ASCENSO A LA MUELA

UNA EXCURSIÓN DEL COLEGIO DE GALVE

24 de mayo. Mañana fresca pero soleada. Llega el día de realizar la excursión a la Muela con los alumnos de los últimos cursos de Primaria y los de Secundaria del Aula de Galve del C.R.A. Teruel 1, una actividad programada y preparada entre Nuria, la maestra de estos niveles, y el Parque Cultural del Chopo Cabecero del Alto Alfambra.

La ruta comienza en el puente viejo de Galve, que casualmente, fue el tema del proyecto educativo que desarrollamos el curso pasado. Por el puente pasa la Ruta de los Alcamines (PR-TE 36), un sendero que une Galve y Alfambra y que seguimos durante un buen tramo.

A través de bancales con sembrados de cereal y con rastrojos, y de tramos de monte aprovechados por sus pastos fuimos ascendiendo …

… hasta unos corrales situados, como era habitual en la zona, en el límite entre las tierras de cultivo y el monte, para aprovechar mejor los pastos de uno y otro.

Nos llamó la atención el tamaño del corral, tanto de lo que sería el cubierto como del abierto, lo que nos dice que debió ser propiedad de alguna familia con buena hacienda y muchas ovejas.

Desde allí se veían muy bien algunos de los pueblos del Bajo Alfambra y del Campo Visiedo. Y, a lo lejos, la sierra Palomera.

Dejamos el sendero y, monte a través, por bancales abandonados primero y una loma pedregosa, subimos a la Cruz de Carralcamín, un cerro en cuyas laderas encontramos varias posiciones defensivas de la Guerra Civil.

Desde allí, algo más abajo, ya se adivinaba el Muela, rodeada por el río Alfambra …

… y con acantilados en sus bordes.

Después de bajar por un terreno algo difícil llegamos al acceso de la Muela. Este paraje fue poblado en varias fases históricas, al menos en la Edad del Hierro y en la Edad Media (periodo islámico), según los arqueólogos, pues ofrece una fácil defensa por estar aislado por el río y por los acantilados.

Pasamos por la entrada, en la que se veían unas piedras colocadas en el suelo, los restos de lo que debió ser una pequeña muralla para controlar el acceso al poblado.

Y, al entrar, vimos muchas trozos de cerámica de distintas culturas en la superficie del terreno …

La primavera estaba en su esplendor. En los cinglos vimos un arbusto algo espinososo que formaba una especie de almohadillas, como el erizo, pero con flores blancas. Uno y otro son resistentes al efecto desecante del viento y están bien preparados para vivir en terrenos pedregosos.

En las laderas con mejor suelo, sobre todo en la umbría, crecían arbustos como el agrillo, la villomera y la vizcodera.

Al otro lado del río, en su margen derecha, se veía un carrascal formado por matas pequeñas por haber sido aprovechado para leña durante siglos. No era un bosque de árboles, sino matas con muchos troncos que nacían del suelo y no alcanzaban mucha altura. Después de cortarlas, estas carrascas brotaban con fuerza y tras unos veinte años los pequeños troncos ya tenían suficiente madera para volver a cortarse. La planta aprovechada así puede hacerse muy vieja aunque no lo parezca. Estas matas nos hablan de que el bosque original de estos montes sería un carrascal. Pero de eso, hace mucho tiempo, pues los celtíberos y otros pueblos posteriores lo comenzarían a aprovechar.

También encontramos pequeños animales, como el grillo de matorral

… correteando por en el suelo, y en lo alto varios buitres leonados sobrevolándonos después de saltar de los lugares en los que descansaban.

En el camino encontramos algunos fósiles de moluscos del tipo de las almejas (bivalvos) que vivieron en un antiguo mar en el que, durante del Jurásico, se depositaron los sedimentos marinos que han formado las calizas y las margas que forman el cerro de la Cruz de Carralcamín.

Pero también encontramos numerosas conchas de moluscos actuales, todos ellos caracoles propios de ambientes terrestres, como la vaqueta

Nos acercamos a la parte de la muela que se asoma sobre la curva del río: el meandro. Los acantilados eran impresionantes. Y nos hicimos unas fotos de grupo como recuerdo de esta excursión.

Volvimos hacia el cerro de la Cruz de Carralcamín …

… y entonces quisimos evitar el rodeo inicial que dimos en la subida y bajamos derechos a través de bancales abandonados ahora cubiertos de pequeñas matas, como la aliaga, el tomillo y el espliego, además de hierbas poco tiernas.

Llegamos a las ruinas de un caseto, seguramente un lugar para protegerse los labradores que sembraban estos bancales de las tormentas.

Y volvimos a cruzar el puente. En la otra orillas encontramos un panel que explicaba la relación de los chopos cabeceros con la literatura. Y es que estos árboles viejos inspiran también a los artistas.

Y en un momento llegamos al pueblo y al colegio.

¡Un buen día por el monte!