CONSERVANDO LOS CHOPOS CABECEROS EN LA ARBOLEDA SINGULAR
NUEVOS TRABAJOS DEL DEPARTAMENTO DE AGRICULTURA, GANADERÍA Y MEDIO AMBIENTE DEL GOBIERNO DE ARAGÓN
Por sus valores ambientales, el tramo de la ribera del Alfambra comprendido entre el límite de los términos de Jorcas y Allepuz y la salida del Estrecho de la Virgen de la Peña, en Aguilar, y el tramo de su afluente el Regajo, entre el núcleo urbano de Jorcas y su desembocadura en el Alfambra, fueron declarados como Arboleda Singular de Aragón Ribera de Chopo Cabecero por el Departamento de Agricultura, Ganadería y Medio Ambiente en febrero de 2018.
Los chopos cabeceros son árboles plantados, cuidados y aprovechados históricamente por los habitantes de estas tierras mediante su desmoche o escamonda. Es decir, la poda de la totalidad de las ramas que crecían en el extremo del tronco a turnos de unos quince años para producir madera de obra, leña y, en menor medida, forraje. La renovación del ramaje se producía al tiempo que el engrosamiento del tronco obteniéndose así unos árboles con dos rasgos: un tronco viejo y una copa jovencísima. Un dos en uno. Una singularidad funcional. Este manejo ha permitido obtener árboles muy longevos, ejemplares que tienen más de doscientos años de edad, que alcanzan el límite biológico de la especie, como se ha descubierto recientemente en una investigación realizada por el Instituto Pirenaico de Ecología.
Estos árboles longevos tienen una gran importancia ecológica por tener mucha madera muerta y numerosos huecos. Desempeñan el papel de los árboles veteranos en los bosques viejos ofreciendo alimento y refugio a una compleja comunidad biológica en la que se incluyen bacterias, protozoos, hongos, algas, musgos, plantas vasculares, insectos, arácnidos, nemátodos, moluscos y una amplia variedad de vertebrados, entre los que destacan mamíferos, reptiles y, sobre todos, aves. Estos árboles no forman verdaderos bosques pero sí unas dehesas fluviales con un estrato herbáceo denso, salpicado de arbustos y de árboles con rasgos seniles. Conforman unos agroecosistemas gestionados desde hace siglos por labradores y pastores.
Los chopos cabeceros están mostrando en los últimos años valores emergentes, tanto en el ámbito ambiental como en el cultural. Hace ya décadas que perdieron su función principal, la de proveer madera para la construcción. En la actualidad, la escamonda de estos árboles ha quedado circunscrita a la producción de leñas para sus propietarios. Hasta hace un lustro tan solo unas docenas de árboles venían siendo podados anualmente para aprovechar la madera. El resto, miles y miles de chopos cabeceros llevaban abandonados a su suerte desde hace décadas pues el valor de la madera no compensaba el precio de su extracción. Vamos, por la falta de rentabilidad en términos de economía de mercado.
Pero lo que hace longevos a los árboles trasmochos es el mantenimiento de su gestión. Es decir, su escamonda en turno. Cuando esta se abandona, las ramas pierden vigor y comienza a declinar su vitalidad, al tiempo que aumenta el riesgo de colapso. Es el problema general ante el que se encuentran los gestores que desean mantener a estas arboledas. Y no hay otra opción que invertir. Es lo que hacen las administraciones locales o regionales en los distintos países europeos que apuestan por su conservación.
Consciente de ello, el Servicio Provincial de Agricultura, Ganadería y Medio Ambiente de Teruel, aplicando las directrices del Plan de Gestión de la Arboleda Singular de Aragón Ribera de Chopo Cabecero desarrolló en el invierno de 2022 una afortunada y exitosa intervención en un tramo situado en el entorno de la desembocadura del río Seco, en el paraje de Prado Lenar, en el término municipal de Aguilar del Alfambra.
En este sector se concentran más de doscientos chopos cabeceros de dimensiones notables y con el turno de poda perdido desde hace décadas. En su mayor parte se encuentran en terrenos que forman parte del dominio público hidráulico y en los que era menor la afección de los trabajos forestales sobre los cultivos agrícolas. Aspectos importantes para facilitar la intervención, algo nada sencillo.
Estos árboles habían perdido el turno de poda hace treinta años o más.
Y necesitaban una intervención
Los trabajos fueron dirigidos por Miguel Ángel Lázaro, Agente de Protección de la Naturaleza de Aguilar del Alfambra, a quien el Servicio Provincial, por su experiencia en la gestión forestal y en el manejo de este tipo de árboles, le encomendó la intervención.
Por su parte, los trabajos de desmoche fueron realizados por el motosierrista Herminio Santafé, de Gúdar.
Los trabajos de escamonda son difíciles y exigentes. Las labores de desramado como las de preparación de los fustes a partir no son tan difíciles pero sí mas laboriosas. El movimiento de las vigas caídas con maquinaria es imprescindible para reducir los costes y poder así intervenir en un mayor número de árboles.
La inversión realizada por el Servicio Provincial y el importe de la madera ha permitido podar 160 chopos cabeceros.
A su vez, dentro de las inversiones incluidas el Plan de Actividades del Parque Cultural del Chopo Cabecero del Alto Alfambra se contemplan cada año trabajos de conservación de álamos negros trasmochos en los pueblos que lo solicitan, como es el caso de Aguilar del Alfambra. De los propuestos en esta localidad, se destinaron 19 ejemplares para su poda en esta intervención.
En total, fueron 179 los árboles escamondados.
Algunos son verdaderos monumentos. Unos monumentos vivos y vigorosos.
Otros árboles, de tronco abierto y grandes huecos , son monumentos deteriorados y en peligro …
Y también van a agradecer su escamonda.
En primavera, los chopos cabeceros tardaron en brotar. Había que reactivar el juego hormonal, una vez perdidas las yemas axilares del extremo de las ramas y eso … lleva su tiempo.
Inevitablemente, el entorno de los árboles quedó alterado tras los trabajos invernales. Ramas rotas, alguna rodada en el suelo, arbustos tronzados … Un par de jornadas de trabajo estival del retén forestal hizo mejorar su aspecto. Gracias también a las personas que colaboraron.
Y, con la primavera bien entrada, ocurrió. Tras décadas de descanso, docenas de yemas durmientes se activaron bajo la gruesa corteza de cada tronco. Docenas de tiernos y pequeños brotes cubrieron cada cabeza.
Una intervención sobre la totalidad de los árboles trasmochos, para que entre la luz a todos ellos a la vez tras el desmoche colectivo.
Al final del otoño, algunas de las hojas de estas jóvenes ramas aún mostraban su verdor …
En esta Arboleda Singular hay unos 4.500 chopos cabeceros. Los 179 que han sido podados en el pasado invierno suponen casi un 4%. Parece poco. Pero todo es empezar. Como dice el refrán, «Un grano no hace granero … pero ayuda al compañero«.
¡Enhorabuena por la iniciativa!