LA AVELLANERA DE JORCAS
UN RELICTO DE VEGETACIÓN EUROSIBERIANA
La Muela es el monte más emblemático del término de Jorcas. Es el de mayor altitud (1487 m), el de silueta más altiva y el que ofrece una panorámica más extensa.
Al margen de su valor arqueológico e histórico, la excursión a la Muela de Jorcas merece la pena por su interés paisajístico pues, desde ella, la vista es espléndida.
Es una atalaya natural de la cordillera Ibérica en el sur de Aragón. Hacia el sur, el Peñarroya, cima de la sierra de Gúdar. Hacia el este, los montes del Maestrazgo. Hacia el oeste, la alargada sierra del Pobo, con Castelfrío y Hoyalta. Hacia el norte, el Cabezo de Majalinos.
La Muela de Jorcas es también un buen mirador del propio término municipal. Hacia el oeste asoman las lomas (Espeltar, Masía de Badenas) que vierten hacia el término de Ababuj y el valle del río Seco. Hacia el norte se extienden los altos de Las Paradas (sobre el pueblo, al noroeste) y de Loma Gorda (ya en la caída hacia el Guadalope, al nordeste). Hacia el sur, la larga ladera caliza de Las Hiedras, que se asoma al valle del Alfambra y se extiende hacia el Camino de los Pilones, en Allepuz. Y hacia el este y sudeste, una suerte de laderas rocosas, igualmente inclinadas, abiertas por pequeños barrancos: Cañada Esteban, Ustal, Los Erizales y el Alto de la Avellanera.
En estos últimos parajes afloran unos estratos de calizas y margas (arcillas muy carbonatadas) que están ligeramente inclinados. La mayor resistencia de las primeras les permite forman resaltes en el relieve. Las margas, más blandas, coinciden con las vaguadas y, en general, con las tierras cultivadas.
El topónimo Alto de La Avellanera sorprende. En un paisaje de lomas pedregosas y rasas, un paisaje de carácter estepario, no se espera un avellanar, una planta de grandes y delicadas hojas, más propia de las campiñas y los bosques eurosiberianos.
Es cierto que a menos de seis kilómetros se encuentra la Avellanera del Tormagal. Esta última tiene mucho que ver con un potente cinglo calizo que descansa sobre un estrato de margas, una ladera en umbría de 50 m de caída y, en menor medida, con la presencia del río Sollavientos. No es el caso del Alto de la Avellanera de Jorcas.
Decidimos visitar el paraje para comprobar su presencia.
El acceso desde Jorcas es por la misma pista que acerca a la cara norte de la Muela.
Tras pasar la fuente de Marihueso aparece a la izquierda una paridera bastante nueva. Poco después, en un desvío, se toma el camino de la derecha, que asciende entre lomas y cultivos de secano y acerca al Alto de la Avellanera. Al llegar a un nuevo desvío, a la altura de unos pequeños y escalonados bancales, conviene fijarse, a la izquierda del camino, en un saliente rocoso que tan apenas levanta. Estacionaremos el vehículo si no hemos venido caminando.
Los bancales de la parte baja son diminutos y están abandonados.
Los de la parte alta, al ser algo más grandes, se mantienen en cultivo.
Los muros de piedra seca y los setos arbustivos que crecen en los ribazos, al romper la línea de pendiente, favorecen la infiltración del agua y reducen la pérdida de suelo. El agricultor lo sabe y los conserva.
Conviene acercarse al peñasco que, hacia el norte, se levanta sobre los citados bancales y sobre el barranco de la Serna.
Es un pequeño cinglo muy alargado y estrecho, como bien se aprecia en esta fotografía tomada desde satélite. Y pasa del término de Jorcas al de Miravete de la Sierra.
Está formado por unas calizas y unas dolomías de colores grises que son muy ricas en fósiles de rudistas, unos bivalvos de conchas asimétricas que vivieron fijos al sustrato en plataformas continentales del mar de Tethys, durante el Cretácico.
Estas calizas ofrecen un aspecto ruinoso en superficie. Forman parte de un lapiaz, una forma de relieve propia del modelado kárstico. Se crea fundamentalmente cuando el agua de escorrentía disuelve los planos de los estratos y las grietas que presentan las rocas carbonatadas, como las calizas, infiltrándose en su seno.
La vegetación que prospera sobre este roquedo es la propia de las lomas calizas de la zona. Plantas bien adaptadas a los suelos esqueléticos, a la escasez de agua, al efecto desecante del viento y al diente del ganado, pues estos pastos llevan siendo aprovechados hace más de dos mil años.
Predominan los arbustos punzantes que crecen a ras de suelo, como el erizo (Erinacea anthyllis) o el toyago (Genista pumila), un endemismo ibérico.
Otra mata, también de pequeño tamaño y de aspecto almohadillado, pero con hojas repletas de sustancias aromáticas, es la jadrea o ajedrea (Satureja intricata)…
Igualmente de hoja punzante pero de tallo más altivo es el enebro (Juniperus communis) …
Al asomarnos al pequeño cinglo, al pie del escarpe, destaca el verdor vivo e intenso de unos arbustos …
… de hojas amplias, redondeadas, de borde aserrado y de extremo agudo.
Efectivamente, son avellaneras o avellanos (Corylus avellana). El topónimo del cerro estaba muy bien puesto: Alto de la Avellanera.
Este bosquecillo está constituido por unos arbustos que alcanzan unos tres metros de altura. Cada mata está muy ramificada desde su base. Está formada por varios tallos alargados y finos, que crecen muy juntos. Es lo propio.
Los arbustos crecen unos junto a otros y cierran el paso de la luz al suelo, creando un ambiente umbrío y fresco. No es cómodo pasear por su interior.
Aunque no es muy extenso la avellanera tiene mucha vitalidad. Numerosas matas jóvenes nacen bajo la protección de las hierbas o de otros arbustos …
… incluso en los huecos de la caliza, a modo de rocalla …
Como en el caso de Allepuz, la avellanera de Jorcas también crece en un tormagal, un lugar en el que se desprenden bloques rocosos. Eso sí, mucho menor. A este arbusto le gustan estos ambientes, siempre que reúnan la humedad que precisan, pues tiene una gran facilidad para restañar las roturas y las heridas que le produce las piedras al caer.
Al final del invierno se observan en el suelo las hojas caídas que no han sido barridas por el viento. Estas hojas iniciarán su descomposición y lo enriquecerán en materia orgánica …
Por entonces también se observan las inflorescencias masculinas colgando de las ramillas y, si mueve el aire y están maduras, cómo se libera generoso el amarillo polen …
Otra especie arbustiva presente, también caducifolia e igualmente propia de tormagales frescos y de pies de roquedo es el pudio (Rhamnus alpina) …
Estos ambientes pedregosos y algo umbríos favorecen son el hábitat de la enredadera o hiedra (Hedera helix), que por aquí tapiza los bloques rocosos …
… y de la delicada saxifraga (Saxifraga cuneata) …
Más tolerante a la insolación son el palomesto (Rhamnus pumilus) …
… y la villomera o guillomo (Amelanchier ovalis) …
Estos roquedos sombreados y frescos ofrecen hábitat a diferentes especies de líquenes y de musgos, que igualmente tapizan los bloques …
En el seno de la avellanera se encuentran otras especies arbustivas que son propias de los claros o de las orlas del bosque, como la mentironera (Viburnum lantana) …
… la madreselva (Lonicera xylosteum) …
… la vizcodera o espino albar (Crataegus monogyna) …
… o la galabardera o escaramujo (Rosa canina) …
Una especie endémica del Mediterráneo occidental que habita también en orlas de bosques y en laderas pedregosas es Ononis aragonensis.
Abundan otras plantas más delicadas que también son propias de bosques sombríos o matorrales densos, como la hepática (Hepatica nobilis) …
… o el agüerro o eléboro (Helleborus phoetidus).
Algunos ejemplares de pino royo o albar (Pinus sylvestris) y de pino gargallo o negral (Pinus nigra) crecen espontáneamente en terrenos que antes fueron bancales y en los que ahora prosperan aliagas, enebros y villomeras.
De hecho, la avellanera tiene algunos de los rasgos ecológicos de los pinares de montaña, como la presencia de colonias de hormigas rojas …
En estos ambientes se encuentra Gentiana cruciata, una planta propia de los pastos frescos y de los márgenes de los bosques. Tiene un gran interés biogeográfico, pues es una especie netamente eurosiberiana que en la península Ibérica se encuentra en Pirineos y en la cordillera Ibérica, fundamentalmente. Es común en las zonas altas y frescas de la sierra de Gúdar, pero sorprende verla en un término tan deforestado como el de Jorcas.
¿Qué puede explicar la presencia de una avellanera y de otras plantas propias de ámbitos eurosiberianos en Jorcas?
La explicación está en las rocas. El Alto de la Avellanera, el Ustal, los Erizales y la Muela son todos ellos parajes de relieve casi horizontal en los que afloran unos estratos de calizas levemente inclinados (verde oscuro en el mapa al pie). Estos estratos descansan sobre otros formados por margas que se extienden a su alrededor (verde claro en el mapa).
En estos páramos, el agua procedente de las precipitaciones penetra por las abundantes grietas y fisuras de la caliza. Desciende por gravedad empapando la roca hasta alcanzar las margas, rocas impermeables que le impiden seguir descendiendo y le fuerzan a salir. En la Muela, se aprovechan estas surgencias en dos fuentes, la de La Cerradilla y la de Marihueso.
En la pequeña y cercana umbría del Alto de la Avellanera el agua supura también en el contacto entre las calizas y las margas (ver flechas rojas en mapa). Este aporte de agua procedente del subsuelo permite la existencia de plantas de hojas grandes y delicadas, que pierden por evapotranspiración buena parte del agua que absorben por sus raíces en un clima con precipitaciones anuales de unos 400 mm en régimen mediterráneo.
Antaño la avellanera sería mucho más amplia. Seguramente descendería por la ladera en umbría hasta el barranco de la Serna prosperando sobre unos terrenos margosos temporalmente empapados. No sabemos si sería un bosque puro o si se mezclaría con pinos y con rebollos. Estos terrenos ricos en materia orgánica fueron roturados y puestos en cultivo en algún momento histórico. Para reducir el riesgo de erosión y aumentar la infiltración del agua de lluvia los labradores crearon ribazos que frenaban las aguas de escorrentía. En estos ribazos, junto con otras especies de arbustos, aún pueden verse algunos avellaneros, sobre todo en la parte de Miravete de la Sierra.
La avellanera de Jorcas ha sido también aprovechada por el ser humano. Los rebaños de ovejas y cabras ramoneaban sus hojas grandes y delicadas. Los brotes jóvenes y rectos se empleaban en los huertos como varas para hilar las judieras. Los frutos se comían en aquellos años que llegaban a término.
La avellanera de Jorcas y de Miravete es un relicto botánico de gran interés. Es muy poco extensa pues en su parte más ancha no supera los doce metros. Sin embargo, tiene una longitud de 1,8 km, ciñéndose al cinglo calizo en cuya umbría prospera y cuyas aguas subterráneas le nutren.
El Día Internacional de los Bosques se celebra el 21 de marzo y su principal objetivo, es crear conciencia de la importancia de cuidar y preservar todas las áreas forestales del planeta y con ello la supervivencia de todas las especies. Con este artículo, el Parque Cultural del Chopo Cabecero del Alto Alfambra quiere sumarse a esta celebración dando a conocer este pequeño pero interesantísimo bosquete.
¡Es otra pequeña joya botánica que merece la pena conocer!