DÍA INTERNACIONAL DE LOS BOSQUES 2018. LOS SABINARES DEL ALTO ALFAMBRA

El día 21 de marzo se produce el equinoccio de primavera en el hemisferio boreal y el de otoño en el hemisferio austral. Fue la fecha propuesta en 1969 por el Congreso Forestal Mundial para la celebración del Día Forestal Mundial o Día Internacional de los Bosques a la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), entidad que aceptó en 1971. 
La Asamblea General de las Naciones Unidas decidió declarar en 2012 esa fecha como Día Internacional de los Bosques para difundir la importancia que tienen para la vida silvestre y para las personas comenzando a celebrarse el año siguiente.
Si pudiéramos viajar en el tiempo y contemplar el Alto Alfambra un par de miles de años tras la última glaciación y antes de que la huella humana fuera importante nos encontraríamos unos valles y montañas completamente cubiertos por los bosques. Bosques de pino negral (Pinus nigra), de pino royo o albar (Pinus sylvestris)  o de pino moro (Pinus uncinata) irían apareciendo al remontar el valle, desde Galve hasta Gúdar. En los sustratos que pueden retener suficiente agua durante el verano, como ocurre sobre arcillas o margas, y en la frescas umbrías prosperarían el rebollo (Quercus faginea). Enfrente, en las solanas muy expuestas, sobre todo en laderas calizas muy inclinadas, lo haría la carrasca (Quercus ilex). Y, entre pinares, rebollares y carrascales, fomando bosques mixtos, la sabina albar (Juniperus thurifera) que tal vez llegara a formar bosques puros en sustratos yesosos o en zonas afectadas por las inversiones térmicas.
Un poblamiento humano tan antiguo como el que se dio en este valle y tan intenso como el que se produjo tras su especialización en la producción y manufactura de la lana durante los últimos cinco siglos dio origen a los paisajes deforestados que hoy podemos encontrar y que tan bien caracterizan al Alto Alfambra.
Sin embargo, nada está quieto. Los procesos naturales siempre están activos. Aunque lleven unos ritmos temporales muy diferentes de los nuestros, razón por la que a los humanos nos cuesta percibirlos. Un moderado descenso en la carga ganadera durante las dos últimas décadas está originando una incipiente recuperación de la cubierta boscosa tras desencadenarse la sucesión ecológica.
Bajando hacia la vega de Cedrillas por la carretera que viene de Alcalá de Selva, a la altura de la Masía del Cuartal, se levanta un cerro formado por arcillas violáceas y grises areniscas. Un bosquete de sabinas albares albergaba ejemplares de diferentes edades. Las más viejas, fueron aquellos empleadas para dar comida durante el invierno y sombra en el verano. Las más jóvenes, hijas de las primeras, están creciendo tras remitir la  presión de la oveja a partir de semillas diseminadas por los tordos, mirlos y zorros.
Esto mismo pienso cuando recuerdo aquella solitaria y joven sabina albar que encontramos al bajar de la Muela de Camarillas. Esta puede ser la pionera de un futuro bosquete de aquí a cuarenta años. Si se le respeta.
A pesar de las sequías que impiden el desarrollo de las plantas, a pesar de las lluvias torrenciales que se llevan el escaso humus del suelo … la recuperación del bosque, es un proceso tan lento como inexorable. 
Sólo hay que dejar hacer.