LA HISTORIA DEL RELIEVE EN EL ALTO ALFAMBRA Y EN EL ESTRECHO DE LA VIRGEN DE LA PEÑA

Los ríos tienen su historia y su carácter. Unos son jóvenes, otros viejos. Unos son fuertes y cabezones, otros se adaptan a las circunstancias. Algunos son expansivos, y ganan terreno a costa de otros. El Alto Alfambra, como veremos, es un río a) pacífico, b) algo maduro, y c) bastante cabezón.

a) Un río que pierde terreno

Empecemos por la primera idea. Si uno llega a Aguilar del Alfambra procedente de Mora de Rubielos, al subir el puerto de Gúdar se dará cuenta de que la fuerte subida desde Alcalá de la Selva no se corresponde con una bajada equivalente. Se llega a un valle suave, que queda colgado respecto del río de Alcalá —una de las dos cabeceras del Mijares—. Es un valle “muerto”, que en otros tiempos geológicos tenía una cuenca hidrográfica mayor, pero la agresividad erosiva de la cabecera del Mijares está capturando, comiendo, parte de la cabecera del Alfambra.

Panorámica del Alto Alfambra, desde la ermita de la Virgen de la Peña (Aguilar del Alfambra)

Otro tanto ocurre con el río Sollavientos. A escala geológica, su tramo alto está a punto de ser capturado por la cabecera del Guadalope. Podemos comprobarlo algo más arriba del Mas Quemado, en el lugar donde la carretera discurre por un pequeño collado que es la divisoria de aguas entre el Guadalope y el Sollavientos, entre la cuenca del Ebro y la del Turia.

Divisoria de aguas entre el valle del Sollavientos y el Alto Guadalope, así como de las cuencas del Turia y del Ebro

Allí podemos observar la falta de simetría de ambos valles. Para llegar a la fuente de nacimiento del Guadalope, hay que tomar uno de los caminos que salen del collado, hacia el Norte.

Cabecera del valle del río Guadalope en el término de Villarroya de los Pinares

Este camino inicia enseguida un fuerte descenso por un valle cada vez más estrecho y profundo. El valle del Sollavientos, por el contrario, es suave y amplio, y queda a mayor altura.

Cabecera del valle del Sollavientos

¿Cuál es la causa de que el pacífico Alfambra esté siendo agredido por otros ríos? En última instancia, se debe a que el Mijares y el Guadalope —éste a través del Ebro—, vierten sus aguas directamente al Mediterráneo.

Para ello utilizan el camino más corto, que es ir hacia el Este —el Mijares— o hacia el Noreste —el Guadalope—. Por el contrario, para llegar al Mediterráneo, el agua caída en la cuenca alta del Sollavientos debe ir primero hacia el Oeste, hasta el Alto Alfambra. Luego se dirige hacia el Norte. Desde Galve, el Alfambra inicia un arco de 180º, para pasar a tener una dirección Sur. Y en Santa Cruz de Moya, por fin, gira hacia el Este y alcanza finalmente el Mediterráneo.

Si lo piensan un poco, las pequeñas cuencas de cabecera del Alto Alfambra son una anomalía hidrográfica: una porción del Turia entre el Mijares y el Ebro. Esto nos lleva a la segunda cuestión.

b) Un río ligado a la historia del macizo de Gúdar

El Alfambra es un ríomaduro”, ni viejo ni joven, que se configura en las últimas etapas tectónicas de la Orogenia Alpina —concepto referido a esa parte de la Geología que estudia la formación de las montañas—. No es un “abuelo”, una herencia de las primeras etapas alpinas, ni un río “adolescente” que se organice a finales de la Era Terciaria, en puertas del Cuaternario. Para comprenderlo tenemos que revisar la historia geológica de la zona de Gúdar, en particular, y de la Cordillera Ibérica, en general.

La Cordillera Ibérica es una cadena montañosa alpina que se forma en esencia durante el Terciario inferior, a causa del acercamiento entre Europa y África. La característica dirección Noroeste-Sureste de sus pliegues es el resultado de esta etapa de compresión de la corteza terrestre en nuestras tierras. Es de suponer que, desde un primer momento, los relieves que surgen van siendo erosionados poco a poco, y los materiales se van acumulando en cuencas sedimentarias, sobre todo en la depresión del Ebro. La red fluvial de aquel momento poco tenía que ver con la que vemos hoy en día.

En el Terciario superior, periodos Mioceno y Plioceno, cambian las circunstancias y se producen dos hechos clave para explicar los ríos actuales:

  1. Por un lado, toda la parte oriental de la península Ibérica sufre un proceso de extensión y agrietamiento de la corteza, que acarrea el hundimiento del Golfo de Valencia, el aislamiento de las Baleares respecto a las Cordilleras Béticas y las manifestaciones volcánicas que se extienden desde Olot (Girona), siguen por las Islas Columbretes, Cofrentes (Valencia) y la Manga del Mar Menor, y llegan hasta el cabo de Gata.
  2. Por otra parte, en el sector más oriental de la cordillera —Teruel, Castellón y Norte de Valencia—, ya bastante arrasado por la erosión, se levantan los vastos macizos de Javalambre y Gúdar, probablemente debido a los mismos procesos que generan la extensión de la corteza.

La cuestión es que los dos hechos sumados, la elevación del macizo de Gúdar y el hundimiento del Mediterráneo, incrementan notablemente la pendiente hacia este mar. Y ello vuelve muy agresivos a los ríos que vierten sus aguas hacia Levante, que comienzan a encajarse y a erosionar fuertemente la cordillera Ibérica. Entre ellos compiten para ver quién es el que se lleva una mayor parte del pastel.

La historia debió de suceder más o menos así:

  • En un primer momento, la elevación del macizo de Gúdar, como ocurre con todas las elevaciones que no son producto de un acercamiento de placas tectónicas, estuvo acompañada de hundimientos tectónicos en casi todos sus márgenes: hacia el Este aparecen las pequeñas fosas tectónicas del Maestrat castellonense; hacia el Sur, la depresión de Sarrión; hacia el Oeste aparece una gran fisura, la fosa tectónica Turia-Alfambra, que se extendía desde Perales de Alfambra hasta más allá de Sinarcas. Antes de la aparición de esta fosa, el antiguo Alfambra debió de ser un río que drenaba hacia el Norte, probablemente hacia la depresión del Ebro u otra cuenca terciaria interior.
  • Cuando aparece la fosa tectónica Turia-Alfambra, ésta se rellena de sedimentos, a partir del Terciario superior, al igual que ocurre con todas las depresiones alargadas que rodean el macizo de Gúdar. Ya en el Mioceno, la mayor parte de estas depresiones son endorreicas, es decir, están cerradas y aisladas del mar. Ello dura hasta bien entrado el Plioceno. La aparición de la profunda fosa tectónica Turia-Alfambra hizo que el alto Alfambra pasase a ser uno de los ríos que rellenaban con su agua y sus sedimentos esta depresión.
Arcillas miocenas en Alfambra
  • Pero la erosión remontante de los ríos mediterráneos acabó dando sus frutos. El Mijares acabó drenando toda la depresión de Sarrión, pero no pudo atravesar el umbral de Escandón. Un pequeño y joven Turia lo tuvo más fácil, y pudo capturar casi toda la depresión Turia-Alfambra a la altura de Santa Cruz de Moya. A las puertas del Cuaternario esta depresión dejó de ser endorreica o vertiente hacia el Cabriel, para pasar a ser vaciada por el Turia, que multiplicó por tres la extensión de su cuenca.
  • Y más o menos por la misma época, un pequeño barranco tarraconense logró capturar toda la depresión del Ebro y dio lugar al gran río que vemos hoy.
  • Estas capturas del Plioceno, producto de la erosión remontante desde un hundido Mediterráneo, son las que condicionan los grandes rasgos de la organización actual de la red fluvial. Para nuestro Alfambra fue clave que toda la gran cuenca endorreica de Teruel fuese atrapada y drenada antes que nadie por el Turia, pues a partir de ese momento sus aguas fueron a parar al Mediterráneo. Nunca antes lo habían hecho, ni siquiera cuando se levantó el Macizo de Gúdar.
  • Pero como decíamos al principio, la cabecera del Alfambra quedó en posición anómala, entre el Guadalope y el Mijares. Y en el caso de los ríos, conquistar primero da muchas ventajas, pero no garantiza conservar lo conquistado para siempre. Durante los dos millones de años del Cuaternario, las menores distancias al mar de Mijares y Guadalope, para un mismo desnivel, han hecho que parte de la antigua cuenca del Alfambra haya sido “comida” por estos ríos más agresivos.
Cuencas hidrográficas de los ríos Turia (verdeazulado) y Mijares (amarillo verdoso). Fuente: Confederación Hidrográfica del Júcar

c) La formación del estrecho de la Virgen de la Peña

En estos momentos, un lector poco avezado en cuestiones geológicas se habrá dado cuenta ya de lo atormentada que es la historia geológica reciente en lo que se refiere a la formación del relieve y la organización de la red fluvial. Y ello ocurre a todas las escalas, incluidas las locales.

Hasta el momento, hemos dicho que el relieve ibérico tuvo tres grandes etapas. Grosso modo, se formó con pliegues a finales del Terciario inferior —Oligoceno—, se arrasó durante el Mioceno, y se reactivó por levantamiento y erosión durante el Plioceno y Cuaternario. Y durante estas etapas la red fluvial fue cambiando y adaptándose a las circunstancias. Pero, ¿qué pasó exactamente en el Alto Alfambra?

  1. Desde el Oligoceno y principios del Mioceno, la actual cuenca alta del Alfambra quedó enmarcada entre dos grandes pliegues anticlinales —que dan al terreno una forma parecida a un arco—, el de Alcalá de la Selva y el de Castelfrío-Hoyalta. En medio se extendía, alargada, la cubeta de El Pobo, entre Monteagudo y Aguilar. Por el Norte, este conjunto estaba limitado por unos pequeños pliegues. El primero de ellos era el anticlinal de la Virgen de la Peña. Desde un primer momento, este relieve construido por plegamientos fue arrasándose, y la cubeta de El Pobo fue rellenándose con sedimentos arrancados y arrastrados desde los bordes más elevados. Parece ser que esta pequeña cuenca terciaria intramontana no llegó a ser casi nunca totalmente endorreica. El predominio de las gravas, que dieron lugar a conglomerados, indica que se trataba de ríos vigorosos.
  2. Al final del Mioceno el proceso había ya culminado. Los relieves circundantes estaban prácticamente arrasados a excepción quizá de algún monte aislado, como el Cerro de San Cristóbal, Hoyalta o Castelfrío. La cubeta de El Pobo estaba rellena y desbordante de sedimentos. El nivel al que llegó esta sedimentación se corresponde como mínimo con el techo de la Muela Umbría (de Ababuj-Aguilar) y con el de la Muela de Camarillas.
Conglomerados que afloran cerca del molino de Ababuj

Desde lo alto de la Virgen de la Peña, podríamos enrasar el techo de la citada Muela e imaginarnos que todo estaba lleno de sedimentos: la hoya de Aguilar, el valle del río Seco de Ababuj, el del Alfambra, incluso las lomas de Monteagudo, que separan el Alfambra del río Seco… A finales del Mioceno, nada de esto existía. La Muela Umbría y la Muela de Camarillas son un testigo relicto de aquella sedimentación. ¿Qué pasó, pues, para que desapareciese buena parte de ella?

  • A partir del momento en que empieza a formarse la fosa tectónica Turia-Alfambra, ya desde inicios del Mioceno, estos terrenos del Oeste empiezan a quedar cada vez más hundidos respecto a nuestra cubeta de sedimentación del Alto Alfambra. Primero, el efecto sería insignificante, pero llegó un momento en que la cubeta de El Pobo, rellena y desbordante de sedimentos, quedó demasiado “colgada” respecto a la fosa del Bajo Alfambra. A ello contribuyó sin duda el levantamiento del macizo de Gúdar, algo más tardío, pero que sumó el efecto de elevar el Alto Alfambra —en torno a los 1.400 m— y hundir el Bajo —en torno a los 1.000 m—.

La cuestión es que llega un momento en que la sedimentación miocena de la cubeta de El Pobo entra en desequilibrio, probablemente a finales del Mioceno o inicios del Plioceno. La evacuación de aguas y sedimentos ya la hacía un colector que, sorteando el anticlinal de Hoyalta-Castelfrío por el Norte, vertía aguas y sedimentos en la fosa tectónica de Teruel-Alfambra. Quizá antes de que se acabase de levantar el macizo de Gúdar ya se habían producido estas condiciones y se había entrado en desequilibrio. Pero la puntilla la acabó dando la elevación del macizo de Gúdar.

Monte Peñaroya. Gúdar - Alcalá de la Selva. Sierra de Gudar, Teruel
Monte Peñaroya. Gúdar – Alcalá de la Selva

Los ríos no se están quietos nunca. O sedimentan o erosionan. Podemos verlos en equilibrio en fases geológicas muy cortas, pero no es lo habitual. Cuando el Alto Alfambra entró en desequilibrio, en el Plioceno, comenzó a excavar en sus propios sedimentos y en otras rocas blandas que iban apareciendo. El valle del río principal, desde las Masías de Caudé hasta Gúdar, se labró vaciando las arcillas rojas del Weald (del inicio del Cretácico), esas que tanto gustan a las empresas mineras. Los sedimentos blandos del Mioceno de la cubeta de El Pobo fueron vaciados con cierta facilidad y se formó el valle amplio del río Seco y la hoya de Aguilar.

En primer plano, la valle del río Seco a la salida de la Hoz de Ababuj y poco antes de su desembocadura en el río Alfambra, en Aguilar. Al fondo, el valle del Alfambra a su paso por Jorcas. Entre uno y otro, el escarpe de los conglomerados que afloran en Los Salobrales y Las Covatillas (Ababuj)

Sólo las Muelas Umbría y de Camarillas, las lomas de Monteagudo, al pie de San Cristóbal, son mudos testigos de aquella sedimentación.

Conglomerados en las lomas de Monteagudo del Castillo

Pero ¿qué hace un río cuando no se lo ponen fácil, como a Fernando VII? ¿Qué pasa cuando un anticlinal de calizas duras se atraviesa en su camino? La mayor parte de los ríos, por poco importantes que sean, suelen ser tozudos. Si un obstáculo se interpone en su camino, lo cortan. Esto es lo que sucedió con el Alfambra en la Virgen de la Peña. Si suben a la ermita, pueden imaginar el proceso. Asomándose al río podrán contemplar el precioso anticlinal que dobla los estratos.

Pliegue anticlinal abierto por la erosión fluvial

También observarán que el techo de la Muela Umbría, del Mioceno, está ligeramente más alto que la serrezuela de la ermita, del Jurásico. El antiguo Alfambra, cuando salía de la depresión miocena, debía discurrir unos metros por encima de nuestras cabezas, en parecida dirección que el actual. Cuando empezó a encajarse, primero lo tuvo fácil, pero pronto notaría que el lecho se volvía duro: aparecían las calizas del anticlinal, es decir, las rocas de la Virgen de la Peña. Pero él siguió a lo suyo.

Estrecho de la Virgen. Aguilar del Alfambra

A modo de reflexión final

El proceso por el cual un río se encaja, descubre y corta una estructura geológica preexistente se llama “sobreimposición”. Cuando esta estructura es un anticlinal y es cortada más o menos perpendicularmente, al congosto resultante se le llama “cluse”. El nombre viene del Jura franco-suizo. Pero allí, por desgracia, las cluses se pueden deducir pero no observarse, pues son demasiado grandes y están cubiertas por la vegetación. La singularidad de la cluse del estrecho de la Virgen de la Peña es que cabe en una foto.

La Virgen de la Peña es uno de esos lugares únicos, mágicos. Uno puede ir de romería, motivado por su fervor religioso, o extasiarse con la estética de la naturaleza. O puede ir a aprender una lección de Geología. Lo primero es una cuestión de corazón; lo segundo, de cabeza. La singularidad de la Virgen de la Peña es que reúne todos estos elementos. Es un lugar donde la Geología llega al corazón.


Alejandro J. Pérez Cueva (Allepuz)

PD.- Artículo publicado en la revista «Aguilar Natural» nº 2 (2010)