VISITA DEL IES SALVADOR VICTORIA
13 de mayo. Mañana soleada y cálida en Aguilar del Alfambra. Nos visitan las alumnas y alumnos de 3º de ESO del IES Salvador Victoria de Monreal del Campo acompañados por sus profesoras Marisa y Yolanda. El propósito es relacionar lo aprendido en el aula en las áreas de Geografía Física y Humana, y de Biología y Geología con el entorno de un territorio concreto: el Alto Alfambra.
Nos juntamos en el Aula de la Naturaleza. Comentamos qué es en Aragón un parque cultural y qué características, objetivos y forma de trabajo tiene el Parque Cultural del Chopo Cabecero del Alto Alfambra, un territorio cercano al valle del Jiloca pero poco conocido entre sus gentes.
El alumnado toma sus notas y sus fotografías para confeccionar su cuaderno de campo.
Salimos del pueblo. Pasamos junto a la ermita del Santa Cristo. Es una oportunidad para relacionar la religiosidad popular de los siglos XVI y XVII, periodo de la Contrarreforma, con la multitud de monumentos construidos en estilos barroco y neoclásico, algunos de grandes dimensiones, otros menores, como esta ermita. Construcciones que jalonan el paisaje.
Y, al poco, junto al molino comenzamos a ver unos grandes chopos cabeceros. Unos árboles que resultan familiares a las alumnas y alumnos pues son comunes en sus localidades de origen.
El molino harinero de San Antonio nos dio la ocasión de hablar de las pequeñas industrias que aprovechaban el agua para producir energía en un río de escasos e irregulares caudales y hacerlo compatible con el riego de los campos.
En el entorno, fuimos encontrando multitud de pequeños huertos familiares que aprovechaban el agua de estas acequias. En su mayor parte estaban cerrados con muros de piedra y tenían pequeñas dimensiones. Hoy, en su mayor parte, están abandonados.
Seguimos avanzando y llegamos a un área recreativa muy sombreada. Había una zona de juegos infantiles y otra, más moderna, para que hicieran ejercicio los ancianos. Esto permitió debatir sobre los cambios demográficos de estos pequeños pueblos durante las últimas décadas, en los que la mayor parte de la población tiene edades avanzadas.
Y dedicamos un rato a hablar de los chopos cabeceros y a esta manera de manejar al chopo negro en el sur de Aragón, de su gestión tradicional , de su aprovechamiento, de su edad, de su valor ambiental, de su singularidad … y de sus posibilidades como espacio de ocio en la naturaleza.
Muy cerca, los campos se iban haciendo más grandes. Y muchos también tenían muros construidos con la técnica de la piedra seca, aunque no eran tan altos. Estaban construido para limitar el acceso de los rebaños en las propiedades.
Estos muros son, también, unos ecosistemas muy singulares pues ofrecen lugar para esconderse y criar a pequeños animales y un soporte para desarrollarse organismos sencillos como los líquenes, de los que había varias especies.
En otras zonas, los campos estaban rodeados por setos con árboles y arbustos, un paisaje agrario mucho más común en la Europa atlántica que en la mediterránea. Su valor ambiental es todavía mayor.
Y así, entre unas cosas y otras, llegamos al río Alfambra.
Y fue la ocasión de hablar de un río que tiene un recorrido muy singular. De un río que nace al pie de la montaña más alta del sur de la cordillera Ibérica, el Peñarroya (2.028 m.) y a tan solo 72 km del mar en línea recta, que se dirige primero hacia el norte y traza un arco mientras cruza la sierra de El Pobo en Galve para encaminarse hacia el sur. Es el río que al unirse al río Guadalaviar, forma el río Turia. Un río que tiene un caudal modesto e irregular, muy influido por el régimen mediterráneo de precipitaciones, pero que conserva un régimen natural. Un río de montaña con rápidos y cascadas, con un tramo de relieve suave en el que traza meandros …
… y con otro que atraviesa rocas muy duras y forma hoces.
Y, a la sombra de los viejos chopos cabeceros, aprovechamos para descansar y almorzar.
Retomamos el paseo siguiendo la corriente del río.
En una zona quedaron bien a la vista las rocas. Se trataba de arcillas y areniscas que estaban formando estratos dispuestos en horizontal. Estas arcillas son muy solicitadas por la industria azulejera por su buena cualidad para hacer gres. En este valle hay proyectos para abrir explotaciones mineras a cielo abierto, como la que existe en Galve.
Fue una buen sitio para comprender la erosión lateral que realizan los ríos en aquellas zonas en las que los estratos son de desigual dureza y están en estratos horizontales.
La erosión de las arcillas, rocas blandas, provoca el desprendimiento de bloques de arenisca, roca más dura. Así se van ensanchando los valles.
Cruzamos la carretera y entramos en un paisaje en dehesa con prados y grandes árboles, casi todos chopos cabeceros pero también sauces que tenían esa misma forma de árbol trasmocho.
Eran sauces, aquí conocidos como sargas.
Y nos fuimos acercando al Cerro, el monte que se levanta detrás de Aguilar del Alfambra.
Las rocas que forman estos montes proceden de sedimentos que se depositaron en ambientes fluviales y costeros en un periodo comprendido entre el final del Jurásico y el principio del Cretácico, un momento de la historia de la Tierra en el que los dinosaurios se encontraban en su esplendor. No es raro encontrar huesos de estos grandes reptiles y, todavía más fácil es hallar huellas de los mismos. Encontramos un panel que reproducía los rastros de dinosaurios herbívoros y carnívoros de un yacimiento cercano.
Una evidencia de estos ambientes litorales fue el encontrar rizaduras producidas por el oleaje que se habían fosilizado en unas areniscas.
El Cerro le obliga a girar al río hasta que este se abre paso en los estratos casi verticales de rocas calizas. Es el Estrecho y la senda termina allí. Nosotros continuamos la excursión comenzando el ascenso hasta la ermita de la Virgen de la Peña. El paisaje era espectacular.
Y, ya en el mirador, identificamos algunos pueblos y montañas, de las sierras de Gúdar y de El Pobo. Entramos en la ermita, muy bien cuidada, y vimos los restos del castillo, una fortaleza de la época del avance del reino de Aragón.
Volvimos hacia el pueblo por el camino que faldea el cerro mientras divisábamos el territorio recorrido a lo largo de la mañana.
Rato de descanso y de comer en Aguilar.
Y por la tarde, fuimos a visitar la quesería «Hontanar» y la granja de ovejas.
Es la industria del pueblo y crea puestos de trabajo suficiente para que se haya reabierto la escuela, cerrada desde hacía más de treinta años. No es fácil gestionar una granja de más de mil ovejas lecheras. Organizar los espacios, separar las madres de las que tienen que estar cubiertas, destetar a los corderos, controlar la producción de cada una ….
Y, todavía más difícil es elaborar un queso de calidad que pueda competir en las grandes cadenas de distribución ante quesos producidos por grandes empresas. Pero en Aguilar lo consiguen.
¡Cuántas sorpresas ofrecen los pequeños pueblos!