LA PEÑA, UN PARAJE MUY ESPECIAL

UN MIRADOR ADAPTADO EN AGUILAR DEL ALFAMBRA

La Peña es el extremo de El Cerro, el alargado monte a cuyo reser se protege el pueblo de Aguilar del Alfambra.

Es el acantilado abierto por el río Alfambra en su singladura hacia la vega de Galve. Desde hace muchos siglos es un paraje con un significado muy especial para los vecinos de Aguilar y que, desde hace unos pocos meses, resulta un poco más accesible para todos ellos y para los visitantes que acuden a conocerlo.

La Peña de Aguilar, la ermita y el Estrecho. Foto: Chusé Lois Paricio

Prospecciones arqueológicas permitieron descubrir en la Peña restos de un poblamiento humano de hace unos 3.900 años, del inicio de la Edad del Bronce. Un poblamiento permanente que se prolongó hasta el Bronce Medio teniendo una continuidad de unos cinco siglos. Tras su abandono, desaparecen los testimonios de la presencia humana hasta la Edad Media (siglo VIII).

La expansión del reino de Aragón hacia el sur en la segunda mitad del siglo XII obligó a establecer posiciones defensivas para consolidar el territorio conquistado ante la toma de Valencia por los almohades (1171).

El contingente militar cristiano establecido en este sector del Alto Alfambra inició la construcción de un castillo aprovechando la posición enriscada de la Peña que le ofrecía contacto visual con los castillos de Ababuj, Monteagudo y Jorcas. Es la construcción más antigua de Aguilar pues cuando se levantó aún no existiría dicha localidad.

Un castillo que sería construido por materiales obtenidos en la cercana cantera. Aún conserva un trozo de la muralla de sillarejo orientado hacia el este, el sector más vulnerable, para evitar el acceso desde el raso que culmina El Cerro. Este lienzo tendría en el centro un vano adintelado que funcionaría como un acceso secundario al recinto militar.

Hacia el norte este muro continuaría con un torreón -que cuesta de reconocer- en el que se aprecian dos pequeños vanos. En la parte norte, asomándose sobre el precipicio, el castillo conserva un corto tramo de lienzo en el que se observa bien su notable grosor y la composición de su interior, mampuestos trabados por cal.

El avance aragonés hacia Valencia fue tan rápido que la fortaleza de Aguilar careció de sentido militar y se quedó sin terminar. Ni siquiera durante la Guerra de los Pedros (1356-1369), largo episodio bélico y de gran incidencia en el sur de Aragón, parece que se retomara su construcción o de que tuviera su uso militar.

En la Edad Media, posiblemente en el siglo XV, se construyó una ermita aprovechando materiales y elementos de la fortaleza.

La cabecera, donde actualmente se encuentra la sacristía, tiene una factura diferente al resto del templo por haber utilizado un torreón que protegía el sector sur del castillo.

Frente a la puerta de la ermita, ya en la cara sur, hay una pequeña explanada y un pretil que funciona como un mirador. Más allá del mismo, como un saliente, se prolonga una parte del muro del antiguo castillo. Junto con el torreón, hoy sacristía, integraban la estructura defensiva del acceso principal a la fortaleza.

La ermita, de un aspecto tan robusto como austero, muestra evidencias de varias fases constructivas. En la actualidad se encuentra en muy buen estado tras varias restauraciones realizadas durante el siglo XX .

Es de nave única, con cubierta a cuatro aguas y cabecera recta, tanto al interior como al exterior. Construida con sillarejo y mampostería, presenta sillares en el arco de acceso y en contrafuertes, y teja árabe en el alero y en la cubierta.

La portada tiene un arco de medio punto que está parcialmente oculto por un contrafuerte …

… y que está formado por dovelas de una arenisca roya que contrasta con el gris de la caliza que forma el sillarejo y el resto del cerro. En los sillares de arenisca son muy evidentes las marcas de cantero.

La nave, dividida en dos tramos por arcos de medio punto, tiene bóveda de crucería.

Interior de la ermita. Foto: Sergio Artiaga.

En la bóveda del altar mayor destaca la profusa decoración pictórica de estilo barroco …

… con motivos vegetales, animales y ángeles.

Molduras y pinturas en la bóveda del altar. Foto: Chusé Loís Paricio.

El retablo del altar, en cuya hornacina se acogía la Virgen de la Peña, fue destruid o durante la Guerra Civil. A su término, como desagravio, se encargó una imagen idéntica a la original que es la que actualmente preside el templo. Es una talla de madera constituida por una sola pieza de medio metro de altura. La virgen está sentada en una silla y mantiene apoyado en su pierna izquierda al niño .

Virgen de la Peña de Aguilar. Foto: Chusé Loís Paricio.

En Aguilar del Alfambra se le tiene una gran devoción. Se le pedía por la lluvia y por los enfermos. Las dos necesidades básicas: alimento y salud. Es la patrona.

Detalle de las pinturas murales. Foto: Chusé Loís Paricio.

El martes siguiente al tercer domingo de octubre tenía lugar la fiesta de la Virgen de Peña. Era la fiesta más solemne de la localidad. Se hacía procesión desde el pueblo, en la que no faltaban volteo de campanas, ondear de estandartes, disparo de morteros, acompañamiento musical con gaita y tambor a la larga fila de fieles y canto de los gozos a la Virgen en la entrada de la ermita. En mayo, momento clave para la cosecha, también solía celebrarse una misa con rogativa, sobre todo si el año venía malo. En la actualidad, con el calendario religioso modificado por los cambios sociales, en las fiestas de agosto reúne en una misa a los vecinos y veraneantes.

La Peña es también motivo de dos leyendas.

Una de ellas es la que explica el apodo de los aguilaranos. Mantiene la tradición que resultando muy difícil para los cristianos la conquista del castillo que estaba bien defendido por los musulmanes (y que en realidad aún no existía) decidieron los aragoneses hacer uso de una estratagema. Reunieron un gran rebaño de cabras y, en una noche cerrada, colocaron teas en sus cuernos encendiéndolas al tiempo que las encaminaban hacia el castillo. Los defensores, sorprendidos en su sueño y asustados por el avance de lo que parecía un gran ejército, abandonaron la multitud. Por eso son conocidos con el apelativo de «chotos«.

El Estrecho. Foto: Chusé Loís Paricio

La segunda leyenda explica la construcción de la ermita. Sostiene la tradición que a una devota pastorcilla que apacentaba a su rebaño se le tuvo una doble revelación de la Virgen en el paraje de la Peña. Estas apariciones se interpretaron como la voluntad divina de que fuera construida una ermita en este paraje para honrar a Nuestra Señora. Es una leyenda muy extendida en otros lugares quebrados y que probablemente tenga su origen en los tiempos la Contrarreforma (siglos XVI o XVII), periodo de una acusada religiosidad popular. Si la tuvo, se desconoce cuál fue la advocación de la primitiva ermita medieval.

Lo que resulta indudable es que la ermita de la Virgen de la Peña es un punto de potente punto atracción visual, tanto para su entorno próximo, como ocurre en el paraje del Remolinar …

como de otros más alejados como la Muela de la Umbría …

Bancales y choperas en la umbría de la Muela de Aguilar. Foto: Chusé Lois Paricio

… o desde Cañamayor.

La ermita, el estrecho y la Peña desde los campos de Aguilar. Foto: Chusé Lois Paricio

La Peña y su ermita funciona como un faro para buena parte del Alto Alfambra. No emite luz, pero es una referencia.

Y, al revés, desde el castillo y la ermita se dispone de una extraordinaria panorámica del territorio, tan solo limitada por la contigua y aplanada cima de El Cerro.

Hacia el Oeste, panorámica de las amplias parameras de la sierra de El Pobo, con cerros como Batiosa (1.502 m), el Alto de la Sierra (1.718 m.) y las dos Hoyaltas (1.759 y 1.760 m).

Hacia el sur un arco de montañas, como Peñarroya (2.018 m), la Muela de Gúdar (1.664 m), el cerro de San Cristóbal (1.622 m) o Castelfrío (1.757 m) cierran la cabecera del Alfambra y el valle del río Seco, su afluente. Por el fondo serpentea la Arboleda Singular «Ribera del Chopo Cabecero del Alfambra» que muestra ofrece un bellísimo paisaje tanto en primavera …

como en el otoño …

En el centro, la ermita de San Cristóbal y el pueblo de Ababuj.

Hacia el Sudeste, una alineación de cerros y muelas hacen de divisoria entre el valle del Guadalope (cuya depresión se intuye) y el del Alfambra. Más allá, al fondo, desdibujadas, las montañas de Fortanete y Cañada de Benatanduz, como el monte Capellanía (1.777 m), se sumergen ya en el Maestrazgo.

Hacia el norte, extendiéndose desde la loma de San Just (1.523 m) hasta el cabezo Majalinos (1.601 m), otros montes separan las cuencas de los ríos Guadalope y Martín, en el corazón de la provincia de Teruel. Mucho más cerca, en esta dirección, la Hoya de la Virgen nos indica el camino más recto hacia el vecino pueblo de Camarillas, otra joya histórica y artística.

Salvo en algunas zonas del sector norte, la línea del horizonte que se contempla desde este mirador todavía se mantiene libre de aerogeneradores. La aprobación de los numerosos proyectos de parques eólicos que hay previstos ocasionaría una profunda transformación del paisaje.

En el Plan Aragonés de Estrategia Turística 2016-2020 diseñado por la Dirección General de Turismo del Gobierno de Aragón, en su medida «Elaborar y ejecutar un Plan de Accesibilidad Turística en el que se fomente la eliminación de barreras para personas con discapacidad y la creación de infraestructuras turísticas para las mismas» se contemplaba establecer una red de miradores vinculada a Senderos Turísticos de Aragón. En concreto, en la provincia de Teruel con proyectos financiados por los Fondos de Inversiones de Teruel 2017 y 2018, la citada Dirección General y la Federación Aragonesa de Montaña (FAM), entidad con la que aquella colabora, planificaron la construcción de ocho miradores adaptados. Uno de ellos en la ermita de la Peña de Aguilar, por donde pasa el flamante GR-199 Ruta de los Chopos Cabeceros del Alfambra.

A lo largo de la pasada primavera esta infraestructura ha ido avanzando hasta su conclusión. Con el esfuerzo y la habilidad de los carpinteros montadores docenas de tablones, listones y tablas …

… se han terminado convirtiendo en una pasarela de 125 metros de longitud que permite acceder a dos espléndidos miradores.

Uno orientado hacia el Sur …

hacia el río Alfambra, poco antes de internarse en el Estrecho, hacia el Remolinar donde reside el árbol premiado en Europa en 2015, hacia la Muela de la Umbría y las arboledas que descienden de ella, hacia el peñasco sobre el que se levanta Ababuj o en el que cobija Jorcas, o hacia los míticos montes Peñarroya o el San Cristóbal …

Otro orientado hacia el Oeste …

que se asoma a la cluse de Aguilar, ese espectacular pliegue abierto por el río, hacia el pequeño valle de Cañaseca, hacia el cañón fluvial que se interna hacia el molino Barberán y los meandros encajados de la Abeja, hacia las parameras de la sierra del Pobo, el hábitat de las aves esteparias reconocida como Zona de Especial Protección para las Aves …

En el inicio de la pasarela se ha instalado un aparcamiento adaptado junto al que se encuentra un mesa accesible con información en texto y en braille sobre el mirador y la pasarela.

De la plataforma de acceso directo adaptado arranca la pasarela que dispone de zócalo guía y barandillas de protección

Los paneles de los dos miradores contienen identifican sobre los principales elementos del medio físico, pueblos, parajes, tanto en texto como en braille, y de los rasgos del relieve o su naturaleza (bosques, cultivos, roquedos, etc.) con altorrelieve.

Para los que no conocen la Peña … ¿cómo llegar?

En el desvío de la carretera aparece una señal indicativa «Castillo de la Peña» (término erróneo, por cierto) que encamina hacia la callle Mayor, en cuyo extremo superior encontraremos otra similar que orienta hacia los pajares y, por un camino, accede hasta el raso de El Cerro. Un desvío hacia la izquierda lleva a la ermita, a los restos del castillo y hacia el mirador tras recorrer 2,94 km en total.

Una vez allí … ¡a disfrutar!

¡Ven a conocer este interesantísimo lugar!