EL CERRO DEL CASTILLO DE MONTEAGUDO

UN MIRADOR ENTRE DOS VALLES

Una forma de relieve puede dar nombre a un pueblo. Es el caso de Monteagudo del Castillo.

Fuentes documentales, de origen islámicas y cristianas, de carácter civil, militar o religioso, de los siglos XI y XII recogen la existencia de una fortaleza en el sur de Aragón que era conocida como Monte Accuti (latinizado) o como Muntagut o Montagod (en su evolución al romance navarro-aragonés).

Varios historiadores sugieren que esta fortaleza formaría parte de la red de puestos defensivos que organizaba las fronteras de la Sahla de los Beni Razim (taifa de Albarracín).

Taifa de Albarracín. Fuente: Wikipedia

Tras el avance cristiano y la incorporación de estas tierras al reino de Aragón en 1169 este castillo serviría para consolidar la frontera y sería una base para realizar correrías en tierras musulmanas hasta la conquista de Valencia por Jaime I en 1238.

Muntiagut (o Montagod) sería, con el tiempo, una de las muchas aldeas vinculadas a la villa -y después ciudad- de Teruel, rigiéndose por su fuero, obedeciendo a su concejo y pagando los impuestos que aquella establecía.

Cuando en el siglo XIII surgieron tensiones entre estas pequeñas localidades y la ciudad se creó la Comunidad de Aldeas de Teruel para conseguir autonomía y derechos a los aldeanos. Se organizaba en seis unidades territoriales: las sesmas. La Sesma de Monteagudo incluía, además, a las actuales localidades de Ababuj (Fababux), Allepuz, Camarillas, Cedrillas (Cedriellas), El Pobo (Pobo), Aguilar, Gúdar, Mosqueruela y Valdelinares.

Mapa de la Comunidad de Aldeas de Teruel. En verde claro, la Sesma del Campo de Monteagudo. Fuente: Wikipedia

Conforme el aragonés fue perdiendo influencia y el castellano ganándola se consolidó el nombre de Monteagudo, que ya es recogido como tal en la documentación a finales del siglos XVII, según apunta Enrique Gil Guillén en su libro «Aproximación a la historia de Monteagudo del Castillo«.

La necesidad de diferenciar entre sí a localidades que tenían el mismo nombre fue la causa de que, en 1916, el Ministerio de Presidencia promulgara un decreto mediante el que se obligaba a ampliar el nombre añadiendo un complemento, que solía estar relacionado con algún aspecto geográfico o histórico. En nuestro caso, de nuevo la fortaleza fue el elemento que se tuvo en cuenta recibiendo, desde entonces, la denominación de Monteagudo del Castillo.

No es posible una mayor relación entre un paraje, su historia y el nombre de una localidad.

En la parte alta del pueblo, junto a una casa pintada en amarillo y al depósito del agua, sube decidida una estrecha senda.

Unos herbazales altos tapizan un sustrato formado por calizas arenosas …

… en las que se intercalan arcillas y areniscas.

La parte alta del sendero se abre paso entre unos conglomerados formados por cantos muy bien cementados, unas rocas que son muy competentes.

Al alcanzar el alto del cerro, lo primero que llama la atención es lo plana que es la cima. El altozano es un troncocono.

Del castillo no queda mucho.

En la vertiente orientada al suroeste se levantan los restos de un torreón

… mientras que hacia el noroeste quedan algunos restos de la muralla.

La fortaleza debió de ajustarse al perímetro de la planicie del promontorio. En los bordes se aprecian los cimientos de los muros …

… que se apoyan en el estrato de conglomerados que vimos al subir.

Torreón y muros están construidos en mampostería

con piezas obtenidas de las rocas que forman el cerro, como las areniscas …

calizas …

calizas arenosas …

y conglomerados …

unidos con argamasa de cal y cantos …

El castillo original, probablemente de origen musulmán, no sería tanto un refugio para la población sino un punto defensivo y de vigilancia aprovechando la gran panorámica que se alcanza desde este alto.

Una vez incorporados estos territorios al Reino de Aragón tendría una función defensiva ante los ataques castellanos, que comenzaron muy pronto. Documentos históricos describen una gran batalla en 1191-1192 en el Campo de Monteagudo en la que fue derrotado un ejército castellano de siete mil hombres mandado por Pedro Bermudo.

La fortaleza sería reforzada, y tal vez ampliada, hacia los siglos XIII o XIV pudiendo observarse testimonios de esta transformación en los restos del torreón cuadrado y en un resalte triangular.

Las Guerra de los Pedros se tradujo en el sur de Aragón en una invasión castellana que, en 1375, devastó Monteagudo ocasionando la destrucción de la iglesia y del castillo.

Mucho después, durante la Primera Guerra Carlista (1833-1840) los muros del castillo volvieron a tener una función militar. El Alto Alfambra, por su situación entre Teruel y el Maestrazgo, fue escenario bélico de los ejércitos isabelinos y tradicionalistas. Según Pascual Madoz, el castillo fue reconstruido en 1840 por orden del general Espartero y dotado de una guarnición que fue capaz de mantener la posición en un ataque frente a tres batallones carlistas, los cuales dejaron en la refriega una cuarentena de muertos.

El último episodio bélico en el que participó el castillo fue durante la Guerra Civil Española y fue la causa de su destrucción. Monteagudo, en manos del ejército republicano desde el verano de 1936 tras la llegada de las columnas de milicianos, estuvo en la retaguardia durante las batallas de Teruel y del Alfambra. Sin embargo, le afectó de lleno la Ofensiva de Levante. El Cuerpo de Ejército de Castilla avanzó desde Jorcas y Allepuz hacia Monteagudo y Cedrillas con el propósito de rodear a las reforzadas posiciones defensivas republicanas de Castelfrío donde estaban encontrando una gran resistencia.

Todos los altos del término de Monteagudo habían sido fortificados con trincheras y parapetos, entre ellos el entorno del pueblo y, lógicamente, el castillo. Aún pueden verse unos surcos cerca del borde del promontorio que seguramente tienen este origen.

Durante toda la guerra y, sobre todo, entre los días previos al avance final (10 de mayo de 1938), las defensas republicanas de Monteagudo fueron intensamente bombardeadas por la aviación y la artillería del ejército sublevado. Los soldados y los civiles presentes se guarecían en dos refugios. Uno de ellos estaba en la base del cerro del Castillo.

Recoge Enrique Gil Guillén testimonios que afirman que hasta el inicio de la Guerra Civil el castillo de Monteagudo conservaba una porción mayor de muralla y una parte de la puerta, que estaba orientada hacia Cedrillas. No hemos encontrado fotos antiguas que sirvan de testimonio.

La primera ocasión que visitamos el cerro del Castillo era una mañana de noviembre. El cielo estaba plomizo y el viento frío recorría el cerro ofreciendo al conjunto un aire de ruinas románticas.

La panorámica que se divisa desde el cerro del Castillo es espléndida.

Al norte se abre la depresión de El Pobo por la que discurre el río Seco hacia la hoz de Ababuj, antes de unirse al río Alfambra.

Al sur se asoma hacia los pequeños barrancos (de la Tejería, del Monte …) que alimentan al barranco de la Hoz, el primer afluente de entidad que recibe el río Mijares, ya junto al núcleo urbano de Cedrillas.

El cerro, pues, se encuentra en la divisoria entre dos cuencas hidrográficas, la del Alfambra y la del Mijares, ríos ambos de la vertiente mediterránea de la península Ibérica. Esta divisoria de aguas, curiosamente, pasa también por el tejado de la Ermita del Pilar, situada a la salida del pueblo hacia Allepuz: las aguas del tejado que vierten hacia el noroeste, van a parar al Rio Seco-Alfambra-Turia, mientras que las que vierten hacia el sudeste lo hacen hacia el Mijares.

Su cota, a 1.505 metros de altitud, permite observar las principales montañas del entorno. Y permite imaginar otros lugares que ocultan y que se alinean con estas montañas. Las gentes de Monteagudo del Castillo, muy abiertas al mundo, han preparado unos carteles que ayudan al excursionista a reconocer los relieves del entorno y … a viajar con la imaginación.

Una cuestión nos queda por resolver. Bueno dos.

¿Por que son tan diferentes las rocas de la base y de la cima del cerro?¿Por qué la cima es tan plana? Las dos cuestiones -y alguna más- las explica muy bien la geología.

La cordillera Ibérica es el resultado de la colisión entre la placa Africana, la placa Euroasiática y la pequeña placa Ibérica, que estaba situada entre ambas. Tuvo lugar en el Terciario Inferior, durante la orogenia Alpina. Los estratos de sedimentos acumulados en el antiguo mar de Thetys fueron levantados y plegados formando la cadena montañosa.

En este rincón de la cordillera Ibérica, estos esfuerzos se tradujeron en una serie de dos pliegues de tipo anticlinal y, entre ambos, el correspondiente sinclinal.

Serie de anticlinales y sinclinales. Imagen tomada del blog Mi familia y otros animales

Hacia el oeste, el anticlinal coincide con la actual sierra de El Pobo, como ya se comentó en el artículo dedicado a Cerro Redondo y La Magdalena. Hacia el este, el otro anticlinal sería el que se extiende desde Alcalá de la Selva hasta Ababuj y se aprecia, aquí cerca, en el Cerro Gordo y en el monte San Cristóbal. En uno y en otro, afloran unas calizas marinas depositadas durante el Jurásico que descansan sobre unas arcillas con yesos triásicos que asoman, por ejemplo, en La Salobreja.

Entre los dos anticlinales, el sinclinal coincidiría con la actual depresión de El Pobo. En la actualidad, en la superficie de este sinclinal afloran arcillas, areniscas y calizas arenosas que se depositaron en ambientes continentales o litorales en el tránsito entre el Jurásico y Cretácico.

La zona de color rosa y azul corresponde a los dos anticlinales. En medio, en el fondo del río seco pero extendiéndose hacia Monteagudo del Castillo correspondería al sinclinal.

Conforme se iba construyendo la cordillera, los relieves creados irían siendo desmantelados por la acción erosiva de las aguas superficiales.

En el Terciario Superior (Mioceno) se produce la elevación del macizo de Gúdar y la formación de una serie de depresiones en su entorno, entre ellas la fosa de Teruel y el bajo Alfambra, por la acción de la falla de la sierra del Pobo.

Se forman, entonces dos cubetas colgadas, de dirección sur-norte, que quedaban separadas por el anticlinal de Alcalá-Ababuj (zona de la falla de Ababuj en la figura). La de la izquierda será la depresión de El Pobo y el relieve de su izquierda sería la propia sierra de El Pobo que deja a su izquierda (oeste) la depresión terciaria Teruel-Alfambra.

Esquema de la formación de la depresión de El Pobo (hace 9 millones de años)

La erosión de las montañas próximas de finales del Mioceno arrancó trozos de rocas que fueron colmatando las dos cubetas. Detritos que con el tiempo dieron lugar a conglomerados, areniscas y arcillas.

La cubeta de El Pobo se rellenó completamente de estos sedimentos, desde la Muela de la Umbría de Aguilar y Ababuj hasta Monteagudo, donde cubrieron a las arcillas grises y verdosas depositadas en el tránsito Jurásico-Cretácico (Purbeck-Weald) que forman la base del cerro del castillo. Primera duda resuelta.

Esquema de la formación de la depresión de El Pobo (hace entre 3,8 y 3,5 millones de años)

El encajamiento de la red fluvial actual por el río Alfambra y su afluente el río Seco comenzó a «vaciar» el relleno terciario de ambas cubetas y, aún más, las arcillas arenosas del tránsito Jurásico-Cretácico. Quedaron aún amplias zonas aún cubiertas por los citados sedimentos terciarios en el entorno de El Pobo (las tierras royas de fondo del valle del río Seco) y dejaron algunos cerros testigos, como la muela de la Umbría y la cobertera del cerro del castillo de Monteagudo. La planicie se explica por ser el nivel máximo de aquella cubeta rellena. Segunda duda resuelta.

Este último detalle se aprecia en el mapa geológico que recoge el libro «Las fuentes y manantiales de Monteagudo del Castillo» de José Luis Penalba y Alejandro J. Pérez.

Mapa geológico del término municipal. La flecha roja señala una diminuta mancha amarilla que corresponde a los conglomerados miocenos de la cobertera del cerro testigo sobre el que se encuentran los restos del castillo.

En esta publicación se recoge también la existencia de un manantial en la base del cerro del castillo, muy cerca del actual depósito municipal de agua potable. Es conocido como el Refugio del Castillo por haber servido como tal durante los bombardeos sufridos en la Guerra Civil.

Es un manantial de tipo minado. Lo que se conoce como una mina de agua.

La siguiente imagen muestra el contexto hidrogeológico de dicho manantial.

Las arcillas son el material excavado como galería

El agua que se infiltra en la planicie del cerro penetra primero a través de los conglomerados miocenos de la cobertera y después por unas calizas arenosas …

… hasta que alcanza una capa de arcillas que le obliga a salir.

En esta capa de arcilla es donde se excavó una galería y donde se acumula el agua a modo de una cisterna.

No sabemos cuándo se abrió esta mina de agua. Es posible que su origen esté relacionado con el castillo y con el poblado medieval que se levantó junto a él.

Parece razonable pensar que la presencia de rezumaderos en las arcillas estimuló la excavación de estas rocas, blandas una vez empapadas. El techo no se desmoronaría al tratarse de calizas, unas rocas que son más competentes. El agua quedaría acumulada en el interior.

En la actualidad la boca de la galería está cerrada por varios tormos de arcilla y una gran piedra por lo que no se puede acceder al interior.

Eliseo Guillén, en la década de 1960, entraba con otros niños a jugar o con sus primos a coger agua. Recuerda que era una galería de una altura tal como para entrar un adulto de pie y con pendiente descendente. Tras un tramo recto se bifurcaba. Él recuerda haber entrado por el brazo derecho hasta donde se acumulaba el agua y encontrar en verano entre uno o dos palmos de nivel. No penetraba más allá de los diez metros, por la oscuridad.

Preguntada Concha Lamata y Joaquín Campos, parientes que tenían su vivienda muy cerca del cerro del castillo, le indican que los vecinos de ese barrio accedían al manantial por otra galería diferente que tenía la boca muy cerca, algo más arriba de un pajar inmediato.

Le añaden que el pasillo comunicaba con el brazo izquierdo de la primera galería a través de una zona en seco, supone Eliseo. Nosotros buscamos la entrada pero no la encontramos.

Antes de la llegada del agua corriente a los hogares, los vecinos de Monteagudo tenían que acudir a la fuente del Lugar, a casi 600 m. de distancia la plaza de la iglesia, a proveerse de agua mediante cántaros. Aunque muchas casas resolvían la necesidad con pozos propios, es lógico que aquellas cercanas a castillo hicieran uso hasta muy tarde de la mina de agua.

Sería interesante limpiar el acceso para permitir la entrada a la galería que accede a este singular manantial que es todo un patrimonio hidráulico.

Animamos a subir al cerro, a disfrutar de los paisajes, a reconocer las montañas cercanas, a imaginar los episodios históricos o la vida cotidiana de las gentes y a comprender los procesos geológicos.