DISCRETOS ILUSTRADOS DE JORCAS: MIGUEL VILLARROYA PÉREZ

En la publicación Historias de vida de la inspección. Referentes en la Historia de la Educación española que resume este artículo[1],encontramos biografiado a un hombre prácticamente desconocido entre los turolenses dedicados o no al Magisterio. Sin embargo, su labor pedagógica y organizativa en el ámbito de la Enseñanza, tan precaria en el siglo XIX español,  fue de gran importancia para esta provincia donde decidió aplicar y desarrollar todas sus capacidades. Ese hombre fue Miguel Villarroya Pérez, el primer Inspector del Cuerpo de  Enseñanza de la provincia de Teruel[1], director de la Escuela Normal, impulsor de la reapertura de la Escuela Normal de Maestros y de la creación de la Normal de Maestras.

Quién fue Miguel Villarroya Pérez.

En 1819 D. Melchor Trigo[2],sacerdote de Ababuj encargado también de  la parroquia de Jorcas, bautizó a un recién nacido, Miguel Villarroya Pérez[3],en cuya formación y futuro iba a tener gran influencia porque en el medio rural del momento, los sacerdotes eran referentes y guías intelectuales de las familias con escasos recursos económicos pero deseosas del mejor porvenir para sus hijos.

La citada publicación nos dice que Miguel Villarroya Pérez nació en Jorcas probablemente en el seno de una familia de pequeños campesinos con varios hijos, pero no quiénes ni cuántos fueron los maestros de niños que regentarían la escuela local de primeras letras durante su niñez. El chico debía ser despierto, tal vez monaguillo de mosén Melchor quien, al finalizar el tramo escolar, quizá habló con los padres aconsejándoles su  ingreso en el seminario de Teruel, advirtiéndoles que, si bien ya no era ninguna panacea ser sacerdote entonces, el Seminario podía aportarle formación y contactos de provecho el día de mañana teniendo en cuenta que la Constitución de Cádiz[4] había dedicado varios artículos a la urgente necesidad de alfabetización y educación de la ciudadanía como piedra angular del progreso nacional.

El chico se marchó al Seminario en torno a 1832 y allí realizó los estudios de latinidad, profundizando en el conocimiento de la gramática, el latín y otras ciencias, es decir, el equivalente a la enseñanza secundaria que posibilitaba el acceso al Bachiller en Artes, imprescindible para poder seguir cualquier estudio universitario y, en su caso, las materias encaminadas a recibir las sucesivas órdenes eclesiásticas.

Durante esos  años estudiantiles Miguel vivió de cerca el progresivo avance desamortizador, las convulsas relaciones entre Estado e Iglesia y,  sobre todo el inicio de las  guerras civiles entre  los seguidores de Isabel II contra los de su tío Carlos de Borbón, de las cuales, la primera (1833-1839) fue la más larga y sangrienta en la provincia turolense, especialmente para los pueblos del Maestrazgo y aledaños desde 1835.

No obstante él siguió, fue al Seminario Conciliar de Zaragoza, en esos momentos con sede temporal en el edificio del Seminario de San Carlos, y cursó un año de  Filosofía y Teología.

Al finalizarlos, la Ley de instrucción primaria de 21 de abril de 1838 y el Reglamento de exámenes para maestro de escuela elemental y de escuela superior de  instrucción primaria ofrecieron la oportunidad de convertirse en maestro de niños a quienes, igual que él, poseían tanto una formación académica como el refrendo moral ante la Junta Provincial al haber sido antiguo estudiante en el Seminario.  Y optó por el Magisterio

De manera que en 1839, mientras se inauguraba en Madrid el 8 de marzo, la Escuela Normal Central que dirigiría Pablo Montesino, a los  20 años Miguel Villarroya obtenía en Teruel el título de maestro, algo que, como había augurado mosén Melchor, iba a serle de gran utilidad.

Según Lourdes Alcalá  y José Luis Castán, estar ejerciendo […] el magisterio en las escuelas de la capital [Teruel],  la cercanía al poder[5] y su capacidad de trabajo fueron bazas decisivas para optar a las becas […][6] de formación en la mencionada Escuela Normal Central e ir pensionado por la Diputación de Teruel durante dos años (1842-1844).

Allí conoció a algunas de las  personalidades más influyentes para la enseñanza española de la época. Al finalizar sus estudios, Miguel Villarroya volvió a Teruel con el título de profesor de la Normal decidido a quedarse definitivamente en la provincia donde desarrollaría toda su carrera.

El nuevo título lo facultaba para dar clases en el Instituto Provincial de Secundaria donde enseñó Matemáticas, Física, Química e Historia Natural  compaginando esas clases con las  de  la Escuela Normal y en 1849, tras la creación del primer Cuerpo de Inspección que tendría por objeto, no solo la formación de maestros a través de las preceptivas clases sino también y sobre todo ser el enlace directo entre los docentes en ejercicio y las autoridades, se incorpora al nuevo cargo.

La Gaceta de Madrid publicó el 31 de mayo de 1849 el nombramiento de los cuarenta y nueve primeros inspectores provinciales y seis generales, entre ellos estaba el de Teruel que era  Miguel Villarroya Pérez. Tenía 30 años, tomó posesión a principios del curso escolar 1849-1850 y prosiguió en su labor hasta 1858-59.

Entre 1851 y 1855 su hoja de servicios revela que realizó 390 visitas en pueblos de la provincia a otras tantas escuelas de niños y 180 de niñas, formó parte de numerosos tribunales de oposición y participó en 71 Comisiones de la Junta Superior[7], colaboró activamente con Pedro Pablo Vicente en el periódico La Concordia, publicó en el Boletín Oficial de la provincia instrucciones precisas para que los maestros cumplieran los preceptos establecidos en la ley, en cuanto a presupuestos, dotaciones y gastos, libros de texto y exámenes y materiales didácticos.

Como también señalan Alcalá y Castán, Durante su etapa como Inspector, Miguel Villarroya mereció el elogio de las instituciones provinciales y del Gobierno, aun a pesar de ser muy crítico con el funcionamiento de las juntas locales y con el poco interés mostrado por los ayuntamientos con respecto a las escuelas de primera enseñanza. Así, en la Revista de Instrucción Primaria, el nombre del inspector de Teruel, figura en varias ocasiones entre los más reconocidos de las provincias españolas por “la labor que realiza con las escuelas y los maestros, y por su buen celo y acierto con los que lleva sus deberes[8] como por los propios maestros que se sentían respaldados y escuchados por un representante del  Ministerio verdaderamente comprometido con sus funciones profesionales.

Poco antes de dejar su puesto en la Inspección, publica junto a su amigo y compañero en las labores profesionales e impresor, Pedro Pablo Vicente, un sencillo pero muy práctico manual para la enseñanza aritmética en las escuelas elementales titulado Elementos de aritmética teórico práctica, cuya necesidad y utilidad metodológica fue muy reconocida por la Dirección General de Instrucción Pública que, en 1871, lo incluye entre sus donaciones a las Escuelas primarias, considerándolo uno de los 119 libros básicos de las bibliotecas populares.

Y en 1858 Miguel Villarroya pasa a desempeñar el cargo de Director de la Normal turolense.

El paso a la dirección de la Escuela coincidió con la promulgación de la Ley Moyano que, entre otros aspectos de importancia, aumentaba el nivel de conocimientos y formación para los y las aspirantes al título de Magisterio, indispensable en lo sucesivo para ejercer la profesión y la reapertura de la propia Escuela Normal que había estado cerrada durante algún tiempo.

Uno de los mayores logros de la etapa de Miguel Villarroya como director fue conseguir, en tiempo récord, la puesta en funcionamiento de la Escuela Normal de Maestras con enorme éxito de matrícula y resultados.

No obstante, el celo profesional del equipo directivo se veía frecuentemente enfrentado a la precariedad de medios y la incomprensión de las autoridades provinciales que aprovecharon las circunstancia de la caída del régimen isabelino y la entrada en vigor de una nueva Ley de Instrucción que suprimía las Escuelas Normales potenciando los institutos de Enseñanza. De hecho las dos Normales se clausuraron antes de iniciarse el curso 1868-69.

Miguel Villarroya, cansado, desilusionado y con una endeble salud pese a no llegar a los 50 años,, pide una licencia, se aleja del mundo del poder y deja la dirección. Fallece en Teruel el 5 de junio de 1869.

En la prensa solo hemos encontrado esta pequeña reseña de su fallecimiento.

Lucía Pérez García-Oliver (Jorcas)

NOTAS


[1] Quiero expresar públicamente mi agradecimiento al equipo de investigadores por la publicación del libro que recoge esta biografía. L. P. 


[1]Gaceta de Madrid, 31 mayo 1849. 

[2]Guia del estado eclesiástico seglar y regular de España e Indias para el año 1818, Madrid, Imp. De Sancha, 1818, p. 332.

[3] V.V.A.A.,  Historias de vida de la inspección. Referentes en la Historia de la Educación española, Coord. J.L. Castán, Madrid, Anaya, 2021, p. 23

[4]Constitución española de 1812, Artículos 366 al 371.

[5] Parece que Miguel Villarroya simpatizaba con el liberalismo moderado de Francisco Santa Cruz,  Jefe Político de la provincia de Teruel.  V.V.A.A.,  Historias de vida… op. cit., p. 25

[6] Ibidem, p. 26.

[7] Ibidem, p. 38.

[8]Ibidem, p. 44