EL PRIVILEGIO

EL MIRADOR DEL ALTO MIJARES

Desde su nacimiento y antes de introducirse en los estrechos de El Castellar, el río Mijares traza un arco para evitar unos cerros que no son otra cosa que la proyección de la sierra de Gúdar hacia la de El Pobo.

Son pequeños montes que descienden desde el Cerro de las Majadas (1.604 m) y de las Lomas del Tajo y del Sebo (1.565 m). Estos páramos asoman hacia el valle y ofrecen unas amplias panorámicas del Alto Mijares y, en menor media, del Alto Alfambra.

El Cuarto o monte Majamil (1.514 m), un vistoso saliente de la Loma del Sebo

Esta ruta circular permite disfrutar de dos espléndidos miradores, ascender al monte Majamil, recorrer los prados y pinares de montaña mediterránea, descubrir un relicto botánico de avellano y de tajo, además de descubrir posiciones defensivas del ejército republicano en la Guerra Civil.

El recorrido tiene una longitud de 9,5 km, supera un desnivel de 300 m y requiere de poco más de 3 horas para ser realizado. Está editado en Wikiloc y puede descargarse pulsando este enlace.

El paseo comienza en La Venta, una antigua casa de acomodo para viajeros actualmente convertida en vivienda de turismo rural situada en el km 3,6 de la carretera que une Cedrillas y El Castellar (TE-V-8010).

En este edificio debieron tomar descanso y algún bocado, además de hacer sus tratos, los ganaderos trashumantes, trajineros y mercaderes que recorrían estas sierras.

El camino pasa entre labores orladas por espinos y pastos salpicados de veteranos pinos royos.

A mano izquierda unos estratos de areniscas, una roca áspera y porosa, descansan sobre otros de margas, material más terroso e impermeable. El agua que se infiltra en las primeras, tras episodios de lluvias o de nieves, no puede continuar en su descenso al alcanzar las margas y se ve obligado a salir. Esto explica la existencia de la Fuente de la Venta.

Alejandro Pérez Cueva explicando la causa de la existencia de la fuente de La Venta y sus cualidades en la jornada «Comprender las fuentes de Cedrillas» que tuvo lugar en octubre de 2019

Es un acuífero de pequeña extensión por lo que el caudal que sale de la fuente es modesto, siempre variable en función del régimen de precipitaciones. Tiene un solo bacio, donde puede abrevar el ganado.

El terreno cambia allí. Las areniscas, calizas y margas grises dan paso a unas arcillas violáceas. Se trata de unas rocas sedimentarias cuyo origen se remonta al Cretácico Inferior que afloran con frecuencia en el Alto Alfambra (y Mijares) y que fueron comentadas en otro artículo.

Son rocas fácilmente laboreables . Son capaces de retener el agua entre sus pequeñísimos granos. Por eso son terrenos muy apropiados para su puesta en cultivo. Tradicionalmente se han dedicado a sembrar cereal pero en la rotación de cultivo se incluían forrajeras como el alfaz o el pipirigallo para mejorar la fertilidad.

Los tiempos están cambiando. Cada vez hay menos personas dedicadas a la agricultura, y aún menos a la ganadería, sobre todo a la de ovino. Incluso en los pueblos serranos. Y, al tiempo, hay nuevos cultivos que se adaptan a las nuevas demandas del mercado. Cultivos como el del girasol, que se ha extendido en los últimos diez años. O como el de la carrasca trufera.

La siguiente imagen es un fiel reflejo de los cambios en la actividad agraria acontecidos durante las últimas décadas. Una majada abandonada, con el tejado parcialmente hundido, las paredes del corral medio caídas y un herbazal en su entorno indican que hace mucho tiempo que perdió su función de encerrar ovejas.

Y, delante, un cercado metálica y una joven plantación de rebollo y de carrasca trufera sobre un terreno bien laboreado. Es un indicador de la expansión de la truficultura en el sur de Aragón, que también ha llegado a Cedrillas.

Justo cuando termina el campo de carrascas, del camino surge una senda a mano derecha que pasa entre la citada trufera y la ladera de un monte poblado de pinos y prados.

Pasa junto a una balsa cercada y sigue al otro lado de un cercado ganadero (hilo) …

… hasta entrar en un frondoso pinar. Es un bosque de pino royo (Pinus sylvestris) que tapiza las dos laderas de un barranco de orientación Norte.

Hacia su izquierda, entre los claros del pinar, el caminante entreverá en lo alto El Cuarto, un peñasco calizo.

Al ascender, las arcillas violáceas dan paso a unas calizas y margas. Son las rocas que forman el monte de El Privilegio. Son materiales menos aptos para la agricultura, por su naturaleza pedregosa y por las acusadas pendientes, habiéndose aprovechado por sus pastos y bosques.

Un arroyo desciende por el fondo del barranco. La senda se acerca El pinar se enriquece allí con un estrato arbustivo formado por vizcoderas, aligustres, villomeras, agrillos, madreselvas y galabarderas, matas que renuevan anualmente las hojas y que, por tanto, necesitan de suelos frescos. En este denso espinar es común ver a pequeños pájaros forestales como el ruiseñor, el petirrojo o la curruca zarcera …

Curruca zarcera. Foto: Carlos Pérez Naval

… que conviven con otros más propios del pinar, como el carbonero garrapinos, el trepador azul o el reyezuelo listado.

El sendero se desdibuja al pasar entre los pinos y los chumarriales que se forman. Hay que seguir remontando el barranco por su fondo hasta alcanzar una fuente con dos bacios. Uno, metálico y alargado, recibe agua de un tubo de goma. El otro, de plástico y cilíndrico, situado más bajo, recoge el agua del primero.

Esta fuente se encuentra en el contacto entre las arcillas violáceas que vimos en la trufera y las calizas que descansan sobre aquellas y que forman en la extensa Loma del Sebo. Las aguas que se infiltran y que empapan estos materiales carbonatados que forman esta meseta penetran hasta alcanzar las arcillas que, al funcionar como una capa impermeable, provocan la salida del agua en manantiales como este.

Junto a la fuente hay un montón de acículas y de ramicas de pino.

Es un hormiguero. El edificio construido durante año por una colonia formada por más de cien mil hormigas rojas, los diminutos, incansables e implacables cazadores del bosque.

Entre las hierbas muertas del chumarrial encontramos un milpiés de color negro …

… uno de los muchos artrópodos forestales especializados en alimentarse en hierbas en descomposición. Otro engranaje más de la compleja y formidable comunidad de organismos que devuelve al suelo las sales minerales retenidas en los restos vegetales.

Al ascender, el pinar comienza a aclararse pero el suelo -profundo y arcilloso- aún permite el desarrollo de prados frescos …

… en los que no es raro encontrar pastando a un rebaño de vacas.

El sendero, muy desdibujado, sigue por el fondo del barranco que comienza a desviarse hacia nuestra izquierda (dirección Sudeste) para concluir en su cabecera en los visibles cinglos.

Cambia el suelo. Alcanzamos las rocas carbonatadas (calizas, calcarenitas, margas y dolomías) que nos acompañarán en el resto de la excursión. En esta ladera, orientada ya hacia el oeste, se aprecian muy bien estas rocas dispuestas en unos estratos inclinados …

… en los que crecen tomillos, ajedreas, espliegos, jarillas y otras pequeñas matas adaptadas a los suelos poco profundos, la sobreexposición a la luz y la presión de los herbívoros.

Hay que retrepar por los peñascos y cruzar pequeños canchales hasta alcanzar la cresta. Se pasa sobre un hilo ganadero. En el saliente rocoso sobrevive algún ejemplar joven de sabina albar, conocida en la sierra de Gúdar como trabina, que está afectado por el fuego.

El nombre popular de trabina podría provenir, según Armand Paz, de la combinación de dos palabras: trabe y sabina. Un trabe es una viga. Los troncos de sabina eran muy apreciadas como vigas en las construcciones, especialmente como puentes y en los dinteles de las ventanas por ser muy resistentes a la podredumbre.

Una vez alcanzada la cresta hay que seguirla en dirección norte dirigiéndonos hacia el bien visible peñasco de El Cuarto, también conocido en los mapas como Majamil. No hay senda, pero no tiene pierde.

En este recorrido pasaremos junto a algunos pinos royos que destacan por su escaso porte y por sus ramas retorcidas.

Crecer sobre el cantil no es fácil. El suelo es rocoso y seco. El viento multiplica la transpiración en el follaje, quiebra las ramas durante los vendavales y deseca activamente el suelo. Aún con todo, hay algún ejemplar de dimensiones notables.

No faltan los árboles muertos. En la cresta no solo es recurrente el viento, también lo son los rayos. Durante los episodios tormentosos, comunes durante los veranos serranos, estos pinos señeros, al ser cimbreados por el viento, funcionan como pararrayos naturales. La descarga eléctrica provoca el incendio del árbol y de su entorno.

Y, en ocasiones, su muerte.

Estamos en el extremo de la Loma del Sebo. En el páramo la caliza se muestra cuarteada. Es un exokarst. El agua del suelo, enriquecida en dióxido de carbono, se vuelven ligeramente ácida y disuelve parcialmente al carbonato cálcico de la caliza, especialmente en las fisuras y en los planos de estratificación.

En estos parajes venteados y de suelos pobres crece la chaparra y el enebro, acompañantes del pino royo en estos montes del piso oromediterráneo del sur de la cordillera Ibérica. Y el serpol, espléndido en su breve floración durante los primeros días de junio.

En las crestas rocosas y en la pedregosa loma crece la siempreviva

… de cuyas hojas se alimenta en primavera la oruga de la mariposa Apolo

A nuestra izquierda, a los pies de los peñascos, se abre un próspero pinar que aprovecha la orientación en umbría y los suelos profundos.

Nos acercamos al cinglo.

En las mañanas de verano, a primera hora, no es raro ver algún pequeño grupo de cabra montés aprovechando la sombra que proyecta la roca. Igualmente, contra el horizonte, puede verse la silueta de los buitres leonados que descansan en el borde del acantilado. Tan pronto se forman las corrientes térmicas levantan el vuelo y se remontan con ellas para comenzar la jornada.

Es por ello que en estos salientes rocosos abundan las plumas y las deyecciones de estas rapaces carroñeras, así como las cagarrutas de las cabras.

En las repisas y en las fisuras destacan dos plantas propias de estos ambientes tan exigentes como localizados. La aliagueta y la saxifraga.

Hay una magnífica panorámica. Se aprecia el arco que describe el río Mijares a su paso por el término de Cedrillas y el caserío de esta localidad, abrigado en la solana del cerro del castillo. Al fondo, las suaves cimas de la sierra del Pobo.

Conviene seguir la cresta, ahora ya en dirección Este. Los pinos royos se acercan al cantil formando ya pequeños bosquetes dejando entrever -entre su ramaje- a Monteagudo del Castillo en dirección Nordeste …

y el frondoso pinar de la Umbría de la Buja …

La ruta sigue el cantil, ahora ya en claro descenso hacia el fondo de un amplio y abierto barranco que surca la Loma del Sebo y la del Tajo, que no es otra cosa que el barranco del Hocino. En la umbría se extiende el pinar y en la ladera orientada al poniente, el pastizal con enebro y chaparra.

La ruta sigue hasta donde se precipitan -cuando lleva caudal- las aguas de este arroyo sobre el pinar de Los Escalones. Allí, se abandona la cresta y comienza a remontarse el arroyo. Hay dos posibilidades. Por su margen derecha, siguiendo una senda que asciende por una pedregosa ladera. Por la margen izquierda, muy cerca del fondo, se desdibuja una senda que pasa junto al borde del pinar.

Cualquiera de las dos sirve. Ambas llevan a la Loma del Tajo.

Las primaveras se muestran espléndidas en estos prados …

… en los que ya no se escucha el esquilo de las ovejas.

Estos pinares abiertos son ambientes muy apropiados para los insectos voladores, especialmente para los de hábitos nocturnos, como muy bien comprobamos en aquella memorable jornada que celebramos en julio de 2019 en la Fuente del Cura (Gúdar).

El barranco se abre para dar lugar a una amplia llanura: la Loma del Tajo. No es sino una porción de la Superficie de Erosión Fundamental, la gran penillanura formada durante el mioceno, que aparece colgada sobre el valle del río Mijares, .

Esta rocosa planicie está salpicada de matas de enebro …

… en las que encuentran su hábitat pequeños pájaros del matorral abierto, como el escribano montesino o la alondra totovía, o cerrado, como la curruca carrasqueña que encuentra en cada enebro el refugio y el alimento que necesita.

Hacia el Sudeste, inconfundible, levanta la robusta mole del Peñarroya ….

… con su característica cumbre plana. La cima de la sierra de Gúdar y de la cordillera Ibérica meridional.

A mano derecha (Oeste) habrá quedado una gran antena de telefonía con forma de pantalla. Hacia la izquierda (Este) se asoman un par de barrancos que igualmente vierten hacia la Umbría de la Buja. Entre ellos destacan unos terreros grises creados al erosionarse unas margas.

Es momento de dirigirse de frente, hacia el Sur, primero a través del enebral y después subiendo a través de un estrecho pinar. Se alcanza la larga planicie de la Loma del Sebo. Es el límite de los términos municipales de Cedrillas y de El Castellar.

Lo primero que percibe el excursionista en este paraje es la magnífica panorámica que se disfruta desde este mirador natural.

Hacia el Nordeste, en primer término la Masía de Aguanaj y, a lo lejos, espléndido el cerro de San Cristóbal de Monteagudo del Castillo.

Hacia el Este, tras otras cárcavas, el cerro de las Majadas y la pequeña muela donde hubo un poblamiento íbero …

Hacia el Suroeste se yerguen las espectaculares crestas calizas que forma el monte de El Chaparral y entre las que pasa el Portillo Ramiro, paso natural de la senda que remonta desde El Castellar …

y, hacia el Sur, en primer término la vega de El Castellar y, al fondo, la sierra de Javalambre, el otro gran macizo del sur de Aragón.

La privilegiada panorámica y la posición preeminente que ofrece la Loma del Sebo fue aprovechada por la 28 División del Ejército Popular de la República para frenar el avance del Cuerpo del Ejército de Castilla en los primeros compases de la que se conoce como la Ofensiva de Levante.

Todo la vertiente sur de esta loma está jalonada de los restos de pequeños parapetos construidos con piedras …

… improvisadamente ante el imprevisto y fulgurante avance de las tropas sublevadas en la operación iniciada el 23 de abril y en la que fueron tomadas, entre otras localidades, Aliaga, Galve, Camarillas y Aguilar del Alfambra.

Este avance se vio frenado por las difíciles condiciones meteorológicas (nieve, lluvia y granizo) que se produjeron en la semana siguiente. El 4 de mayo el general Varela reanudó la ofensiva, lanzando un doble ataque. Desde el norte, de Jorcas hacia Alcalá de la Selva, y desde el oeste, de Teruel hacia El Pobo. La resistencia de los anarquistas de la 28 División en este sector fue tenaz.

Durante los años de la posguerra en toda la sierra fue intensa la búsqueda de restos de armamento (vehículos, obuses, etc.) para su venta como chatarra o para su uso por los herreros locales. Aún así, y a pesar de la reciente fiebre recolectora por los coleccionistas con detectores de metal, no es raro encontrar algún resto, como esta carcasa de una granada de mano modelo Lafitte.

La extensa planicie caliza aparece cuarteada en superficie por una serie de fracturas que delimitan unos cuadriláteros de dimensiones métricas …

… que se aprecian muy bien en las imágenes de satélite.

Se trata de diaclasas, fracturas que no implican movimiento de bloques. Resultan muy comunes en los páramos calizos del Alto Alfambra en los que los estratos aparecen horizontales o están solo ligeramente buzados, como ya vimos en la Loma de la Hiedra, en Jorcas.

En las grietas, beneficiadas por la mayor retención hídrica y protegidas de la sobreexposición luminosa y del viento, prosperan plantas delicadas como los helechos o las campanillas …

En cambio, las zonas más expuestas, son más apropiadas para plantas que son más resistentes a la sequedad, como la ajedrea (o jadrea), que pinta de verde el blanco de la caliza …

y otras plantas propias estas montañas del sur de la Ibérica como la mélica, la árnica o la hierba pincel …

… que igualmente están bien adaptadas a ambientes más secos.

Realmente toda esta loma forma parte de un extenso lapiaz

… en los que la caliza presenta multitud de huecos o fisuras, que le confieren un aspecto ruiniforme.

La proximidad invita a acercarse al borde de la loma hacia el valle del Mijares. A la hoya de El Castellar. La vista es fantástica. Se aprecia muy bien la organización del territorio en masadas, como la de las Covatillas, las de Rebollar Alto y Bajo o la de las Callejas, cada cual con sus bancales,con sus pastos y con sus bosquetes de trabina o rebollo.

En el extremo de la loma, la roca caliza forma un escarpe en el que la erosión ha creado unos pináculos

y ha provocado la caída de fragmentos que se acumulan formando caos de bloques

Entre los bloques, entre enebros, villomeras y rebollos, aparecen dos arbustos muy interesantes y que resultan escasos en estos parajes con exposición en solana: el tejo y el avellano. Estos arbustos acceden hasta el extremo del escarpe, donde resultan accesibles.

El tejo, conocido en la sierra como tajo, destaca por el tono oscuro de su follaje …

y por el intenso ramoneo que le ocasionan …

las cabras monteses …

… que abundan en estos cinglos.

Y el avellano, por contra, tiene unas hojas planas y de un verde claro …

… que destacan una vez se abren a finales de primavera.

Es sorprendente la presencia de estas dos matas, más propias de los bosques eurosiberianos que de los mediterráneos pues son exigentes en humedad y propias de ambientes umbríos. Y todavía lo es más si se considera la exposición en solana de estas peñas. Esto puede explicarse por la salida de agua a través alguna fisura de la caliza.

Es el momento de volver. La ruta recorre la cresta en dirección Oeste. Pasa muy cerca de la cima de la Loma del Sebo (1.565 m), tan solo apreciable por la existencia de un vértice geodésico. Y cruza una pista forestal, siempre monte a través, para acercarse a un barranco que se abre hacia la izquierda y que habrá que evitar.

Es un joven bosque mixto en el los pinos royos, enebros y chaparras dominantes aparecen salpicados de algún rebollo, carrasca y algún pino negral (o gargallo).

Hacia el oeste, en la margen derecha de este barranco, se levanta una pequeña muela, un peñasco tan apenas cubierta por un ralo herbazal.

Sin perder altura, siguiendo el extremo de la loma, aparece el barranco por el que accedimos a este paraje y por el que, siguiendo el sentido contrario llegaremos a la fuente, al camino y a la Venta dando por concluida la excursión.