UNA POSTAL DESDE LA VEGA DE CEDRILLAS

Volvía de realizar el sendero que une Cedrillas con el nacimiento del río Mijares. La mañana había mejorado después de una noche heladora luciendo el sol sobre un cielo de intenso color azul.
Poco antes de incorporarme a la carretera puse mi atención en un detalle del paisaje.
Un árbol solitario emergía sobre un campo. Era un peral. Un peral viejo. Para lo avanzado del otoño aún mantenía buena parte de las hojas que, por otra, parte no habían virado al rojo. Cosas de este otoño anómalo, demasiado seco y templado para lo que es habitual en esta parte de la cordillera Ibérica. Posiblemente sea un superviviente de los frutales que se plantaban antaño para abastecer las despensas de las masadas, por entonces llenas de gente. El árbol es un testimonio, otro más, de otro tiempo, de otra forma de vida, de otro modelo agrícola. Desconozco la variedad del peral. Estos frutales tradicionales, bien adaptados al terreno, van desapareciendo con lo que supone de pérdida para la biodiversidad agrícola y de erosión genética.
El peral crecía en lo que hoy es un campo de secano. Es muy probable que antes también lo fuera. El freático es somero, por la cercanía del río Mijares y por tratarse de suelos profundos. Era un rastrojo de cereal, aún por levantar.  
Inmediato, tras el campo, asoma el monte. Un monte sin cubierta arbolada, que permite diferenciar las rocas que lo constituyen. Destaca el relieve en cuesta. La acción erosiva de las aguas superficiales sobre las rocas ha creado un resalte que emerge con fuerza en el paisaje.
En esta ladera del Alto Mijares afloran arcillas, areniscas y calizas que fueron depositados en mares someros durante el final del Jurásico (Malm) en una zona cercana a la costa de una plataforma continental del mar de Tethys. Los avances y retrocesos de la línea de costa, debidos a las transgresiones o a las regresiones marinas, quedaron fielmente reflejadas en los sedimentos. Las arcillas (de colores grises y verdosos) y las areniscas son aportes de origen continental que se asocian a la retirada de la línea de costa (regresión) mientras que las calizas se depositaron por la precipitación del carbonato de calcio disuelto en el agua de mar cuando este avanzó tierra adentro (transgresión).
Estos estratos, y los que los sepultaron durante el Cretácico, fueron levantados y plegados durante la orogenia Alpina. Y, con posterioridad, unos y otros fueron arrasados dejando por la acción de los agentes erosivos dejando a la intemperie, precisamente, estos materailes jurásicos. Pero, no todos tienen diferente competencia ante la erosión. Las calizas son más resistentes que las arcillas y las arenas. 
La alternancia de rocas de diferente resistencia y la disposición en estratos inclinados posibilita la formación de unas facetas angulosas, de aspecto triangular, formadas por resaltes calizos. 

Los geólogos les llaman chevrons. Unos muy conocidos en el sur de Aragón y que además están declarados Lugar de Interés Geológico son la «Rochas de Fonfría» en el Alto Huerva (comarca del Jiloca).

Sierra de Oriche. A la izquierda la ermita de la Virgen de la Silla. Foto: DescubreJiloca

Subirse a uno de estos resaltes calizos evidencia la continuidad de los estratos, incluso cuando estos están buzados y
parcialmente erosionados.
La vegetación, lenta pero implacablemente, coloniza estos sustratos. Tras remitir la presión ganadera durante las dos últimas
décadas, el lastón y el tomillo prosperay en las grietas de la caliza. Y,
todavía mejor, sobre las arcillas y las arenas que las tapizan o entre las que
se intercalan. Estas plantas, y otras acompañantes, constituyen una formación vegetal
abierta y de escasa altura, bien adaptada a la sobreiluminación, a los suelos
con escasa capacidad de retención y a la ausencia de materia orgánica. Con sus
raíces bien trabadas retienen la tierra, con el aporte regular de sus restos (hojas
y raicillas muertas) enriquecen en materia orgánica el suelo. Es la piel del
monte. Bueno, la primera capa en la cicatrización de la herida que supone la
exposición de la roca madre. Esa gran herida que supone la desaparición del
suelo tras la desaparición del bosque. Esta primera «capa celular»
creará condiciones que permitirán la entrada de otras plantas de mayor biomasa
y talla, como la aliaga (Genista scorpius),
la galabarda (Rosa canina), el enebro
(Juniperus communis) o el billomo (Amelanchier ovalis), que constituirán la
siguiente capa de este «tegumento» en reconstrucción a lo largo de
las próximas dos o tres décadas. Siempre que no se produzcan nuevas
perturbaciones, en forma de fuego o de erosión intensa por lluvias
torrenciales. Es todo un equilibrio inestable.

Lastón (Brachypodium retusum), una hierba propia de terrenos secos, iluminados y expuestos a la erosión.
Desde lo alto de estos cerros se podía contemplar la vega de
Cedrillas. En esta depresión se han acumulado durante el Cuaternario sedimentos
detríticos aportados por el río Mijares desde la cabecera del valle (aluviones)
o por las aguas de arroyada en su descenso desde los montes cercanos
(coluviones). Estos depósitos quedaron retenidos en una depresión encajada
entre los montes cercanos. La transformación del entorno por el ser humano ya
en tiempos históricos posibilitó aprovechar la fertilidad de estos sedimentos y la
proximidad del acuífero mediante su puesta en cultivo, siendo desde entonces
algunas de las mejores tierras agrícolas de esta localidad.
No encontramos acequia alguna en esta vega. Es más, el único
curso de agua distinto al río Mijares es una larga zanja que surge en medio de
la vega y cuyas márgenes están pobladas por sargas (Salix viminalis). Esto nos hace pensar que tal vez se trate de un
drenaje de la vega que permita desaguar hacia el río el agua que empapa las
tierras agrícolas durante periodos húmedos en los que el freático puede llegar
a aflorar.
Un paso atrás nos permite ampliar la perspectiva e incluir
otro elemento de este paisaje agrícola y ganadero. Los lindes arbustivos de los
campos. Los ribazos con matas espinosas. 
Estos setos, en este caso formados por
endrinos (Prunus spinosa), son
ambientes apropiados para las plantas que no soportan la iluminación directa y
para los animales propios de la orla del bosque. Enriquecen ecológicamente
estos ambientes agrarios y ofrecen, a quien lo desee, la oportunidad de recoger
sus frutos para su maceración con anís y prepararse unas botellas
de licor de endrinas. Vamos de lo que los navarros llaman pacharán. Siempre que
no se descuide uno, pues los mirlos, tordos y otros pájaros dan buena cuenta de
estos frutos desde primeros de octubre.

Y, es que, cualquier paisaje encierra historia de procesos
naturales y del manejo humano. La postal de la vega de Cedrillas, también.