DESCUBRIMIENTOS EN EL PARQUE CULTURAL DEL CHOPO CABECERO DEL ALTO ALFAMBRA

BIENVENIDO MONZÓN MARTÍN, DE CAMARILLAS AL CARIBE Y GRANADA

La  idea, decisión y trabajo de pequeños Ayuntamientos y personas ha hecho posible con un esfuerzo ímprobo y un exiguo presupuesto institucional, la creación y mantenimiento desde 2018 a hoy del Parque Cultural del Chopo Cabecero del Alto Alfambra.

En estos pocos años su reconocimiento oficial nos ha servido a muchos para descubrir que nuestro paisaje, aparentemente falto de encanto y pobre frente a la imagen propagandística del marketing turístico, guarda tesoros cada día más raros, apreciados y buscados: ¿Por qué si no lo eligen especies animales como último refugio para vivir y regalarnos agradecidas solo aquí sus conciertos?

Rocín o alondra ricotí. Foto: Pablo Moya

En él la Naturaleza pone al alcance de nuestros sentidos avellaneras, endrinos, violetas, tomillos, mentas rizadas, lirios, aliagas, sabucos, rosales  silvestres y un sinfín de plantas aquí y allá  que, como escribió sobre Jorcas una niña de 1975, “nos parecen pocas, pero pocas no son porque no caben en las manos”. Por tanto ¿Para qué  esa obsesión de imitar a las ciudades con postizos jardines de flores o plantas “comerciales” en maceteros “de compra” y estatuas,  cuando lo más propio desparrama a cada paso su hermosa presencia en tierra firme sin caros artificios?

                                                                     

Sabuquero en flor

Algunos,  entre los que me incluyo, además de todo eso, cada día recibimos de nuestros pequeños pueblos no solo una lección medioambiental sino también otra intelectual, humana histórica y social mucho mayor.

La inmensa mayoría creíamos que en ellos no había nacido ninguna de las personas que aparecen en los libros de Historia como  “notables” o que, si las había habido, pertenecían a las escasas familias con medios económicos y contactos suficientes para mandarlos a estudiar fuera favoreciendo su ascenso en los círculos de prestigio social ¡Gran error!

Al bucear en los archivos, empezamos a  descubrir una larga lista de personas  que a través de los siglos despuntaron con más o menos gloria y notoriedad en las artes, las ciencias y la educación. Y para más sorpresa, la mayoría no fueron de familias “pudientes” sino hijos de matrimonios humildes, enviados por sus padres casi siempre al Seminario o con algún maestro de gremio para aligerar cargas económicas de la propia casa y labrarse un futuro en la Iglesia o en una profesión. Luego, dónde llegaran en ellas dependía de sus conocimientos, capacidades, trabajo y suerte.

Excmo. y Rvdmo. Sr. D.   Bienvenido Monzón Martín: De  Camarillas al Caribe y Granada.

Es el caso de Bienvenido Monzón Martín, de quien dice su biógrafo[1] que nació el 14 de octubre de 1820 en Camarillas y fue hijo único de Joaquín Monzón, un modesto labrador casado con Teresa Martín, hermana del párroco local al que eligieron como padrino.     

Vista de Camarillas. Foto: Rosa Pérez

Huérfano de madre a los pocos días de nacer, Bienvenido pasó a vivir con su tío mosen Jerónimo recién había salido de la lactancia[2] hasta que, con diez años, volvió a la casa paterna cuando nombraron al sacerdote párroco de Escorihuela y, a cambio de pagar la mitad de los gastos de su sobrino, consiguió convencer a su cuñado para que al curso siguiente ingresara el niño en el Seminario de Teruel y permaneciese  allí estudiando los tres primeros años de Gramática Latina y Humanidades, luego los tres de Filosofía y, posteriormente, la carrera eclesiástica.

Los tiempos no eran fáciles porque la habitual escasez de ingresos del clérigo y del padre se hizo aun mayor durante el periodo de la guerra civil[3] (1ª guerra carlista 1833 a 1840) que tuvo especial incidencia en la provincia de Teruel y muy particularmente en la zona de Aliaga, Camarillas y Maestrazgo.

Al parecer, hacia 1838  cerraron el Seminario turolense. Solo gracias a la ayuda de un familiar de su tío, también clérigo en la iglesia de San Martín de Valencia, el joven Bienvenido pudo trasladarse a esa ciudad y matricularse en la Facultad de Teología, donde fue alumno preferido del famoso canonista José Domingo Costa Borrax, ferviente seguidor del carlismo que inculcó también al estudiante.

  

A punto de cumplir veinticuatro años, el joven seminarista había terminado sus estudios eclesiásticos pero, si quería ordenarse, primero debía obtener un Beneficio eclesiástico o una cátedra, así que su tío Jerónimo habló con el Vicario Capitular de Teruel para que le encargara la cátedra de Teología dogmática que empezó a impartir desde 1846 en el palacio episcopal,porque la guerra seguía y el edificio del Seminario continuaba ocupado por los militares.

                         

De este modo, ese mismo año pudo optar a las órdenes sacerdotales que recibió en Madrid y, de vuelta en Teruel, cantar misa a principios de mayo en la iglesia del convento turolense de Santa Clara, eligiendo otra vez a su tío Jerónimo como padrino eclesiástico.

                                      

Al año siguiente ganó el puesto de cura en la catedral y en 1848 le encargaron también la cátedra de Teología Moral en el Seminario, los sermones catequéticos en la cárcel, Casa de la Misericordia y cuarteles al nombrarlo Subdelegado Castrense, Vocal de la Junta Inspectora del Instituto de Segunda Enseñanza y de la Junta de Archivos provinciales, cargos que desempeña hasta finales de 1849 porque, en 1850, decidió trasladarse a Madrid para doctorarse en todos los grados de Teología.

El  ambiente que rodeó a Bienvenido, amenazado por la inseguridad y el peligro propias de la guerra que había empezado cuando era un niño, en una zona de la provincia de Teruel donde  el carlismo contaba con muchos apoyos, junto a las enseñanzas recibidas de su admirado maestro y ferviente carlista Domingo Costa en el Seminario valenciano, debieron marcar poderosamente su formación y personalidad.

La trayectoria de Bienvenido Monzón se caracterizará siempre por la defensa a ultranza de  los derechos y la posición hegemónica de la Iglesia Católica, apostólica y romana en los territorios españoles y por su fidelidad incondicional a los mandatos de la Santa Sede. Por eso, aunque durante la estancia de 1850 en Madrid, ya sacerdote, aceptó la monarquía  isabelina tras haber recibido de la reina varias distinciones importantes como el nombramiento de Predicador supernumerario de la Capilla Real primero, el de senador vitalicio y el de arzobispado en la isla de Santo Domingo años después, a lo largo de su vida mantuvo una tendencia conservadora y la conexión emocional e ideológica con los grupos carlistas.

En septiembre de 1851 dejó sus cargos en Teruel al ganar la oposición a  una canongía en  la catedral de Valencia, enseguida opositó a la Magistral de San Ildefonso de Madrid y en septiembre tomó posesión de esta plaza. Dos años más tarde volvió a opositar, esta vez para la canongía de Lectoral en la iglesia primada de Toledo, desde la que la reina Isabel II lo propuso al Papa Pío IX para que ocupase la silla arzobispal de la isla de Santo Domingo que había vuelto a la corona española.  Aprobada la propuesta, en presencia de su padre y su tío fue consagrado en la capilla real de  Madrid a principios de abril de1862 y partió rumbo al Caribe.

Allí pasaría tres años trabajando en la organización de la Iglesia Católica, enfrentándose al protestantismo y a la masonería y luchando contra el concubinato en una intensa labor pastoral hasta que ,el año 1865, las Cortes españolas renunciaron a la colonia de Santo Domingo y procedieron a retirarse las personas que habían ocupado cargos importantes en las instituciones dependientes del reino de España, por ejemplo el arzobispo Bienvenido Monzón.

De nuevo en la Península fue preconizado en 1866 para el Arzobispado de Granada, sede que ocupó hasta muerte en 1885, cuando poco antes había sido nombrado arzobispo de Sevilla pero, solo pudo tomar posesión por poderes pues a los pocos días, mientras estaba en La Zubia (Granada), murió víctima del cólera morbo, el 10 de agosto de 1885 y desde allí trasladaron su cuerpo a Granada para sepultarlo en la catedral.

Según sus propios deseos  reposa  en la capilla de la Virgen del Pilar, donde asimismo se encuentran los restos del también arzobispo aragonés Antonio Jorge Galban (Zaragoza 1717- Viznar (Gr) 1787) que la mandó construir y ocupó la misma sede episcopal desde 1776 a su fallecimiento. En el suelo de dicha capilla, sobre su lápida funeraria se lee en latín el epitafio que quiso redactar:

Aquí yacen, bajo el amparo y patrocinio de la Virgen Madre de Dios María del Pilar, esperando el gran día de la resurrección, los despojos mortales, reducidos á polvo y ceniza, del miserable pecador é indignísimo Arzobispo, primeramente de Santo Domingo, por largo tiempo de Granada, (últimamente de Sevilla), Bienvenido Monzon Martin y Puente, que nació, natural y espiritualmente, el 14 de Octubre de 1820, en el lugar de Camarillas del reino de Aragón. Confiado en la misericordia de Dios, en la gracia de Jesucristo Redentor, en el patrocinio de la Madre de Dios y de su virginal Esposo y en las oraciones de los fieles, murió el dia 10 de Agosto de 1885. Descanse en paz[4].

Antonio Sánchez Arce, que durante diez y siete años fue su secretario y más próximo colaborador, señala su carácter firme y lo destaca entre los prelados ultracatólicos españoles presentes Concilio Vaticano I (1869-1870), donde participó activamente en varias Congregaciones y, sobre todo, en las de defensa a la infalibilidad del Papa que se aprobó en él. 

No es de extrañar que  a partir de 1868 fueran conocidos sus ataques escritos y verbales, tanto desde el púlpito de la catedral de Granada como a través de su intensa labor catequética por toda la provincia, contra la incipiente república española y su intento constitucional de establecer la libertad de cultos. Sobre esta cuestión era especialmente vigilante y en la biografía se  recogen algunas actuaciones como la prohibición del periódico La República que se publicaba en Motril (1871) o la condena al Discurso de apertura de curso en el Instituto de Segunda Enseñanza granadino (1872-73)[5] entre otras.

                                                                   

Precisamente el decidido activismo del arzobispo hasta el fin de sus días, quedó plasmado en un prolijo corpus de documentos pastorales, artículos de periódico, cartas e informes escritos dirigidos no solo a las Cortes y al Gobierno sino también a la feligresía, órdenes religiosas y clero. Una postura que le valió serios enfrentamientos  y problemas con parte de los representantes políticos, especialmente cuando en 1873, se produjo el alzamiento cantonal y el palacio episcopal fue asaltado, deteniendo al prelado que estuvo en la cárcel durante algunas semanas hasta que el general Pavía restableció el orden público.

Sin embargo él continuó manifestándose contrario al liberalismo y posteriormente, con el fin de demostrar la adhesión y apoyo a la figura del Papa, encabezó con los prelados de Oviedo y Vich, la conocida peregrinación de santa Teresa a Roma de 1876, en la que, igualmente, se plantearon serios problemas por su tendenciosa organización e irregularidades en el desarrollo de los actos. 

         

Promovida por Cándido Nocedal, director del periódico El Siglo Futuro de clara tendencia carlista, la peregrinación no estaba bien vista por el gobierno liberal-conservador del momento, al que molestó sobre todo el discurso antiliberal que el propio arzobispo pronunció el 16 de octubre ante el Papa y los ocho mil españoles que habían llegado a Roma[6], por el cual se le retuvo algún tiempo en la frontera española.

Ahora bien, lo que nadie puede negares su amplia y fructífera actividad como custodio y administrador de los bienes eclesiásticos en las provincias donde ejerció su labor episcopal ni su dedicación pastoral hacia los fieles en momentos de necesidad ni su celo por la enseñanza, especialmente relacionada con los seminarios en cuya mejora puso gran empeño.

Tampoco su generosidad con la iglesia a la que donó todos sus bienes materiales repartiéndolos por los lugares y con los fines que determinó a sus albaceas en el testamento[7].

Todo ello queda reseñado, además de la biografía de Antonio Sánchez–Arce Peñuela, base del presente artículo, en las numerosas publicaciones que tratan su figura y compendia el historiador Vicente Cárcel Ortí al término de su breve perfil para la Real Academia de la Historia (https://dbe.rah.es/biografias/15044/bienvenido-monzon-y-martin-puente).

Notas finales

Parece extraño que Antonio Sánchez –Arce Peñuela, coetáneo y colaborador del propio arzobispo, no describa con detalle el escudo episcopal del prelado, salvo una ligera mención al mismo cuando habla de las grandes devociones marianas de Bienvenido Monzón. Por ello creemos que el escudo que aparece en la publicación de J. Capel Tuñón[8]pudo tomarlo  del palio del Corpus que se conserva en la catedral granadina, partiendo también de la descripción que hace de él Eisman Lasaga[9] -aunque sin detenerse en la del escudo episcopal. 

Así pues, independientemente de las circunstancias, principios, ideas y avatares que, como la de tantas otras personasrodearon, influyeron y “construyeron” la vida de Bienvenido Monzón Martín, su figura es un ejemplo más de los nacidos de humilde cuna en nuestros pueblos que a fuerza de sacrificio y tesón, merecen estar en  la Historia por sus hechos, ser recordados y reconocidos en  nuestra galería de ilustres paisanos.

Lucía Pérez García-Oliver (Jorcas)


[1] SANCHEZ ARCE PEÑUELA, A., Biografía del Excmo. e Ilmo. Sr. D. Bienvenido Monzón y Martín […] Granada, Imprenta de Indalecio Ventura, 1889.

[2] Ibid., p. 4.

[3] Ibid., p. 8.

[4] Ibid., p. 60

[5] Ibid., pp. 32-33

[6]Marín del Campo, Juan (19 de marzo de 1925). VI. Don Bienvenido Monzón. Arzobispo de Granada

[7] SANCHEZ ARCE PEÑUELA, A.,  op. cit., p. 5  […] Sma. Virgen del Ca m p o , q u e se venera en la e r m i t a de su n o m b r e , á  cuyaSeñora  tuvo siempre gran devoción, […] y hasta la colocó despues en el centro del escudo de sus Armas; y por su última y final voluntad mandó que el pectoral y anillo de amatistas talladas, diamantes y preciosos esmaltes que, como Padrino de su consagración, le regaló é impuso por sí mismo en la Real Capilla de Madrid S. M. el Rey D. Alfonso Xll, entonces Príncipe de Asturias, se entregara y donara para siempre á dicha sagrada Imagen; y además dispuso que á sus expensas se construyese un órgano en su santuario, como ya se ha construido, cumpliendo fielmente sus Albaceas estos encargos

[8]CAPEL TUÑÓN, Jesús: «El Episcopolio de Granada y el Catálogo de sus escudos». Libro homenaje a la profesora Doña Encarnación Palacios Vida al profesor Doctor Don Manuel Vallecillo Ávila, al profesor Don Manuel Pérez Martín. Granada. Universidad de Granada. 1985, p. 232.

[9]EISMAN LASAGA , C., “Algunos bordados granadinos de los siglos XIX y XX” en Cuadernos de Arte  XIX, Estudios, Granada,  Universidad, 1988, pp. 30-31 enhttps://revistaseug.ugr.es/index.php/caug/article/view/11014