LECCIONES DE LOS PUEBLOS. JUGAR A LA MORRA
O COMO CONSERVAR UN PATRIMONIO INMATERIAL HISTÓRICO, SOSTENIBLE, TRANSVERSAL, EDUCATIVO, DEMOCRÁTICO Y MUY, MUY BARATO
Desde hace algún tiempo hay un juego que se ha vuelto a poner más de moda que nunca en nuestros pueblos: la morra.
Para tener una visión breve y general de la expansión y antigüedad de dicho juego resulta interesante leer el artículo publicado en la página de Internet https://culturacientifica.com/2018/06/13/la-morra-jugando-a-contar-con-los-dedos/ por Raúl Ibáñez, profesor de Matemáticas de la Universidad del País Vasco que, además, aporta una sucinta bibliografía[1].
El mencionado artículo recorre las diversas variantes que, como en la morra, emplean los dedos para jugar, comenta también la pervivencia conseguida por el juego y su expansión por todo el mundo hasta hoy, señala los diferentes usos que les han dado y dan colectivos y edades, las vicisitudes que ha sufrido en determinados momentos de la Historia y los enfoques, tanto pedagógicos como de convivencia intergeneracional e intercultural, que favorece.
Ese artículo es también un resumen de lo escrito desde el siglo XIX por algunos viajeros, historiadores y arqueólogos alemanes, italianos y franceses principalmente, tras observar en tumbas egipcias y escenas decorativas de mármoles o cerámicas griegas y etruscas[2] su repetida representación unida en principio al rito adivinatorio del futuro, no al entretenimiento en que se convertiría posteriormente.
En efecto, los viajeros e interesados por las antigüedades del siglo XVIII y los estudiosos desde el XIX en adelante, señalan en las pinturas funerarias de la necrópolis de Beni Hassan (Egipto) h. 2150 a.C. la presencia de dos figuras sentadas cara a cara sacando la mano derecha al mismo tiempo e indicando una cifra con los dedos, cuya suma total –la de sus dedos y los del adversario- supuestamente dicen a la vez.
La ubicación de dichas escenas o el significado de otras que se encuentran junto a ellas indican que se trata de una representación ritual, de un acto serio dirigido a personas involucradas significativamente en él.
Veronique Dasen, al estudiar estas escenas en la cerámica, habla de un juego prenupcial de la antigua Grecia que a mediados del siglo V a.C. practicaban jóvenes en parejas la víspera de casarse, sobre todo muchachas, siguiendo reglas de habilidad y azar similares a las que más tarde regirán el divertimento actualmente conocido en amplias zonas de Mediterráneo con el nombre italiano de morra (en francés mourre o mourra), pero con técnica y objetivos diferentes[3].
Por tanto, lo que en las pinturas egipcias y griegas se trataba exclusivamente de un juego ritual adivinatorio sobre el destino de las personas y de las muchachas casaderas[4] en particular, pasó al mundo antiguo romano bajo el nombre de micare (estremecerse, temblar) digitis (los dedos) pero, con el avance de la observación astrológica y la interpretación más empírica de las “señales”, esas técnicas de “adivinación natural”, resultado de “las suertes”, fueron perdiendo credibilidad hasta el punto de considerarlas peligrosas y aconsejar su prohibición y/o persecución[5].
Consecuentemente, la morra se considera un juego de azar y apuesta entre niños o especialmente de dinero entre hombres.
De este modo, ya en el periodo de la República tardía Cicerón (106-43 a. C.) escribe: ¿Qué es la suerte? Algo así como el juego de micare (morra), los tejos o los dados en los que todo nace de la casualidad, no de la razón y la interpretación reposada. Su técnica fue inventada para engañar, para sacar provecho, para inducir a la superstición o inducir al error ¿Qué magistrado o varón ilustre recurre a ella?[6] Para entonces, incluso como juego, la morra era una diversión de dudoso prestigio que practicaban generalmente los hombres adultos de las clases bajas: los esclavos y la soldadesca.
Con esa valoración debió llegar a nuestros territorios. Pero, ¿cuál es el origen de su nombre? No hemos encontrado respuesta convincente, aunque sí variadas teorías de formas y significados verbales antiguos y de carácter topográfico que identifican el término con municipios en colinas o lugares montuosos que sobresalen en el paisaje A qué responde esa identificación con la denominación del juego es todavía una incógnita a la que solo el estudio de las etimologías y lenguas antiguas podrán dar solución.
Con todo, se apunta casi siempre un origen italiano, pero los diccionarios de esa lengua no ofrecen una explicación clara sobre los étimos del término que parece estar acuñado sólida y mayoritariamente con rr yaa principios de la Alta Edad Media.
Tal vez por su carácter de juego plebeyo de apuesta, conocemos muy pocas representaciones pictóricas o escultóricas en el arte cristiano medieval pero eso no significa que no se jugara. Por si los romanos no habían dejado la huella del juego en la Península, la llegada de los musulmanes llamados por D. Rodrigo lo expandió porque ya en el siglo VIII d. C. era muy popular en los países norteafricanos (donde se conocía con el nombre de mukharaja), de manera que, entre unos y otros, se quedó y lo que es más, se transmitió de generación en generación siglo tras siglos por los territorios del Imperio español en Europa y al otro lado del Atlántico. La imagen más generalizada de su práctica era ya la de un grupo masculino de jugadores al aire libre, en las inmediaciones de una taberna o bar o en el interior de esos locales consumiendo alcohol.
Sin embargo, hay pocos artistas del barroco europeo que se hayan fijado en este juego como tema de pintura, cosa que sí hicieron con otros de la misma categoría (cartas o dados, tabas, etc) van Leyden, Murillo o de la Tour, por ejemplo. Por eso son interesantes las obras de Johan Liss (alemán) Karel Dujardin(holandés) y del Francesco Giacomo Cipper, pintor austriaco, aunque muy pronto afincado en Italia, que se dedicó sobre todo a pintar escenas de la vida de las clases inferiores.
No sabemos si, cuando llegaron los españoles y portugueses, en tierras americanas ya tenían alguna diversión similar, es muy posible. Lo cierto es que primero con la invasión colonial de aquellas tierras y luego con las continuas migraciones europeas hasta la primera mitad del XX, la morra iba en los barcos como lo reflejan no solo las numerosas pinturas e imágenes gráficas
En España ha estado especialmente arraigado en las tierras interiores, más rurales, de la Antigua Corona de Aragón y, concretamente, en la provincia de Teruel, se ha practicado y practica con gran maestría en muchos pueblos entre los cuales está Jorcas.
Pero es en Italia donde las escenas del popular juego de la morra han sido más veces representadas por los artistas, sobre todo desde finales del siglo XVIII y XIX
Como otros juegos antiguos, entre los mayores valores a reivindicar de la morra es ser una de las formas más baratas, ecológicas, sostenibles y democráticas del mundo para divertirse dos o más personas de cualquier edad, sexo, profesión, religión, clase social e idioma. Solo hacen falta los dedos de las manos y un acuerdo de normas a respetar entre los jugadores
Naturalmente no voy a explicar cómo se juega a quienes no solo lo sabéis mucho mejor que yo sino que estáis en disposición de enseñarlo y compartirlo con la siguiente generación. Todo lo demás: premios, voceos o no, horario y lugar depende de la imaginación de los participantes.
Sobre el tratamiento y consideración del juego como parte del Patrimonio Inmaterial, resultan fundamentales e imprescindibles los trabajo de Pascal Colletta[7] muy bien documentados sobre todos los aspectos del juego. Asimismo es especialmente ilustrativa, la consulta de https://www.memoires-millenaires.com/tous-les-livres/jeu-de-la-mourra para ver cómo se conserva y se plantea seriamente desde el respeto y la naturalidad, con exquisita sencillez, la conservación y evolución dinámica de este elemento lúdico.
Ahora, a divertirse.
Lucía Pérez García-Oliver (Jorcas)
[1] IFRAH, G., Historia universal de las cifras, Espasa Calpe, 2002; LAFAYE, G., Micatio, DAGR (Dictionnaire des antiquites grecques et romaines, dirigido por C. Daremberg, E. Saglio, E. Pottier y G. Lafaye, entre los años 1873 y 1919), pag. 1889-1890; FALKENER, E., Games, Ancient and Oriental, and how to play them. Longman, Green and Co.,1892; PERNY P., Grammaire de la langue chinoise orale et écrite, Maisonneuve, Leroux, 1873. Versión online en la Gallica, Biblioteca Nacional de Francia; MATAS, M., El juego de la Morra, PCISA, Patrimonio Cultural Inmaterial de la Sierra de Albarracín, 2017; ASOCIACIÓN CULTURAL BONANZA, La Morra, uno de los juegos más antiguos del mundo, Publicación con motivo del XXII campeonato provincial de Morra, 2015. Torres de Albarracín (Teruel-Aragón), Asociación Cultural Bonanza, 2015.
[2] DUBOIS-MAISONNEUVE, M., Introduction a l’étude des vases antiques d’argile peints vulgairement appelés Étrusques […] Paris, Imp. De P. Didot L’Ainé, 1817, planche XLIV, p. 94
[3] DASEN, V., “Jeux de l’amour et du hasard en Grece ancienne “ en Kernos, Revue internationale et pluridisciplinaire de religion grecque antique, 29, 2016, p. 73–100 pp. 85 y siguientes.
[4]HOFFMANN, H. , Sotades: Symbols of Immortality on Greek Vases, Oxford, 1997, p. 141.
[5] MONTERO, S., ‘Mántica inspirada y demonología: los harioli” en L’Antiquité Classique 62, 1993, pp. 115-129. Del mismo autor: “Adivinación y esclavitud en la Roma antigua” en ’Ilu. Revista de Ciencias de las Religiones, 141, Madrid, Universidad Complutense, 1995.
[6] CICERON, M. T., De divinatione, liber II, 41, 85. CFW Müller, Ed., https://www.perseus.tufts.edu/hopper/
[1] COLLETTA, P., La Mourra Bella: Histoire et histoires d’un jeu interdit (La Sardaigne, la Corse et l’Italue du sud , Nice, Serre, Patrimoine Regional, 2006. Del mismo autor: La Mourra plus qu’un jeu, un des piliers de notre culture, Saint-Laurent-du-Var, Memoires Millenaires, 2020. También existe una novela recientemente publicada por Joaquín Martín titulada Jugando a la morra con Dios. https://cadenaser.com/castillalamancha/2023/05/10/cruz-roja-celebra-en -motilla-un-cafe-de-trabajo-para-mostrar-su-labor-radio-90-motilla/. Véase igualmente la web https://hmong.es/wiki/Mora_(game)