EL NIÑO, LA ACEITERA Y EL CHOPO
La mañana del 3 de mayo había salido fría en Jorcas. Y eso lo sabíamos todos yendo preparados con la zamarra para pasear. Una ruta senderista con los alumnos del C.R.A. Teruel 1 (desde 3º de Primaria a ESO) por la ribera del río Alfambra hasta la localidad de Aguilar del Alfambra. Ese paseo iba dirigido y organizado por nuestro amigo Chabier de Jaime, gerente del Parque Cultural del Chopo Cabecero del Alto Alfambra.
Nuevamente este profesor y naturalista nos adentraba hacia un entorno mágico y aunque cercano a nosotros, por descubrir. El sendero estaba lleno de sorpresas y aprendimos muchas pero muchas cuestiones relacionadas con el chopo cabecero, las plantas, los insectos, las piedras, el río y todo su conjunto natural.
Mañana de luz potente, de nubes que iban y venían. Un río que bajaba con fuerza dejándose escuchar entre los meandros que formaba. Chabier de cuando en cuando recogía al grupo para contarnos historias fantásticas de ese lugar con encanto. Entre saucedas y chopos, por ejemplo, vimos acequias, un molino y un azud explicándonos su papel. Hablaba de las construcciones hechas mediante la técnica de piedra seca que iban apareciendo entre campos de trigo y cebada. También descubrimos que el río formaba islas naturales y que la fuerza del agua arrastra sedimentos, grava y rocas modificando constantemente el espacio. Ríos vivos que se comportan de forma equilibrada, lógica y coherente en sus largos viajes. Porque para ellos, nada sobra y todo tiene su sentido.
… y Chabier nos comentaba que cuando saca la flor el vizcodero, ya se pueden plantar las tomateras.
Pero aún hay más todavía porque nos ilustró sobre la planta diente de león y yema de oro.
Aprendimos que los chopos pueden ser machos o hembras según el tipo de flor que tienen y que ahora estaban llenos de unas vainas con un líquido que hace de anticongelante y su función de funda es proteger a las diminutas hojas que han nacido. En breve, esas vainas se expulsarán y las hojas se abrirán mostrándose cada vez más grandes.
La aceitera si la molestamos produce un líquido tóxico que puede irritarnos la piel. Pero fijaos que aprendimos que las avutardas, aves de mayor peso de la península, les encanta comer aceiteras porque esa sustancia que produce, aunque tóxica, les ayuda a eliminar parásitos internos y eso hace que sus plumas de la cloaca sean más blancas y atractivas para las hembras. Como podemos constatar, todo tiene un sentido en la naturaleza y ese equilibrio hay que intentar no destruirlo.
¡Hasta pudimos ver la nave con las ovejas y corderos de la raza ovina Assaf …
y cómo las ordeñaban!.
Después, degustamos varios tipos de queso que producen y hasta compramos alguno.