LAS CALDERETAS

UNAS MARMITAS DE GIGANTE EN CAMARILLAS

El río Penilla es uno de los principales afluentes del Alfambra.

En su cabecera recoge las aguas de escorrentía en una serie de suaves que se encuentran al este de la Muela de Camarillas y que están situadas a unos 1.440 m de altitud. Todas ellas forman un altiplano colgado sobre el inmediato valle del Guadalope, en el límite entre los términos municipales de Camarillas y Miravete de la Sierra.

Estas aguas se recogen en un conjunto de arroyos, ninguno de los cuales tiene la consideración de río entre los vecinos, por ser temporales. Estos regueros, que atraviesan las arcillas y los conglomerados terciarios que afloran en esos altos, se van agrupando unos con otros antes de recibir por su derecha la rambla de la Barrancada. Tras recorrer casi tres kilómetros a través de esta meseta, tan solo resuelven 90 metros de desnivel. Muy poco para tratarse de la cabecera del río.

Entonces la rambla debe abrirse paso a través de las duras calizas (Formación Villarroya de los Pinares). El valle se estrecha. Se llega entonces a un manantial: Nacelagua. Para los vecinos de Camarillas, el verdadero nacimiento del Penilla por ser allí donde el río comienza a tener caudal permanente. Tras atravesar estos materiales duros desciende 50 m de altitud en kilómetro y medio de recorrido.

Una vez deja el entorno del pueblo el cauce del río Penilla está rectificado desde hace una veintena de años por unas obras de concentración parcelaria. Recorre entonces una estrecha vega de sedimentos aluviales depositados durante el Cuaternario sobre una amplia llanura en la que afloran las características arcillas violáceas y areniscas blancas de la Formación Camarillas (facies Weald, Cretácico Inferior).

Las flechas rojas señalan la dirección del río Penilla. En marrón, las arcillas violáceas y las areniscas blancas de la Formación Camarillas. En azul, las margas y calizas calizas del Jurásico Superior (facies Purbeck).

Pasa junto al santuario de la Virgen del Campo, recibe las aguas del arroyo del Pozanco (a los efectos, un caño de drenaje) y se encamina suavemente hacia el oeste para buscar el río Alfambra. Desde su paso por el pueblo, a pesar de haber recorrido 6,5 km, , el Penilla tan solo ha descendido 50 m de altitud.

Las aguas fluyen lentamente a través de esta llanura lo que explica el desarrollo del carrizo en su cauce … siempre que tenga tiempo para ello y no llegue a ser barrido por la próxima crecida.

El Penilla se abre paso entre las primeras avanzadillas de las calizas y margas jurásicas (Purbeck) cuyos estratos se encuentran inclinados hacia el este, en el sentido contrario que llevan las aguas. Este obstáculo funcionaría como una auténtica presa hasta que el río terminó por abrirse paso hasta el ya cercano Alfambra.

Se aprecia la alternancia de las calizas (rocas casi desnudas) y las margas (más terrosas y con un mayor desarrollo vegetal)

El río traza curvas para sortear los materiales más competentes. La velocidad de la corriente disminuye lo que facilita el desarrollo incluso de la anea.

Recibe por su derecha un torrente que desciende del cerro Travesañas. En la imagen anterior se aprecian los cantos depositados en el cono de deyección que contrastan con los sedimentos finos (limos) aportados por el río.

El Penilla comienza a encajarse.

Cuando se produce una avenida las aguas aumentan el nivel al no disponer de espacio para ocupar, además de acelerarse. Este hecho se ha hecho más frecuente tras las roturas de los prados para su puesta en cultivo de hace unas décadas y la eliminación generalizada de ribazos que supuso la concentración parcelaria. El nivel de la crecida se aprecia muy bien en la siguiente imagen.

El río Penilla está ya muy cerca de su desembocadura. Tiene su nivel base a unos veinte metros por debajo por lo que la corriente comienza a acelerarse.

Y alcanza el último obstáculo.

Un paquete de calizas de casi una veintena de metros de potencia a través del cual el río ha abierto con el tiempo una profunda y estrecha incisión.

Llegamos al paraje de Las Calderetas.

Las aguas comienzan a despeñarse en las primeras cascadas.

Muy pronto se comprende el nombre popular de este paraje. Una serie de pequeñas pozas se suceden, una tras otra, en el lecho del cauce.

La disposición inclinada de los diferentes estratos calizos y su similar resistencia a la erosión fluvial provocan la formación de una serie de pequeñas cubetas que se conectan por otras tantas cascadas.

Son las marmitas de gigante o pilancones.

Una forma de relieve característica del modelado fluvial de los ríos de montaña.

Se trata de depresiones circulares creadas en el lecho rocoso del cauce de un río por la abrasión que provocan los cantos de rocas duras que quedan atrapados en ellas al continuar girando por la acción de la corriente.

Esquema de la formación de una marmita de gigante. Fuente: Aquae Fundación

Al girar continuamente la poza gana en profundidad y adquiere una característica forma cilíndrica o esférica.

En su origen, el cauce estaría formada por unos escalones -a modo de gradas- que corresponderían a cada uno de los estratos calizos. Estos, al estar inclinados en el sentido contrario al de la corriente, y aún siendo de similar resistencia, crearía cada cual una pequeña cascada.

Esquema del proceso que se produciría en cada uno de los estratos. En el caso de Las Calderetas los diferentes estratos rocosos tendrían una dureza similar. Fuente: Geography 3D

En la poceta formada al pie de cada cascada quedarían retenidas gravas y guijarros que, al girar, la ensancharían y profundizarían creando las marmitas de gigante.

La corriente de agua en las Calderetas no suele llegar a faltar. El caudal regular del arroyo del Pozanco y la recarga que recibe a la altura de Mas de Sancho alimentan al Penilla en su tramo final.

Durante el estiaje se aprecian mejor estos pilancones con sus aguas transparentes. Son tres las pozas altas, las más pequeñas, y otra mayor en la parte baja, menos accesible.

Los niños de Camarillas, sobre todo los que vivían en las masadas próximas, se bañaban durante los veranos en estas singulares piscinas. Aún lo hacen algunos valientes jóvenes amantes de la vida natural.

No hay balneario mejor.

El conjunto de las Calderetas se aprecia y disfruta en este audiovisual elaborado por Chusé Lois Paricio:

Desde las Calderetas sale una senda hacia la izquierda que a través del matorral y los peñascos lleva hasta el cauce del río Alfambra, aguas abajo de las ruinas del molino de Barberán.

Por la otra orilla pasa la senda del GR 199 Ruta de los Chopos Cabeceros del Alfambra. El silencio, la soledad y el conjunto que forman el río, los viejos árboles y los roquedos constituyen un paraje de gran belleza.

Imagen invernal del río Alfambra antes de llegar a la desembocadura del Penilla

Siguiendo aguas abajo la desdibujada senda y realizando algún vadeo se alcanza la desembocadura del río Penilla. Se produce cuando el Alfambra comienza un tramo de estrechos.

En verano, cuando el Alfambra se seca, se forman pozas profundas que también invitan al baño. Eso sí, en un entorno umbrío.

Por otra parte, desde las Calderetas sale hacia la derecha una corta senda que acerca a un fantástico mirador natural del acantilado abierto por la erosión fluvial y los desprendimientos del roquedo.

Las sabinas negrales se aferran a las fisuras de la caliza y siguen su estrategia de máxima resiliencia y de austeridad. Pueden llegar a hacerse muy largamente centenarias como han estudiado el equipo de Chechu Camarero (IPE) y Miguel Ortega (Espacio Roldán) en la sierra de Guara. A pesar del escaso grosor de sus retorcidos tallos. A pesar de su humilde aspecto.

Y, un poco más adelante, tras el meandro, el mirador asoma a uno de los rincones secretos de este agreste rincón de la cordillera Ibérica. Y se asoma sin profanarlo, desde el respeto a un lugar tan especial. Y a sus habitantes.

Por la margen izquierda, el GR 199 permite acceder al otro extremo de este profundo estrecho y disfrutarlo de toda su grandeza e integridad.

En unos tiempos en los que cada vez más barrancos se llenan de pasarelas y de multitudes pensamos que hay que preservar algunos espacios, aunque sean reducidos, para lo salvaje. Preservarlos, en lo posible, de los hierros, de las basuras y de los ruidos.

La nutria nos lo agradecerá.