UN TESORO ESCONDIDO EN LA ROCA

Descenso desde la cima del Peñarroya hasta los Caños de Gúdar siguiendo el valle abierto por el río Blanco. Enfrente, la Solana de La Hoz. Nosotros seguimos la pista que baja por la umbría del monte donde se encuentra el Cerrado de Valentín. Se trata de una escarpada y rocosa ladera de casi doscientos metros de desnivel que conecta una muela con el fondo del valle.

Las rocas que afloran en la superficie del valle son materiales sedimentarios químicos depositados por la precipitación de carbonato cálcico disuelto sobre caparazones de moluscos y sobre limos en mares cálidos y poco profundos carbonatados durante el Cretácico. Predominan las calizas, las margas y las dolomías.

En concreto, el peñasco junto al que pasábamos estaba formado por dolomías. Una roca sedimentaria de origen químico, suele producirse a partir de calizas sometidas a la acción de flujos que modifican su composición aportándole magnesio en ambientes marinos de escasa profundidad. Es pues, un carbonato de calcio y magnesio.

En las paredes del peñasco crecían interesantes plantas y nos detuvimos a observarlas con detalle. Allí mismo, las máquinas habían ensanchado la pista a costa del peñasco que aparecía roto dejando a la intemperie sus grietas y cavidades. Unas piedras habían quedado junto a la cuneta de la pista. Unas piedras con unos huecos que contenían un secreto tesoro. 

Era una geoda. Los huecos presentes en las dolomías estaban tapizados por unos finísimos cristales laminares de color blanco y de dimensiones centimétricas. Parecían alguna variante de calcita, aunque no presentaba el hábito romboédrico propio del espato de Islandia. Su origen debió de ser el bicarbonato cálcico que estaba disuelto en el agua que empapaba la roca y que rellenaba los huecos que, tras un lento proceso de precipitación y la presencia de espacio para crecer, permitió la formar cristales.

Los cristales se disponían de una doble manera. Por un lado, en algunas partes de la geoda se presentaban con sus láminas paralelas entre sí, como las escamas de los peces. En otras, estaban intercalados unos con otros llegando a formar maclas y ofreciendo un aspecto tan desordenado como hermoso.

En muchos de los pueblos de la Sierra abundan las leyendas que aseguran la existencia de tesoros escondidos en grutas y que han sido intensamente buscados. Tal vez los tesoros no sean monedas o joyas, sino estas diminutas bellezas que ha formado la Naturaleza a lo largo de los siglos.