UN LIENZO

Estratos de calizas, margas y areniscas plegados por las fuerzas internas del planeta que levantaron la cordillera Ibérica y después desmantelados por la implacable y sostenida erosión.

El trabajo humano de romper la pendiente de la ladera creando bancales para aumentar la infiltración -y las cosechas- y reducir la escorrentía del agua y la pérdida de suelo, el capital agrícola.

Levantar paredes en el ribazo para sujetar la tierra de los bancales. Y mantenerlos.

Delimitar la propiedad de los prados comunales recién desamortizados con paredes de piedra seca. Y mantenerlos.

Honrar al santo de los viajeros, San Cristóbal, cuando ponerse en el camino era una aventura. Y construirle una ermita en el alto.

Plantar y aprovechar los chopos cabeceros allí donde se guarda la humedad en el suelo.

Y el final de un mundo. Al que sigue la ausencia de la mano campesina durante décadas. El abandono de un jardín de fatigoso cuidado y de escaso fruto.

El inexorable avance de las hierbas y las matas. Y el silencio de las esquilas y el retorno de los corzos.

Los trazos de un paisaje construido en y con la piedra. En Camarillas.