DE ALLEPUZ A JORCAS

GR 199 RUTA DE LOS CHOPOS CABECEROS DEL ALTO ALFAMBRA

En este artículo se describe el segundo tramo de la Ruta de los Chopos Cabeceros del Alto Alfambra (GR 199). Parte de Allepuz, desciende hacia el río Sollavientos hasta cerca de su desembocadura en el Alfambra, río cuyo curso se sigue desde el puente de Carrateruel hasta que se encuentra con el Regajo, arroyo que finalmente se remonta hasta terminar en Jorcas. Es un paisaje fluvial con un frondoso bosque de ribera de añosos chopos cabeceros en una vega dedicada al cultivo agrícola y en un territorio organizado en masías.

Este itinerario lineal tiene una longitud de 12,86 km y requiere algo más de 4 horas para su recorrido por personas que dedican tiempo a la observación de la interesante vida silvestre o a tomar fotografías. Los senderistas deportivos suelen realizarlo en unas 3 horas 30 minutos. Tiene un desnivel de ascenso de tan solo 57 m mientras que el descendente es de 151 m. El perfil es pues muy suave. En un par de puntos requiere cruzar el cauce a través de gruesas piedras. Su dificultad técnica puede considerarse como muy fácil.

Se ha editado un tríptico del tramo de Allepuz a Jorcas del GR 199 que puede descargarse como pdf pulsando en este enlace.

Puede descargarse el archivo de Wikiloc pinchando en este enlace.

Este paseo es muy recomendable para otoño, por el colorido que ofrecen las hojas de los árboles y los arbustos. El paisaje también es precioso en primavera mientras que la densa sombra que ofrece el bosque resulta muy atractiva en el verano. En invierno, las esporádicas nevadas dan una perspectiva diferente, con las ramas desnudas de los árboles contra el azul del cielo y el manto blanco cubriendo el suelo.

La ruta se inicia en Allepuz, en concreto en la ermita dedicada a Nuestra Señora de Loreto.

Este templo fue levantado entre los siglos XVII y XVIII. Sigue el patrón de ermita de Loreto, tan común en la sierra de Gúdar y en el Alto Alfambra. Destaca poderosamente su atrio porticado soportado por de diez columnas de fuste liso que descansan sobre un murete de piedra y que soportan un alero de madera, una triple cornisa de ladrillo y una cubierta a cuatro aguas de teja. En la puerta de la fachada norte está grabada una sencilla cruz griega patada.

Junto a la carretera se encuentra la señalización del GR 199 Ruta del Chopo Cabecero del Alto Alfambra y del Sendero Local (SL) de la Dehesa de Allepuz. Ambos coinciden en un buen tramo, por lo que la señalización contiene las marcas de pintura blancas, rojas y verdes.

El camino desciende entre majadas, pajares y bancales en los que la piedra caliza es el material de construcción por excelencia, junto con la madera y la teja árabe.

No faltan las obras de piedra seca en el cerramiento o en la protección del suelo de los bancales, con algunos detalles propios del saber hacer de generaciones de labradores, como esta sencilla escalera de acceso.

El camino tiene un pavimento formado por gruesas piedras enterradas que exponen su parte plana. Muchas de ellas son alargadas y están dispuestas de forma perpendicular al eje del camino para así frenar el agua de escorrentía. Con el mismo fin, y con el de desaguar la corriente, aparecen periódicamente unas alineaciones de piedras. Estos caminos se conocen en la zona como calzadas. Son otra muestra de patrimonio cultural.

A mano izquierda, más abajo, se observa el flamante polideportivo municipal.

Al descender, las calizas y margas grises de la formación Artoles dan paso a las rocas que las soportan y que son más antiguas. Son las areniscas claras y las arcillas violáceas de la formación Camarillas, ambas de la facies Weald. Estas rocas que nos acompañarán durante buena parte de la ruta.

La calzada muestra grandes losas mientras traza curvas y más curvas para suavizar la pendiente de la ladera. Cuando esta disminuye forma una estrecha y profunda calleja que pasa entre bancales.

Los ribazos de estos campos también son paredes de piedra. En aquellas que están orientadas en umbría se despliega una colección de musgos, diminutas plantas que formando suaves almohadillas las tapizan y las pintan de verde.

En los taludes de los ribazos crecen espinos. Cumplen importantes funciones ambientales, pues ofrecen alimento a numerosos insectos y aves, ambientes sombríos a plantas delicadas, pero también servicios agronómicos pues sujetan el terreno evitando la erosión, además de aportar materia orgánica y mantener la humedad del suelo.

En el mes de abril las endrineras se hacen muy evidentes al florecer. Hay que acordarse del paraje cuando en septiembre se quiere recoger endrinas para hacer pacharán.

Un extenso bancal se extiende hacia la orilla del río. La vista del pueblo, con sus casas extendidas por la ladera, al pie del cinglo, al solano y al reser del cierzo, es inconfundible.

El camino alcanza la orilla del río Sollavientos.

Allí se separan los dos senderos. El SL de la Dehesa, siguiendo las marcas de pintura blancas y verdes, remonta un breve trecho y cruza el río por una gran piedra. Invita a recorrer, en otra ocasión, un paraje de interés natural y cultural, además de educativo.

Hacia la derecha, y cruzando el río por unas piedras bajo el puente carretero, continúa el GR 199 con sus marcas blancas y rojas.

Ya, en la margen izquierda del Sollavientos, el sendero pasa por otra calleja entre muros de piedra seca y setos de vizcoderas, galabarderas y endrineras. Es una zona preciosa, muy bien sombreada por los robustos y cercanos chopos cabeceros.

Bajo una gran vizcodera se aprecia el arranque de un peirón formado por sillares de arenisca tapizados por líquenes.

La senda pasa junto a unos álamos canos y a unos bloques de arenisca rojiza. En los bancales abandonados , ahogados por los espinos y decrépitos por la falta de atención, se yerguen manzanos, cerezeras, perales, azarolleros y nogueras, viejos frutales que resisten el paso del tiempo con menguadas cosechas.

Al fondo, destaca la antigua fábrica de harinas.

Este edificio de dos pisos es el más noble de esta partida. En el superior conserva la maquinaria. También es conocido como Casa Tatay, por ser el apellido del propietario que lo restauró para un uso turístico hace unos años.

Tras un kilómetro de recorrido, al llegar a una sarga, la senda que hemos seguido desde Allepuz termina conectando con otra, por la que viene el GR 199 desde la val de Motorritas (km 0) por la orilla del río Alfambra siguiendo el sentido de la corriente y que se dirige hacia Aguilar del Alfambra (16,7 km), tal como informa una señal indicadora.

Merece la pena dedicar un tiempo a observar esta vieja sarga. Perdió el turno de poda hace bastantes décadas. Algunas ramas se han desgajado. El tronco se ha abierto mostrando la madera muerta y la multitud de huecos y grietas. Es el hábitat de una comunidad de organismos especializados (saproxílicos) vinculados a los bosques viejos y, en los agroecosistemas con árboles trasmochos, a estos árboles añosos. Estamos hablando de biodiversidad.

El caminante debe tomar el sendero en dirección Aguilar dejando atrás el barrio de las Fábricas, topónimo que alude al pasado industrial de estos pueblos. El río Sollavientos se cruza por unos grandes sillares y, por un buen camino, se dirige hacia el Norte a través de amplios bancales dedicados al cultivo del trigo o del alfaz.

Pasa junto a un gran chopo cabecero que en invierno muestra sus grandes ramas contra el cielo mientras que en verano proyectan una reconfortante sombra en el camino.

La senda pasa junto a un grueso estrato de arenisca intercalado entre otros de arcillas violáceas (facies Weald).

La impermeabilidad de la arcilla y la recurrencia de las lluvias torrenciales favorecen su erosión y limitan la cobertura vegetal. Son auténticos badlands de suave pendiente.

En un desvío hay que seguir de frente de acuerdo a las balizas que jalonan la ruta del GR 199 hasta alcanzar la carretera A-226 (Teruel-Cantavieja) en donde una señal informará que faltan 10,7 km hasta llegar a Jorcas.

Termina el camino y hay que andar por la carretera (dirección Teruel) unos 200 metros hasta encontrar otro camino que acerca a la ribera del río Alfambra, poco antes del puente carretero de Carrateruel.

Al pasar junto a unos taludes de arcillas violáceas irá llegando el rumor del agua desde el fondo del valle. Es un azud. El primer gran azud del histórico sistema de regadíos del Alto Alfambra, comprendido entre Allepuz y Aguilar.

Este paraje es idóneo para comprobar la acusada estacionalidad del río Alfambra. Un río-rambla, como lo denominan los geógrafos. Es fácil comprobar los efectos del estiaje tras cualquier verano seco o los de las crecidas tras algún episodio de gota fría otoñal.

El azud alimenta la acequia del Molino de Caudé. Con sus 3,7 km de longitud riega -más bien regaba- unas 30 hectáreas de la margen derecha del río en el término municipal de Allepuz. Al llegar al molino de Caudé, tras hacer funcionar el ingenio, las aguas sobrantes vertían a la siguiente acequia. Decimos regaba pues, como se irá viendo, la mayor parte de los bancales están yermos y los cultivados no se suelen regar.

En este paraje la vega se ensancha en la margen izquierda por lo que los bancales, casi todos dedicados al cultivo del cereal, son más amplios y habitualmente tienen setos vivos con arbustos y árboles, algunos viejos frutales.

El sendero cruza la acequia por un gallipuente de piedra y se acerca al lecho del río. Por una parte el acúmulo de cantos rodados, por otra las junqueras, nos están recordando la doble naturaleza del régimen fluvial del Alfambra.

Asciende hasta un bancal abandonado por cuyo margen, bien fortificado por robustos chopos cabeceros, avanza en paralelo al río.

A la salida del invierno, cuando el río se encuentra en aguas altas, la trasparencia del agua y su baja temperatura son rasgos que contratan con el estiaje y con las turbulencias de las avenidas otoñales.

En la margen por lo que discurre el sendero, al otro lado de los bancales, el curso de la acequia se adivina por la espesura de los espinares y por los sargales que allí prosperan. Por doquier, bosquetes de álamos canos salpican la ribera, la acequia o incluso los pequeños barrancos que se precipitan desde la inclinada ladera por la que cursa la carretera. Uno de los bancales fue plantado (y recientemente cosechado) por chopos híbridos («canadienses»), claramente diferentes de los chopos negros del país, casi todos manejados como trasmochos.

En los últimos años, los Ayuntamientos, los propietarios y el Parque Cultural del Chopo Cabecero del Alto Alfambra han iniciado un programa experimental de desmoche para fomentar el rejuvenecer los chopos cabeceros. Es por ello que pueden observarse algunos ejemplares con escamondas realizadas y con rebrotes de una o dos savias, además de montones de tarugos que casi son obras de arte.

La senda pasa junto a un campo plantado con carrasca trufera y se acerca a la orilla del río para atravesar un bosquete de álamos canos y de vizcoderas que forman un auténtico túnel.

La terraza fluvial se encuentra colgada en relación con el cauce del río, lo que le salvaguarda de las inundaciones.

El sinuoso cauce del río ofrece espléndidas estampas ..

El sendero se va acercando a las tierras de la Masía de las Pupilas. En octubre de 2017 en este paraje el motosierrista Herminio Santafé podó dos chopos cabeceros en el marco de la celebración de la IX Fiesta del Chopo Cabecero que tuvo lugar entre Allepuz y Jorcas. Fue una jornada magnífica. Adjuntamos una simpática crónica en verso.

En adelante el sendero pasa bajo el dosel que forman grandes chopos y álamos y por un pasillo orlado de vizcoderas, cornejos y sargas.

En esta finca se puede encontrar un paisaje muy singular. Un conjunto de prados de desigual extensión que aparecen cerrados por un seto arbolado. Un bocage. Es un paisaje agrario más propio de las campiñas atlánticas o de las montañas centroeuropeas que de la Europa mediterránea, como es el caso del Alto Alfambra.

En las orilla de los prados es posible encontrar algún chopo cabecero de notables dimensiones …

El sendero cruza el río Alfambra por un buen puente en el que, en ocasiones, la nutria deja rastro de su presencia…

… y permite pasar a la margen izquierda de la ribera.

Ya van recorridos cuatro kilómetros.

Desde el puente se busca el camino que viene desde la masía de las Pupilas y que, tras vadear el río, deja a su derecha la ribera para subir a unos pequeños bancales. Desde allí arranca una pared de piedra seca …

y se hace evidente un paso de ganado por el que avanza la ruta …

Una perspectiva del Alto Alfambra. Al fondo, los montes de Gúdar.

La senda se eleva sobre un talud arcilloso y sobre el cauce del río …

… pero, al terminar el muro vuelve a bajar al mismo. A mano izquierda se aprecia un chumarrial, un prado encharcadizo con vegetación adaptada a la inundación permanente.

El dosel de chopos cabeceros vuelve a acompañar al excursionista.

Sorprende la abundancia de enebros comunes cuyo verdor destaca en el invierno, antes de los chopos, sargas y espinos desplieguen su follaje.

El enebro es más propio de los montes que de las riberas. Su abundancia aquí se explica por los zorzales, unos pájaros que en la zona son conocidos como tordejas. Cuando asoman las primeras heladas en octubre, desde el centro y norte de Europa llegan bandos de zorzales comunes, reales y alirrojos, que se suman a los charlos y a los mirlos del terreno. Unos y otros se alimentan durante el otoño y parte del invierno de los frutos de los espinos que abundan en las vegas y de las pequeñas bolas de enebros que crecen en los páramos. El seguimiento de estas poblaciones de aves invernantes se viene realizando desde hace cuatro temporadas por el Parque Cultural. En los siguientes enlaces pueden consultarse los registros obtenidos en los muestreos anuales de 2018, 2019, 2020 y 2021.

Zorzal común. Foto: Carlos Pérez Naval

Los azulados frutillos (realmente no son verdaderos frutos) que producen los enebros son muy secos y contienen unas resinas que resultan ardientes para los zorzales. Tras su ingesta, estos pájaros acuden al río a beber. Es común entonces verlos descansar sobre las ramas de los chopos. Al defecar las semillas que albergan estas bolas, caen bajo las ramas de los chopos, germinan y producen unos pequeños enebros cónicos que prosperan aprovechando la fertilidad del suelo.

El río traza meandros y forma alguna poza. Se cruza el río hacia la margen derecha a través de unos bloques.

Un gran bancal se extiende hasta la Masía de Caudé.

Algunos años este campo se cultiva de pipirigallo, una leguminosa de gran valor forrajero, agronómico y ecológico. Se crea entonces un efímero paisaje de una gran belleza por el rosa púrpura de la flor, que contrasta con el verdor de los árboles y el pardo gris de los desnudos cerros.

Se pasa bajo grandes árboles …

sale a un camino agrícola que serpentea entre unos robustos chopos cabeceros …

… hasta alcanzar otro camino que, por la derecha, viene de la masía.

Ahora se comprende muy bien el nombre de este sendero de gran recorrido: GR 199 Ruta de los Chopos Cabeceros del Alto Alfambra.

Hay un vado para vehículos y un puente de madera para rebaños y personas, deteriorado tras una de las últimas crecidas del Alfambra.

En la margen izquierda del río se intuye una dehesa de chopos y sauces trasmochos salpicada de grandes enebros que ha sido desmochada el pasado invierno.

Unos y otros tenían el turno muy pasado como puede verse en el número de anillos de crecimiento y en la anchura del duramen de esta sarga.

La borrasca Filomena dejó tras su paso un paisaje nevado de bellísimas estampas que, en su momento, comentamos en el siguiente artículo.

Una señal indicadora nos recuerda que aún no hemos llegado a la mitad del recorrido.

El sendero sigue un paso de ganado y aproxima a una dehesa de vigorosos chopos podados recientemente. Es lo que necesitan estos árboles, mantener el turno de desmoche. Y lo que necesitan las ovejas, hierba jugosa y abundante.

El sistema sigue funcionando bien aquí. Estamos ante el paisaje que podríamos encontrar en buena parte de la ribera del Alfambra hace cien años. Un paisaje ganadero, un paisaje histórico.

Los prados, en primavera, explotan de colores con la floración de las hierbas …

mientras que los espinos, vizcoderas, endrineras y galabarderas ofrecen una gama de blancos que se sucede entre abril y junio …

En la otra orilla, un enorme bloque de arenisca hace de cantil para el bancal que se eleva en la margen izquierda. Un par de pinos royos nos recuerda la vegetación potencial de estos montes, hace siglos cubiertos por bosques, en la actualidad cultivos y pastizales. En la orilla, las gravas son un testimonio de los sedimentos que acarrea el Alfambra durante sus avenidas.

Hay tramos en los que se angosta el cauce y se forman pequeños saltos de agua cuando el río baja en su régimen de aguas altas de primavera.

El sendero pasa junto a un caseto casi oculto por los cirueleros que, medio asilvestrados, crecen en el ribazo del bancal.

Estrechas y alargadas parcelas, muchas veces salpicadas de sargas y espinos en sus ribazos, conforman la vega de Jorcas en esta partida.

La senda cruza un estrecho camino que desciende desde la carretera, vadea el río y da acceso hasta la imponente Masía de Badenas, un edificio bien conservado y de notable interés arquitectónico.

La senda por la que discurre el GR 199 sigue por la margen derecha del río.

El inicio de la primavera, justo antes de que los chopos produzcan las hojas, es el momento de la floración de las prímulas, unas discretas plantas herbáceas que tapizan el prado fresco de la riera.

Nos sorprenderá una inclinada, gruesa y hueca sarga de retorcido tronco y de larga historia que nos sale a nuestro paso.

El sendero prosigue por una alargada dehesa fluvial …

En la margen izquierda queda un corral en ruinas junto al que pasa una pista que llega hasta la Masía de Badenas tras vadear y acompañar al Alfambra durante un tramo de unos 200 m. El sendero se incorpora a esta pista siguiendo el sentido de la corriente y sin dejar la margen derecha de la ribera.

Los bancales se hacen más amplios en la vega. En la parte más alejada del río discurre la acequia del Molino de Jorcas, que recogía las aguas del Alfambra con un azud situado en la Masía Caudé y de los propios sobrantes del Molino de Caudé y que, al poco, haría lo propio con las que aporta el arroyo del barranco del Salvador. Las sargas marcan muy bien la situación de esta acequia.

El barranco del Salvador se abre justo en la umbría del cinglo bajo el que se encuentra el pueblo de Allepuz y recorre un buen tramo de su término municipal y del de Jorcas. Es un paisaje en el que destacan las cerradas de piedra seca tanto en la loma rocosa dedicada a pastos como en los bancales de secano. Cerca de su desembocadura en el Alfambra, una frondosa chopera acompaña al arroyo. El dorado de sus hojas ofrece unas deliciosas estampas otoñales.

El GR 199 abandona entonces la pista y se acerca al río pasando entre las sargas y espinos de la orilla y los chopos que orlan el vecino bancal …

Sigue por un tramo de dehesa arbolada y sale a otra pista. En adelante, el soto se ensancha. Abundan los chopos. Muchos fueron plantados y formados para hacerlos trasmochos pero no llegaron a recibir su primer desmoche.

Entre los espinos y los troncos, al fondo de los bancales y bajo el cabezo de los Collados, asoma el Molino de Jorcas.

El molino es un edificio de una preciosa factura.

La construcción del edificio del antiguo molino de Jorcas responde a la tipología de la arquitectura tradicional de la zona: muros de mampostería, sillería para refuerzo de las esquinas y ventanas y vanos de acceso con dinteles de vigas de madera. Su techumbre sería de vigas de madera al interior y cubierta a dos aguas con tejas de cerámica.

En la fachada norte del edificio está adosada una pequeña estancia, hoy en ruinas, pero en la que aún es visible la maquinaria del molino. Al exterior, aunque prácticamente colmatados, también se pueden identificar los ojos en forma de arcos por los que accedía el agua al molino. El molino de Jorcas es uno de los elementos de un sistema de regadío histórico más amplio compuesto por una acequia madre única y azud.

En sus inmediaciones, un pequeño edificio servía de cuadra para guardar los mulos y de corte de los puercos que criaba el molinero.

Los prados arbolados de la margen izquierda, con sus árboles bien cuidados, nos recuerdan que aún se aprovechan los chopos en estos pueblos.

La pista asciende dejando a la izquierda y abajo un mosaico de diminutos huertos actualmente ahogados por los espinos y, más adelante, un conjunto de pequeños bancales bien cuidados. Al poco, se llega a un desvío en el que hay una señal indicativa. Ya faltan menos de cuatro kilómetros para el final.

Recomendamos seguir las indicaciones del GR 199 para llegar a Jorcas hasta alcanzar la desembocadura del Regajo y allí remontar este arroyo hasta el pueblo. Pero, en caso de necesidad, puede tomarse el camino que taja. Es el que sube a mano derecha y que tras medio kilómetro alcanza y cruza la carretera A-228. Allí se toma el desvío que lleva al pueblo tras un kilómetro.

Cambian las rocas. Afloran ahora una calizas y margas grises que forman las laderas de estos cerros, casi desnudos, por el pastoreo de siglos y siglos.

Pero, al poco, resurgen las areniscas en forma de grandes bloques y, en la vega, las arcillas violáceas que quedan bien visibles tras el paso del aladro.

No es raro encontrar algún corzo en esta parte de la ribera tan solitaria.

Grupo de corzos. Foto: Uge Fuertes

Y, sobre los cielos de primavera, alguna pareja de águilas calzadas que hace su nido entre las discretas ramas de estos chopos y que caza en los espacios abiertos del entorno.

Águila calzada. Foto: Chusé Lois Paricio.

En el medio de unos de estos bancales puede verse un azarollero muy hermoso. Esta especie de árbol era muy apreciado en estos pueblos por su madera y por sus frutos: las azarollas.

Tras unas recurvas, la pista asciende a un pequeño alto dejando a la derecha un par de desvíos y un pequeño corral. Hay que continuar por la izquierda siguiendo la señalización. Entonces la pista se encamina decidida hacia la loma del Cuartal. A mano derecha se extienden amplios campos de secano sobre unas arcillas con conglomerados del Terciario.

A mano izquierda, al fondo del valle, pequeñas parcelas de regadío, el río su soto y, ya en la margen izquierda, la acequia del Molino de Ababuj.

El coger altura permite disfrutar del paisaje a otra escala. Hacia el oeste hay una bonita perspectiva de Ababuj y sus dos torres, así como de Hoyalta, la cima de la sierra del Pobo. Un paisaje todavía libre de aerogeneradores.

La pista desciende y cruza el Regajo, nombre popular que reciben en Aragón los arroyos de caudal modesto.

Es un rincón precioso en el que abundan los prados cerrados también con árboles y arbustos. Un paisaje tipo bocage, como ya se comentó.

Son prados frescos por la proximidad del nivel freático que ofrece humedad incluso en verano. Hace unas cuatro décadas era muy aprovechado por el ganado vacuno.

La pista sale a un desvío. Hacia la izquierda, siguiendo el sentido del río, continúa el GR 199 dirección Aguilar del Alfambra. Hacia la derecha, nuestra ruta, comienza el desvío del citado GR hacia Jorcas (a tan solo 2,3 km) en un tramo en el que coincide con el PR-TE 51.

En un bancal destaca un par de grandes y bien cuidadas sargas …

Al llegar a una cerrada curva, queda a la izquierda un desvío que no hay que tomar. A mitad de la siguiente curva hay surge una senda a mano derecha debiendo abandonarse entonces la pista. Es un paseo muy amable …

desde el que se tiene una buena vista de la vega del Regajo de Jorcas …

… y del cerro de las Palomas.

Viejos frutales se han conservado en los ribazos e incluso en medio de los bancales. Como un precioso peral.

La senda sale de nuevo al camino. Y pasa junto a una pequeña majada. Merece la pena dedicarle atención a esta pequeña construcción ganadera.

A las paredes de piedra del corral abierto y al cubierto, al puente, vigas y cabrios del tejado. Y a los múltiples detalles de su interior.

El camino se ciñe al cerro y deja a su derecha los frescos bancales con sus muros de piedra, su orla de arbustos y, al fondo, el soto fluvial del Regajo. Sale a una buena pista que, en breve, se abandona para tomar un camino por la derecha que acerca a una arboleda.

En el último bancal, pegado a la arboleda, hay un árbol muy especial. Es el Chopo de los Yermos. Un ejemplar que está siendo estudiado para conocer más sobre su historia y su funcionamiento.

El camino entra en el área recreativa de los Yermos. Una fuente de fresca agua, la sombra de los frondosos chopos y sargas, así como las mesas y los bancos invitan al descanso, al almuerzo y al disfrute.

Un panel informa sobre el valor patrimonial de los chopos cabeceros, el decisivo papel que han jugado los propietarios y la situación actual.

El sendero pasa entre el área recreativa y la pared de piedra de un huerto bajo unos árboles que, en otoño, con sus doradas hojas, ofrecen uno de los parajes más hermosos del término de Jorcas.

Se cruza la carretera A-228 y se pasa junto a una pequeña balsa. Una senda pasa entre paredes de piedra seca y setos arbustivos. En ellos abundan las galabarderas cuyos frutos se pintan de rojo conforme entra el otoño …


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y las endrineras, que despliega su floración ya en el mes de abril …

Entra en el pueblo por los huertos del barrio bajo …

… cada cual con su cerrada de piedra, su puerta de madera y las enredaderas tapizándolo todo …

… hasta salir al polideportivo y a la señal indicadora que nos recordará la distancia de la excursión.

Por el paseo José Antonio Labordeta se llega al pueblo, una pequeña joya arquitectónica del Alto Alfambra en la que disfrutar paseando, tomando un refresco o charlando con los vecinos.