TRUCHAS EN LA POZA. ESPERANDO LA LLUVIA

Diez de octubre. Paseo por la ribera del río Alfambra a su paso por Allepuz. Estamos preparando la ruta a recorrer en la IX Fiesta del Chopo Cabecero en un mañana soleada y cálida. En esta zona el río lleva un caudal escaso, muy escaso. Un hilo de agua, más propio de un arroyo que de un río, conecta una serie de pozas .

Las gravas acumuladas en algunas de las últimas crecidas dificultan el paso del agua que las cruza formando un pequeño rápido. 
Y, al tiempo, hacen de presa facilitando la formación de una tabla en la que el agua corre con dificultad y se acumulan las hojas recién caídas de los vecinos árboles … 
La clásica alternancia rápido-tabla que caracteriza a los ríos mediterráneos de montaña.
Unas lavanderas cascadeñas se acercan a una de las pozas. Yo también. Me fijo y observo movimiento bajo el agua que se traduce en forma de ondas en la superficie. Aquí hay alguien. 
Y, vaya que sí. Decidido y ajeno a mi presencia, asciende un pez a superficie ….
Al poco, asoma fuera del agua la cabeza de una pequeña trucha …
… supongo que para cazar alguno de los numerosos mosquitillos que sobrevuelan la poza. O eso pienso yo.
El Alfambra es un río de montaña. Pero de la montaña mediterránea. Es un río cuyos caudales sufren importantes oscilaciones de caudal, consecuencia del régimen pluviométrico que caracteriza a este sector de la cordillera Ibérica. 
En la cabecera, siendo las mayores para el conjunto de la cuenca, las precipitaciones son igualmente escasas. El promedio anual es de 550 L/m2. Muy escasas para la notable altitud de la zona (1500-2000 m). Las masas de aire húmedo que entran desde el cercano mar Mediterráneo y remontan la rampa del Maestrazgo y de la sierra de Gúdar, descargan -si lo hacen- al ascender. Cuando superan las montañas y el aire desciende hacia el valle del Alfambra (Alto o Bajo), se calienta y se evapora buena parte del agua de las nubes, pudiendo disiparse. Vamos, que llueve menos. 
Por otra parte, las precipitaciones además de escasas son irregulares, tanto en su estacionalidad como, sobre todo, en su comportamiento interanual. Son comunes los años de sequía, pero también los años con precipitaciones más generosas. El máximo es primaveral, pero también destaca el otoñal y el verano, cuando no son raras las tormentas. 
En cuanto a su comportamiento hidrológico, resalta el escaso caudal del Alfambra para la superficie de su cuenca hidrográfica. En Villalba Alta el módulo anual de 0,92 m3/s equivalente a una aportación media anual de 29,4 hm3. La irregularidad interanual es notable. En Villalba Alta oscila entre 0,20 m3/s y 2,21 m3/s (serie de 52 años). El régimen fluvial tiene aguas altas entre enero y junio con máximo primaveral. El mínimo estival es muy marcado, siendo habitual en los últimos años que en julio y agosto solo exista flujo superficial tras las tormentas. Es decir, el Alfambra se muestra como un río-rambla mediterráneo. En ocasiones, en episodios de crecida, el caudal medio anual puede multiplicarse por más de 50 debiéndose a tormentas locales de fuerte intensidad, por lo que tienen un carácter torrencial siendo muy breves.
En la localidad de Gúdar, las precipitaciones de los últimos doce meses (484,2 L/m2) han sido claramente inferiores a la media (654 L/m2). Una cuarta parte menos de lo habitual. 
Las precipitaciones de Gúdar pueden explicar muy bien el comportamiento hidrológico del río Alfambra a su paso por Allepuz. Y, por tanto, las vicisitudes de las truchas de nuestra poza. Agosto fue un mes inusualmente lluvioso y no por su torrencialidad, precisamente. Sin embargo, septiembre y lo que llevamos de octubre ha sido periodo seco. Poco más de veinte litros en cuarenta días. Este septiembre ha sido de los que «secan las fuentes».
Las truchas, por que era una única sino al menos tres, se encontraba en una poza situada a la salida de un pequeño rápido. En los rabiones, el agua de los ríos se airea más fácilmente aumentando la concentración de oxígeno. Algo que para las truchas es muy importante.
Las truchas del Alfambra están bien adaptadas a la sequedad estival y al estiaje del río. Deben conocer muy bien cuáles son las pozas más profundas, las que reciben un caudal subálveo, las que ofrecen más seguridad ante los depredadores.
Desconocemos la genética de estas poblaciones. Afectada antaño por la suelta de alevines de truchas de variedades alóctonas. Esta práctica fue abandonada por el deseo de evitar la introgresión genética con las poblaciones locales. Años después fue sustituida por la suelta de alevines de la cuenca del Guadalaviar obtenidos en piscifactoría y, en paralelo, protegida mediante la creación de un coto de pesca sin muerte.
Estas truchas tienen un gran mérito de sobrevivir en este río.
Las décadas lluviosas, y las grandes truchas del Alfambra, han quedado retenidas en la memoria de
nuestros mayores por sus gestas de pescar a mano o con trasmallo. No sabemos si volverán. De momento, hay que reconocerles el mérito a las actuales de sobrevivir en un medio difícil.
Y, esperar a que llueva. No tanto por que se extinga la población, pues tienen conexión en Teruel con las del río Guadalaviar (que también lleva caudales muy escasos). Más bien pensando en el futuro de aquellas tres pequeñas truchas de la poza de Allepuz.