EL CASTILLO DE JORCAS

UN NUEVO PANEL SOBRE ESTA FORTALEZA MEDIEVAL

El emplazamiento, entre la oportunidad y la limitación

El Castillo de Jorcas se asienta sobre la cumbre de un crestón rocoso que domina el casco urbano, en la margen izquierda del barranco del Regajo. El emplazamiento elegido tiene buenas cualidades defensivas, por sus escarpes e importantes desniveles; pero también impone significativas limitaciones de uso y exige una gran capacidad de adaptación a su difícil orografía.

Cerro del castillo de Jorcas. Figura: PRAMES

De castillo andalusí a defensa fronteriza del Reino de Aragón

Con anterioridad a la actual fortaleza, en este mismo enclave hubo un pequeño castillo andalusí, del que se conservan escasas estructuras visibles, como unas hiladas en la base de un muro de sillar. Dentro de la política de consolidación de la frontera meridional del Reino de Aragón frente al beligerante Califato Almohade, Alfonso II entregó esta fortaleza al obispo de Zaragoza, que debía asegurar su defensa y la repoblación del territorio asignado; dicha cesión se realizó poco tiempo después de la conquista aragonesa, en una fecha no precisada entre 1184 y 1196. Ya en tiempos del obispo Ramón de Castrocol, la Mitra de Zaragoza entregó el castillo al rey Sancho VII de Navarra (“el Fuerte”) como garantía de un préstamo (1214), retornando a manos del obispo Sancho de Ahonés en 1221.

En un primer momento, los escasos pobladores de Jorcas vivirían en el escaso espacio existente en el cerro del Castillo, al amparo de las estructuras defensivas existentes. Posteriormente, acabaron desplazándose al actual emplazamiento del casco urbano.

Desconocimiento sobre su renovación

La antigua fortaleza andalusí debió mantenerse tras la conquista aragonesa durante varias décadas, realizándose únicamente las reformas necesarias. Pero es posible que a lo largo del siglo XIII se renovase totalmente, tal y como sucedió con los castillos de Linares y Puertomingalvo (también de la Mitra de Zaragoza) en tiempos del obispo Sancho de Ahonés.

Tiempos de guerra, un castillo funcional

Es escasa la información documental disponible del castillo durante la Baja Edad Media. Sabemos que a mediados del siglo XIV la fortaleza contaba con un alcaide; se trata de una etapa de gran tensión con el Reino de Castilla, que culminará con la Guerra de los Dos Pedros. En ese momento, el castillo seguía siendo el centro neurálgico del señorío, albergando las funciones esenciales del mismo, a distintos niveles:

– Simbólico: era el edificio que representaba el poder señorial y que albergaría la torre del homenaje, teórico escenario del juramento de vasallaje.

– Residencial: en él viviría el alcaide. Eventualmente, también pudo alojar a algún prelado.

– Económico-administrativo: en el granero señorial situado en el mismo, se acopiaban las rentas en especie.

– Jurisdiccional: en él se encontraba la mazmorra, símbolo de la justicia señorial.

– Militar: era la principal posición defensiva del señorío, aunque esta función solo la ejercería en momentos de peligro, careciendo de guarnición permanente en tiempos de paz.

En esas fechas y en los siglos posteriores, Jorcas formaba parte, junto con Linares de Mora, Puertomingalvo, Castelvispal y Miravete de la Sierra, de las conocidas como Cinco Villas del Obispo del Sureste del Reino.

Concluye del Medievo, tiempo de abandono

Pero a finales del siglo XV, al acabar los recurrentes conflictos dinásticos que asolaron el Reino durante esa centuria, la fortaleza debió iniciar un periodo de paulatino abandono. Además, se situaba en un emplazamiento muy incómodo para seguir desempeñando algunas de las funciones originales, como la residencial o la de granero señorial. Por ello, el castillo de Jorcas, al igual que el de Miravete de la Sierra, quedó fuera del proceso de renovación arquitectónica de las fortalezas del arzobispo, acometido en los castillos de Valderrobres, Albalate, Cutanda y, en menor medida, Puertomingalvo y Linares.

Un informe para el arzobispo

Cuando el 13 de julio de 1532, a inicios del episcopado de Fadrique de Portugal, una comitiva visita el castillo para verificar su estado de conservación, este ya llevaba mucho tiempo en desuso. La construcción se encontraba en un lamentable estado de ruina; todas sus estancias tenían los tejados caydos en tierra y la mayor parte de las paredes estaban danyadas o dirruydas. Los antipechos que protegían la subida a la fortaleza estaban todos dirruydos y en tierra, salvo que hay algunos pedaços en piet. También estaba caydo en tierra un pedaço de la paret del muro (del recinto defensivo) del dicho castillo. Un indicio del largo periodo de abandono era que no se recordaba el uso de nueve de las estancias. Tan solo se identifica la mazmorra y el granero donde solían poner los panes, posiblemente las últimas instalaciones utilizadas; pero incluso estas, se encontraban en ruinas.

En el viaje de Labaña

 Casi ocho décadas después, el 29 de marzo de 1610, Juan Bautista Labaña visitó Jorcas en su itinerario por el Reino de Aragón. El geógrafo portugués hace referencia a un castelette situado em huas peñas, a cuyos pies está el pueblo; aún se conservaban construcciones suficientes como para identificar fácilmente el viejo castillo. Pero, poco a poco, las ruinas se fueron degradando más y más, y sus piedras debieron ser reutilizadas en otros edificios del pueblo. Y ya en el siglo XX, sobre su emplazamiento se construyó un pequeño depósito de agua, actualmente fuera de uso.

Un nuevo panel informativo

Recientemente se ha instalado en la senda de acceso al castillo un nuevo panel con la información que actualmente se tiene sobre esta fortaleza. El texto y algunas imágenes han sido elaboradas por el arqueólogo Javier Ibáñez. Desde aquí nuestro agradecimiento por su generosa colaboración.

La lectura de este panel …

… nos permitirá ver los restos de esta fortaleza con otra mirada. ¡Seguro!

Chabier de Jaime Lorén