LA CARTA DEL CASTILLO E IGLESIA DE JORCAS

Queridos vecinos y viajeros del presente y futuro:  

Esta es la segunda carta que os escribo a ver qué os
parece. La primera os la mandé, también por Internet, hace 18 años. Aunque
Jorcas es mucho más,
cuando entráis al pueblo sorprende el
montículo donde se divisan restos de un antiguo muro resistente a los “tiempos
modernos”. Soy yo, mejor dicho, lo que queda de mí.

Me gustaría recordaros que soy el único vestigio medieval
en pie del temprano asentamiento origen de este pueblo porque, según los
arqueólogos, allá en el siglo X o antes –he perdido la cuenta-, fui poco más
que una torre vigía construida por los árabes frente al campo abierto para la
defensa de su entonces territorio.

Jorcas.- Restos del torreón o castillo árabe (¿s. X?)
con añadidos contemporáneos Foto L.P. (1990)

Pues sí señores, poco más que una “torre vigía”: el
espacio no daba para mayores construcciones ni en aquél momento tenía muchos
ocupantes. Además, detrás de esa roca había terreno suficiente donde levantar alguna
que otra casa no lejos del riachuelo y oculta a visitantes no deseados.

Tiempo después, cuando estas tierras cambiaron a
dominio cristiano y algunos repobladores venidos con las tropas del rey de
Aragón ocuparon el espacio detrás del roquedal, edificaron también allí una
iglesia pequeña. Pasaron los años y las
tierras y quienes las habitaban fueron de manos de un rey a otro y de éstos al
arzobispo de Zaragoza mientras yo, el torreón, seguía cumpliendo mi función defensiva
en esa época de continuadas guerras, oyendo a todos llamarme y escribirme “castillo”.

Pero no quiero hablar mucho de mi historia sino de la
función social que han tenido y tienen mis “carnes” de piedra en vuestras vidas
porque un día de 1532, recién nombrado arzobispo de Zaragoza Fadrique de
Portugal, por tanto señor de Jorcas, ordenó a los arquitectos Juan de la Mira y
Juan Galí darse una vuelta por sus posesiones en el Reino e informarle del
valor y estado de sus castillos. 
Pusiéronse en camino los dos Juanes, llegaron a Jorcas, me vieron y
observaron y emitieron el pertinente informe: por mis dimensiones no merecía la
pena emplear dinero en arreglarme. Desde entonces a hoy he sido “carne” del
paulatino deterioro y he visto emplear mis piedras en aquellas construcciones
comunales a conveniencia del señor de las tierras en primer lugar o atravesando
los siglos, a la de los habitantes que, bajo mano, han ido “viajando” con mis sillares
tan escuadrados a las paredes de sus viviendas o corrales particulares, de
manera que mi “cuerpo” diseminado comparte la intimidad doméstica y local. Cada
día paseo por las calles, os miro, os recibo y despido año tras año.

Jorcas.- Barrio del Castillo detrás del
montículo. A la derecha, la iglesia. Foto: Eliseo Herrero (1998)
Pero volvamos a la Historia. Murió don
Fadrique en 1539 sucediéndole don Hernando de Aragón, nieto de Fernando el
Católico. Fuera personalmente o informado por su obispo auxiliar, la visita
pastoral de 1567 puso de manifiesto que la iglesia de Jorcas estaba derrumbándose
y era pequeña para la creciente población del lugar. Así que el 20 de noviembre
de ese año, el ilustre prelado ordenó demolerla en el plazo de ocho meses para
construir en los cuatro años siguientes otra nueva más capaz en el mismo solar,
amenazando al Concejo con una multa de 100 ducados –equivalente a muchos miles
de euros de la época- si desobedecían su mandato.

Zaragoza.-
Salón del trono del palacio arzobispal. Retrato de Don Hernando de Aragón
(1498-1575)

Pero las obras no empezaron enseguida
porque antes de tocar el ruinoso pero sagrado lugar, necesitaban obtener
permiso para trasladar la pila bautismal y la Eucaristía al espacio más seguro,
respetado y decente del pueblo: las “casas del Concejo” (así llamadas por
encontrarse en un solo edificio tres salas independientes -“casas”- La del
Concejo, la de la audiencia pública y la cárcel) es decir, lo que hoy llamamos
Ayuntamiento que entonces estaban en un punto cercano a la iglesia, desde luego
no donde hoy se encuentra, lo sé de buena piedra: mucha parte de mí se
encuentra en el actual edificio que construyeron el último tercio del siglo
XVIII.
Y el mencionado permiso llegó al cabo de
más de un año. Finalmente el 31 de enero de 1569 se pusieron manos a la obra y
para entonces, D. Hernando de Aragón, un hombre de gran actividad, sólida
cultura e inquietudes artísticas, muy rico y, afortunadamente, generoso mecenas,
ya había decidido encargar la obra a los Xado. El arzobispo sabía lo que hacía, tenía
sobradas referencias de su largo ejercicio profesional respaldado por la
antigua iglesia del castillo en el vecino pueblo de Camarillas que en 1550
había terminado Roque Dexado –o de Xado- e igualmente por la recién finalizada hacia
1566 en Cretas quizá en colaboración con su hermano u otro miembro de su
familia, pero además contaba con la ponderada opinión del obispo de Tortosa, quien
satisfecho del trabajo realizado en este último pueblo, posiblemente se los recomendó
para la iglesia de Jorcas.
Camarillas.-
Iglesia del Castillo. Obra de Roque de Xado (1550) Foto https://mapio.net/s/36437766/

Precisamente ambos templos de nueva planta –el de
Cretas y el de Jorcas- se renombraron poniéndolos bajo la titularidad de la
Asunción de María, una devoción en pleno empuje promocional después del
Concilio de Trento, especialmente desde que Pío V había ordenado su nuevo
enfoque de culto.

Vais bien encaminados al suponer que Dexado fue el
arquitecto de la iglesia jorquina no sólo por lo antes mencionado y la lógica
secuencia cronológica sino también y sobre todo porque, aunque de momento el
autor no parece haber “firmado” la iglesia de Jorcas como las otras dos, su
fachada y arquitectura interior sigue el patrón estilístico, simplificado pero
prácticamente idéntico al de la parroquia de Cretas.   

Naturalmente el mayor o menor presupuesto disponible
en uno y otro templo se pesaba en la obra resultante. Entre la portada de las
iglesias de Cretas y Jorcas la segunda tiene un diseño mucho más sencillo y
austero, no solo por el número de óculos y hornacinas destinadas a alojar tres
esculturas de bulto redondo –que según imprecisas referencias de ancianos eran
las de San Blas, la Virgen en su Asunción y santa Águeda- los antiguos santos
patronos y la nueva titular del templo, o por la ausencia de medallones en el
dintel y del programa pasionista en relieve que recorre el friso o la mayor
riqueza ornamental que exhibe la de Cretas sino también por la calidad de los
materiales empleados.

 

 

Cretas.- Iglesia de la Asunción y San Juan Bautista. Obra de Xado (h. 1566). Foto: L.P.          
Jorcas.- Iglesia de la Asunción de la Virgen. Probable obra de Xado (h.1573) Foto L. P
Cretas.- Iglesia de la Asunción y San Juan Bautista. Obra de Xado (h. 1566). Foto: L. P.

Jorcas.- Iglesia de la Asunción de la Virgen. Probable obra de Xado (h.1573). Foto: L. P

Para la construcción de la iglesia se aprovecharon en
los contrafuertes y esquinas cuantos sillares y losas pudieran valer del templo
anterior por economía, comodidad, calidad de la piedra y escasez de buenos
canteros en el término o alrededores.

Pero además, ahí al lado estaba yo con el gran almacén
de mis mayores, mejores y mejor trabajadas piedras, disponibles desde 1532 sin
reparar en las infieles manos que las habían tallado, claro que después de
tantos siglos, ni se acordaban. Así bajé a escucharos y conoceros dentro y
fuera de aquellos muros. Perdí altura y paisaje, gané contacto humano.

Jorcas.- Sillares reutilizados en los muros externos de la iglesia. Probable obra de Xado (1560-1573) Foto L.P., 2018.

En 1573 el edificio estaba a punto de bendición y
consagración porque el 2 de junio, don Hernando de Aragón escribe al obispo de
Tolosa contándole la compra de un paño de seda valenciana para el palio del Sanctíssimo sacramento y otras cosas para la falça de
la iglesia que se havia hecho de nuevo en su lugar de Jorcas
.

La verdad, el día de su inauguración me sentí
líticamente orgulloso de estar allí por todos lados para siempre. La obra era
magnífica. Dentro se reunían, como siempre, lo antiguo y lo nuevo, el color y
el todavía blanco yeso de las nervaturas. La pila bautismal en su lugar, el
coro adelantado, las dos puertas y entre ellas esa columna que llaman parteluz
con otra adosada grácil y delicadamente labrada señalando la figura de la mujer
Virgen elevándose.

 

Jorcas.- Iglesia parroquial, puertas con parteluz.
Probable obra de Xado (1560-1573). Foto L.P., 2018.
Sí, seguramente el elemento más interesante de la hoy
muy deteriorada portada parroquial de Jorcas es la conservación del parteluz
original –posiblemente el único de la época, 
existente hoy en la provincia- 
entre las dos puertas de acceso al interior, que aún soporta
equilibradamente los dinteles superiores reforzándose, sobre un alto pedestal
liso, con una columna adosada, de fuste estriado sosteniendo un sencillo
capitel dórico, semejante a las que se encontraban a un lado y otro enmarcando
dichas puertas. Luego pasaron tantas cosas penosas…

Naturalmente, sobre los múltiples desperfectos que
interna y externamente sufrió el templo en los primeros meses de la última
guerra civil, el estado general de la iglesia, la portada y singularmente el
parteluz –de piedra arenisca- siguen mostrándolos como una permanente herida de
aquél tiempo agravada por la continua exposición a la climatología, la erosión -¡Tenemos
tantos siglos!- y la desidia de las instituciones civiles y eclesiásticas.

Ante el inminente peligro, un voluntarioso vecino
trató de sujetar con cemento las partes más frágiles de esa columna, seña y
símbolo excepcional de Jorcas, a la espera de que una hipotética avalancha
turística tal vez sugiera a los responsables del edificio, plantearse una
visita al pueblo y, de una vez por todas, emprender las acciones necesarias
para iniciar la recuperación de una interesante pieza singular del Patrimonio
Cultural
en estos territorios.

Sinceramente, sus ciudadanos contribuyentes, los
edificios y yo mismo en su nombre, resistimos exhaustos, desencantados, pelín
hartos pero incansables para recordar a quienes corresponde nuestros derechos constitucionales
de otear algo de futuro sostenible.

Así pues me despido, queridos amigos, deseando contar
con vuestro apoyo y beneplácito. Desde mi nacimiento sabéis que os llevo a
todos y cada uno en el fondo de mi sentimental y discreto
corazón.
Lucía Pérez (texto y fotos)
Jorcas