lo que a Jorcas se refiere, al ser uno de los quince lugares turolenses de la mitra episcopal, los fondos del Archivo Diocesano de Zaragoza son los que más información podrán darnos. Solo a modo de ejemplo, allí se encuentran los documentos de las 29 parejas que entre 1543 y 1797 necesitaron obtener una licencia especial para casarse [1].

Entre esos nombres aparecen apellidos que, por una u otra razón, fueron desapareciendo a lo largo del tiempo como Monzón, Escuder, Aguilar, Buj, Sánchez, López, Gonzalvo, Alegre, etc. y enlaces con individuos de localidades próximas (Allepuz, Miravete, Gúdar, Bañón o Tronchón) junto a otros que subsisten en el municipio (Martín, Pérez, Benedito, Calvo, Feced, Dolz o Herrero). Uno de esos apellidos es el de la familia Martín de la cual descendería un tal Juan Antonio Martín del que, solo por casualidad, hemos tenido noticias de su nacimiento en  Jorcas [2] seguramente en los primeros años del siglo XVIII, aunque todo en su biografía sigue siendo un misterio: no sabemos quiénes fueron los padres, dónde estaba la casa troncal y qué hermano la heredó, ni cuándo y hacia dónde se marchó él del pueblo para formarse como escultor.

Las escasas notas de Pérez Temprado extraídas del Archivo Parroquial de Valjunquera, nos hacen suponer que, buscando trabajo, ya avanzado el primer tercio del “Siglo de las Luces”, llegó a La Codoñera cuando se estaba construyendo el nuevo templo parroquial [3] y, aunque no hay constancia de su participación en esa obra, debió quedarse en el pueblo cierto tiempo pues allí se casó y asentó su hogar.

Con todo, hasta el momento el único testimonio de su arte es la monumental portada-retablo de la iglesia parroquial dedicada a san Miguel en Valjunquera, una obra del barroco tardío con dos cuerpos: El inferior, dentro del que se encontraban a un lado y otro de la puerta las esculturas de san Pedro y san Pablo, lo enmarcaban columnas salomónicas rematadas en el segundo cuerpo por las esculturas de san Antonio y santa Teresa, flanqueando las columnas, igualmente salomónicas, que guardaban la hornacina central con el titular del templo como soldado victorioso sobre el dragón maléfico. 

Seguramente se lo encargaron poco después de iniciarse la construcción del templo cuya primera piedra habían colocado el 7 de marzo de 1734 [4];  en él ocupó mucho tiempo finalizando la obra en 1738 [5], nueve años antes de acabarse el edificio.

También esa iglesia luciría  algún otro trabajo del escultor: el altar que fundó el entonces párroco local Juan Francisco Torres dedicado a la Asunción y tal vez, la grandiosa escultura de la Purísima Concepción que se veneraba en el retablo mayor [6].

Pero  aunque en […] 1788 había en la iglesia once altares, durante la Guerra Civil el edificio perdió todos sus retablos, las tallas y las esculturas de la fachada, a excepción de la figura de San Miguel Arcángel – que preside la portada- y se conservó aunque con un brazo roto. El retablo actual del altar mayor y el de la Inmaculada fueron realizados en los años 50 del s. XX[…][7].

Emigrado también y con menos datos sobre su biografía que sobre  su obra artística fue Francisco Moya, otro escultor natural de Jorcas que tratamos en un artículo de este blog y de cuyo apellido no han quedado restos en el municipio.

Tampoco quedó rastro de la familia que se apellidó Monzón, la del médico Miguel José Monzón Farnel de quien podemos ver reconocida la importancia de su labor en diversas publicaciones científicas internacionales [8], su biografía en Wikipedia desde 2021 y una reseña biográfica como otro artículo de esta bitácora.

Con  similar precariedad de datos nos encontramos al indagar la figura de otro jorquino, Juan Escuder, el maestro de obras que tal vez aprendiera el oficio en su familia y lo continuó, haciéndose un hueco entre los constructores de iglesias en los pueblos de la contornada.

La coincidencia temporal nos lleva a suponer, NO a afirmar, que en la segunda mitad del XVII alguno de los Escuder construyera la ermita de san José en el pueblo por encargo de la familia Moya, según consta en un documento guardado en el Archivo diocesano de Zaragoza y, años  más tarde, quizá Juan Escuder fuera el artífice de la nueva ermita a santa Águeda  terminada en 1748.

Es también posible que fuera Francisco Moya –coetáneo y ya entonces escultor preferido del obispo Pérez de Prado- quien intercediera ante el prelado para que éste encargara a Escuder tanto la iglesia de Nuestra Señora de las Nieves en Valdelinares, finalizada en 1751, como, seguidamente, la reparación de los serios desperfectos, visados por el carmelita fray Bernardo de la Purificación, que amenazaban el santuario de la Virgen de la Vega de Alcalá de la Selva [9].

                                                                               

Nada más sabemos sobre su vida ni sobre sus posibles descendientes, pues el apellido Escuder, bastante frecuente en la Comunidad de Teruel y Maestrazgo durante la Edad Media [10], desapareció del pueblo hacia finales del siglo XVIII. 

¿Desde cuándo vivían en Jorcas los Mazón y quiénes fueron? Sólo sabemos de ellos que hubo un tal Nicolás Mazón natural y vecino de Jorcas, casado con una mujer de Zaragoza apellidada Zusta que, hacia 1787, tuvieron al menos una hija y que al morir el padre, la esposa e hija emigraron a Madrid [11].

De  esa hija, María Mazón Zusta señalamos en nuestras papeletas de lotería de 1996 los datos biográficos [12] por los que  Valverde  relacionaba  a esta mujer con la modelo de un cuadro pintado por Goya en 1807. Según el articulista, fue el retrato de la joven con la que iba a casarse Antonio Bailo, el librero gran amigo de Goya, que el pintor quiso regalarle para la boda.

Antonio Bailo tenía su negocio en la madrileña calle de Carretas número 4, por eso algunos estudiosos goyescos, como Yriarte en 1867, identificaron el lienzo con el retrato de La mujer del librero y Beruete con La mujer del librero de la calle Carretas. Muertos Bailo y su esposa, la obra pasó por distintos propietarios nacionales e internacionales y se reprodujo en un sello de Correos y Telégrafos en 1958. Finalmente en 1963, fue legada por el coleccionista norteamericano que la poseía a la National Gallery of Art de Washington, donde actualmente se exhibe.

El siglo XIX. Fray Juan Oliver, el cura forastero.

Se fueron unos, llegaron otros. Solo el paisaje sabe de todos y lo guarda en silencio, como una dolorida burla a la barbarie humana que destruye favoreciendo falsas interpretaciones y errores, uno de los cuales, por casualidad, podemos aclarar.

En su clásico e imprescindible Inventario artístico de Teruel y su provincia, hablando de la iglesia parroquial de Jorcas, el catedrático Santiago Sebastián señaló que La fecha de1746, de una ventana de la sacristía, puede tomarse como punto de partida para las decoraciones de tipo rococó que se le añadieron: dirigió la restauración dieciochesca Fray Juan Oliver [13]. Hasta ahí, todo es cierto.

Sin embargo, al haberse destruido la documentación parroquial en la Guerra Civil, los profesores e investigadores posteriores no debieron recordar que gran parte de esa documentación podía consultarse también en el Archivo del Arzobispado de Zaragoza e interpretando erróneamente las líneas  del profesor Sebastián, consideran que Fray Juan Oliver dirigió los trabajos de reforma y decoración barroca que, hacia 1746, se llevaron a cabo en la iglesia de la Asunción de Jorcas[14], error que se repite en el volumen dela Comarca Comunidad de Teruel al hablar de este templo parroquial [15].

Visto así, más de uno podría pensar que fray Juan Oliver estuvo en Jorcas a mediados del siglo XVIII y, además de fraile, era arquitecto o, como fray Bernardo de la Purificación, uno de los visadores eclesiásticos enviados por las autoridades religiosas para inspeccionar y señalar problemas y soluciones de los edificios sagrados.

Sin embargo, fray Juan Oliver solo era un religioso del Monasterio del Olivar que nació y vivió en el siglo XIX, NO en el XVIII e, igual que a los de todas las Órdenes regulares, fue exclaustrado por el gobierno en 1835. Indudablemente fray Juan, como mercedario era un sacerdote muy cualificado intelectualmente, pero no en técnicas arquitectónicas ni pintura.

Aclarado el entuerto, digamos, además, que procedía de una familia humilde y seguramente numerosa de Cantavieja esparcida luego por otros pueblos del Maestrazgo, había nacido en 1807 e ingresó joven en la Orden.

El libro de fray Joaquín Millán sobre el monasterio del Olivar dice que en 1826 había profesado en Calatayud o en Zaragoza [16] y seguramente siguió formándose en el convento de Estercuel hasta 1835 cuando, tras los decretos de supresión de los monasterios, extinción en 1836 y desamortización de sus bienes en 1837, los monjes de la Merced tuvieron que abandonar el convento.

Ante la nueva situación, tenían la posibilidad de irse al convento de san Adrián [17] en Roma o quedarse en España volviendo con sus familias mientras buscaban trabajo, bien en el amplio abanico de quehaceres manuales e intelectuales que su sólida formación académica les permitía o como sacerdotes en los curatos vacantes.

Esa última fue la opción elegida por fray Juan que solicitó al arzobispo, en su caso de Zaragoza, la asignación de una parroquia en la provincia y, de este modo, tras el Concordato firmado en 1851, la mitra arzobispal lo recolocó, con el nombramiento de regente, no de párroco,  en la iglesia de Jorcas [18] que hasta entonces había estado atendida por mosen Melchor Trigo, párroco titular de Ababuj [19].

Este nombramiento ponía a su cuidado el templo y las dos ermitas del término,proporcionándole, además,  la casa rectoral situada frente a la iglesia con la arreñal hacia la Rambla.

Al llegar a su destino en los primeros meses de 1852 y comprobar el estado del patrimonio eclesiástico, se propuso sacarle lustre con una buena “limpieza” y los arreglos más necesarios porque, recordemos, no era maestro de obras ni siquiera albañil ni, tal como estaban los tiempos, dispondría de presupuesto con el que contratar a los profesionales adecuados para acometer la restauración parroquial.

Contaba con sus manos, una sólida formación, sentido común, decisión e ingenio y la ayuda de su sobrino Simeón, un joven “maestro artesano” de la ebanistería que había aprendido en una de las incipientes  “Escuelas profesionales” de corte ilustrado a las que, con grandes sacrificios, la familia, sin apenas propiedades agrícolas, lo había llevado aún pequeño para que “consiguiera un oficio” y, acabado su aprendizaje, a instancias de su tío “el cura”, se trasladó a Jorcas desde La Cañada de Benatanduz.

En lo tocante al templo, fray Juan supo convencer a sus feligreses para que, con el apoyo de todos, empezando por él mismo, cada cual pusiera al servicio de una “empresa” común sus particulares conocimientos, tiempo y trabajo prácticamente voluntarios.

Año tras año, mientras  iban consolidando y adecentando por dentro y fuera la iglesia, el ebanista conoció a Hermógena Escorihuela Gimeno, la primera maestra de niñas en propiedad que tuvo la escuela de Jorcas, se casaron, se establecieron en el pueblo y llenaron de resobrinos la casa rectoral.

Fray Juan seguía en Jorcas hasta que, en el reinado de Alfonso XII, llegó el acuerdo con la Santa Sede para la restauración de las órdenes religiosas en España, ofreciendo a los frailes ahora la posibilidad devolver a sus respectivos conventos. La del monasterio del Olivar, se produjo el 10 de agosto de 1878.

Así que Juan Oliver viajó a Estercuel porque precisamente era uno de los doce mercedarios con los que el monasterio iba a revivir [20] pero, aunque ya estaba previsto encargarle la hospedería, el arzobispo zaragozano lo llamó y le ordenó seguir al frente de la parroquia jorquina [21].

Por eso, directamente desde Zaragoza volvió a Jorcas a sus 71 años, para continuar preparando el ingreso al Seminario de tres de sus sobrinos y ejerciendo el ministerio sacerdotal, a la vez que custodiaba la iglesia hasta finalizar las obras de consolidación, saneamiento y respetuosa conservación del interior y exterior parroquial en cuyo frontis, a la manera que había visto en otros edificios sagrados, dejó claramente indicado el trabajo llevado a cabo: Se renovó por el Sr. Rector don fray Juan Oliver.

Pero no el año. Tal vez ese dato quedara consignado en los archivos de la mitra zaragozana. Él murió en 1890, a los 83 años en Jorcas donde está enterrado.

De Miguel Villarroya y de los sobrinos de fray Juan podemos hablar en otra ocasión.

Lucía Pérez García-Oliver (Jorcas)

NOTAS:


 

[1] ALFARO PÉREZ, F.J. y ROYO GARCÍA, J.R., Dispensas matrimoniales de la diócesis de Zaragoza, siglos XV al XIX, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 2018 (Colección Fuentes Históricas Aragonesas, 85)

[2] PÉREZ TEMPRADO, L.,“De artistas y constructores” en Boletín de Historia y Geografía del Bajo Aragón, tomo II (1908), pp. 16-17. Reedición a cargo del Centro de Estudios Bajoaragoneses, 1982. http://www.fqll.es/catalogo_detalle.php?id=332

[3] SEBASTIÁN LÓPEZ, S., Inventario artístico de Teruel  y su provincia, Madrid, Servicio de Publicaciones del Ministerio de Educación y Ciencia, 1974,  pp. 161-162.

[4] GASCÓN GUIMBAO, D., Miscelánea turolense, 25 diciembre 1892, p. 208.

[5] PÉREZ TEMPRADO, L., op. cit., p. 17.

[6] SEBASTIÁN LÓPEZ, S., op. cit., pp. 469-470.

[7] BERNAL SORIANO, J.,  Tradiciones histórico-religiosas de todos los pueblos del Arzobispado de Zaragoza…, Zaragoza, tip. Mariano Salas, 1880, p. 17;THOMPSON LLISTERRI, T., “Patrimonio arquitectónico del Matarraña”, en Comarca del Matarraña, Colección Territorio núm. 7, Zaragoza, Gobierno de Aragón, 2003, pp. 143-178. Iglesia parroquial de San Miguel – Matarraña https://matarranyaturismo.es › uploads › 2021/04

[8] RAMÍREZ ORTEGA, V.  y RODRÍGUEZ-SALA, Mª L. (2009). «La participación de los cirujanos novohispanos en las operaciones vacunales antes, durante y después de la “Real Expedición Filantrópica de la Vacuna”». En  Revista Complutense de Historia de América 35: 187-207; STROBEL DEL MORAL, H. (2015). De miasmas, humores y sentinas: la revolución médica y sanitaria del centro de Veracruz (1750-1870) (Ph.D). Universidad Veracruzana; VÁZQUEZ SEMADENI, Mª E., (2013). «Del mar a la política. Masonería en Nueva España/México, 1816-1823». REHMLAC+, Revista de Estudios Históricos de la Masonería Latinoamericana y Caribeña plus.

[9] MARTÍNEZ VERÓN, J., Arquitectos de Aragón. Diccionario Histórico, volumen III, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 2001, p. 374.

[10] Vid. en portal https://dara.aragon.es/opac/app/home/

[11] VALVERDE, J., “La librera de la calle de Carretas” en Revista GOYA, nº 148-150, Madrid, Museo Lázaro Galdeano, 1979, pp. 278-279.

[12]Retrato de la librera de la calle Carretashttps://www.jorcas.org/antiguaweb/goya.htm

[13] SEBASTIÁN LÓPEZ, S., Inventario artístico de Teruel  y su provincia, Madrid, Servicio de Publicaciones del Ministerio de Educación y Ciencia, 1974,  p. 250.

[14] MARTÍNEZ VERÓN, J., Arquitectos de Aragón. Diccionario Histórico, volumen III,Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 2001, p. 342.

[15] CASABONA SEBASTIÁN, J.F.,  Comunidad de Teruel: 2  De la tradición románica a la modernidad (Un repaso a la arquitectura religiosa de la comarca Comunidad de Teruel)   Zaragoza, Diputación General de Aragón, 2010, Colección Territorio, 33,  p. 203.

[16] MILLÁN RUBIO, Fray Joaquín., Santa María del Olivar: Santuario, monasterio, corazón de su comarca, Elche, Provincia mercedaria de Aragón, 1997, p. 677

[17] MORA GONZÁLEZ, E., La fuerza de la memoria: La orden de la Merced y su historia, Madrid, ONG Acción liberadora, 2010, Colección  Familia Mercedaria, nº 46, p. 24.

[18] Boletín oficial de la provincia de Zaragoza, 19 mayo 1852, p. 3.

[19] D. Melchor Trigo fue el primer preceptor del niño jorquino  Miguel Villarroya Pérez, introduciéndole en los estudios sacerdotales aunque el muchacho se inclinó   por el Magisterio llegando a ser el primer inspector de Enseñanza que hubo en la provincia de Teruel. 

[20] El 10 de agosto de 1878 tuvo lugar la solemne reapertura del convento del Olivar en presencia del comisario general de la Orden de la Merced el P. Rodríguez Bori que había conseguido su restauraciónen España.  MILLÁN RUBIO, Fray Joaquín., Fray José Maria Rodríguez Bori, propagador de la Sagrada Familia de Barcelona, Madrid, ONG Acción liberadora, 2010, Colección  Familia Mercedaria, nº 37, p. 36.

[21] MILLÁN RUBIO, Fray Joaquín, Santa María del Olivar…  op. cit. p. 677.