LA HOZ DE ABABUJ

UN PASEO POR UN ESPECTACULAR MEANDRO ENCAJADO

En su cuenca alta el río Seco es el afluente más largo del río Alfambra. Nace al pie del cerro del Castelfrío. Mantiene una dirección Sur-Norte mientras drena el valle comprendido entre la sierra del Pobo y las Lomas de Monteagudo, una cuenca sedimentaria del Terciario. Poco antes de alcanzar su desembocadura gira hacia el Este y entonces se abre paso a través de los materiales carbonatados jurásicas que forman dichas lomas formando la hoz de Ababuj.

En este artículo se describe un itinerario inédito por este agreste y espectacular cañón fluvial en un paseo que parte y concluye en el pueblo de Ababuj.

Se ha editado un tríptico sobre la Hoz de Ababuj que puede descargarse como pdf pulsando en este enlace.

El itinerario se encuentra completamente balizado. La dirección de la ruta es fácil de seguir ya que coincide, en su mayor parte, con el curso del río Seco y el de un deudor, el barranco de las Callejuelas.

Puede considerarse una variante del PR-TE 45 Ruta del río Seco, que viene desde Monteagudo del Castillo a Ababuj.

Sin embargo, el recorrido puede presentar una cierta dificultad según sea el caudal del río.

El río Seco es un arroyo temporal. Tras episodios tormentosos, tras el deshielo de copiosas nevadas y, sobre todo, tras temporales prolongados mantiene un caudal continuo. En estas ocasiones, la ruta dispone de pasaderas de madera y de sirgas de agarre.

Para ello hay que hacer algún sencillo retrepe, así como descalzarse y vadear el río por pasos sencillos. En caso de que el caudal crezca de forma súbita, el cañón tiene varias salidas por las laderas que descienden del pueblo o de la margen derecha.

Sin embargo, lo más habitual es encontrar el cauce seco salvo en una serie de alargadas pozas. Entonces, el recorrido es mucho más sencillo y factible, pero sigue siendo preciso cruzar el lecho por varios puntos.

Antes de iniciar la ruta sugerimos dar un paseo por las calles de Ababuj. En la travesía de la carretera que une El Pobo y Aguilar del Alfambra puede estacionarse el vehículo cerca del Ayuntamiento o en la replaceta a que hay entre la Taberna de Ababuj y a la iglesia.

La iglesia parroquial de Santa Ana (siglo XVI) sigue el patrón del estilo gótico levantino, muy extendido en el Alto Alfambra. Desde la placica, este templo muestra su estilizada torre construida con piedra y ladrillo. Tras ella se oculta la cabecera poligonal y, en un lateral, destaca el ábside de una capilla. De la plaza parte una calle que pasa por la fachada Este. Impresiona la robustez de los muros de los contrafuertes y la belleza de la portada abierta en el mismo, con su forma de retablo en altorelieve de piedra y estilo plateresco.

Continuando por la calle de la Iglesia y tras dejar las últimas casas se alcanzan las ruinas de la ermita de Santa Bárbara (antigua iglesia, del XV) y la esbelta Torre Vieja, posiblemente el único resto de un castillo medieval.

Estamos en un promontorio que ofrece una espléndida panorámica del Alto Alfambra, especialmente del valle del río Seco …

… de la sierra del Pobo y de la Muela de Ababuj y Aguilar del Alfambra.

Conviene acercarse a los riscos que asoman sobre la entrada del río tras abrirse paso en los estratos verticales de caliza …

… por donde pasa la ruta en sus inicios.

Siguiendo el cinglo de este cerro se pueden ver un par de pajares colgados, construidos sobre el mismo borde del peñasco …

Hacia la parte nordeste hay también buenas vistas de la hoz que ofrecen una perspectiva diferente a la que se tiene cuando se realiza el paseo …

… y que permiten ver el nivel del río para así evaluar los requerimientos del itinerario.

Estamos ante un lugar de interés geológico. Ababuj se ubica sobre un cerro que forma parte de un pliegue anticlinal. Es decir un pliegue en forma de arco en el que las capas de roca son convexas hacia arriba y, a partir del núcleo del pliegue, se encuentran las capas más modernas. Este pliegue forma parte de una deformación que se pasa por Monteagudo del Castillo y Alcalá de la Selva. El pliegue se aprecia muy bien pues ha sido abierto por la erosión fluvial causada por el río Seco que lo atraviesa de forma transversal. Esto forma una amplia cluse, una forma de relieve.

En la travesía de la carretera, justo a una instalación de ejercicio físico para mayores y un grupo de álamos canos, surge la calle la Fuente que desciende primero entre casas y después entre huertos abandonados.

Los diminutos huertos están cerrados por muros de piedra y por pequeñas puertas de madera. Las enredaderas cubren las piedras tras décadas de abandono.

El paso del tiempo y las copiosas lluvias de esta primavera han permitido el desarrollo de un alto herbazal de gramas, mielgas y cerrajas. En sus márgenes crecen sabuqueros y olmos, muy afectados estos últimos por la grafiosis, y unos apretados espinares de endrino que durante su floración primaveral alimentan a nubes de pequeños dípteros negros.

Al caminar se disfruta de una hermosa vista del pueblo, con la Ermita Vieja y de la Torre Vieja, destacando en lo alto.

Este camino siempre ha sido uno de los paseos más populares para los vecinos de Ababuj pues acerca a un lugar muy querido: la Fuente Nueva.

El agua sale por un surtidor a una pileta de piedra situada dentro de un caseto con arco adovelado y que vierte a dos aguas. El agua pasa a un largo abrevadero protegido por un elevado muro del aterramiento que origina la erosión de la ladera . Todo el conjunto está construido con trabajados y bien escuadrados sillares de arenisca, salvo los de la poza del abrevadero que son de caliza. 

Una mesa con asientos y la sombra de un sauce llorón invitan al descanso y a disfrutar el paraje. Muy cerca, se encuentra el lavadero municipal, pequeño y bien conservado, que recoge el agua que sale del bacio. La construcción de este lavadero, de piedra caravista y cubierto con tejado a doble vertiente, supuso un avance en las condiciones de trabajo de las mujeres que ya no tenían que realizar el lavado de la ropa a la intemperie y en el río.

La senda pasa entre las paredes y los setos de los huertos, bajo el dosel que forman los ciruelos -ya asilvestrados- y los álamos canos. El abandono de estas pequeñas parcelas ha venido acompañado por la caída de las piedras de los muros y de los troncos secos de los olmos. Desde hace un par de años, un grupo de voluntarios (la «Patrulla Chamorra«) se ha preocupado de recuperar la senda retirando los obstáculos y las zarzas que la invadía.  

En esta parte de la senda se aprecian filtraciones de las aguas que recoge la depuradora. Estos suelos húmedos y ricos en nutrientes permiten la prosperidad de una pradera de ortigas, un auténtico filtro verde que depura las aguas que llegan al cauce del río.

Un frondoso bosquete de chopos cabeceros y de sauces trasmochos sombrea el cauce del río Seco. Las más de las veces encontrará el viajero un arroyo de aguas limpias con un lecho de cantos en cuyas orillas prosperan las mentas y los cardos zaiqueros, además de un denso espinar de vizcoderas, galabarderas y sargas. Estas matas retienen los restos vegetales que transportan las crecidas, a veces a más de un metro de altura, lo que da una idea del caudal que puede llegar a tener tras las tormentas. Todas estas plantas absorben contaminantes de origen agrario (nitratos, herbicidas, purines) que viajan disueltos por lo que mejoran la calidad del agua. Son los «riñones» del río.

El sendero avanza por la margen izquierda del río Seco entre estos arbustos en un paso abierto el pasado verano por los voluntarios ambientales de Ababuj.

En décadas más lluviosas el río Seco era muy cangrejero y muy truchero. El cangrejo autóctono ha desaparecido pero la trucha común mantiene poblaciones temporales mientras que el caudal es continuo y tiene conexión con el río Alfambra. Aún así, aún cuando se ésta se pierde, las truchas pueden llegar a sobrevivir semanas e incluso meses en algunas pozas grandes.

La senda pasa junto a las ruinas de un caseto que sirvió para la toma de agua y alcanza el Pozo la Toca, tradicional zona de baño para los niños de Ababuj.

El río Seco supera un grueso paquete de duras calizas dispuestas verticalmente y forma el primero de los estrechos.

Sobre el peñasco se levanta la Torre Vieja. También en Ababuj existe la creencia popular de que en su momento existiría una conexión entre la fortaleza y el río a través de la roca.

El sendero continúa por la margen izquierda, pasa junto a un grupo de tres hermosos chopos cabeceros y se acerca a a una zona más abierta por la presencia de margocalizas, rocas que han ofrecido menos resistencia a la erosión fluvial.

En la pedriza de la umbría prospera una abierta formación de villomera que ofrece sus frutos a los pequeños pájaros al final del verano …

y sus hojas doradas cuando llegan los primeros fríos otoñales …

Por esa ladera se puede subir al Cabezo Calarizos, un loma rocosa en cuyo suelo corretea el escarabajo Iberodorcadion terolense, endemismo de las parameras del sur de la cordillera Ibérica …

y en cuyo cielo sobrevuela el águila real …

… bien atenta a si alguna liebre sale de su cado.

No es raro encontrar restos de trincheras del ejército republicano, así como trozos de metralla en el Calarizo, estas últimas procedentes de las bombas lanzadas por la aviación y por la artillería franquista para preparar el avance de la infantería.

La resistencia del ejército republicano en sus posiciones fue tenaz en el Alto Alfambra. Algunas fuentes apuntan a que en el entorno de Ababuj se lanzaron unos cuatro mil proyectiles en aquellos días.

Pocos años después, en los difíciles tiempos de la posguerra, los restos metálicos se recogían para aprovecharlos en las herrerías locales o para su venta. En ocasiones, no llegaban a explotar las bombas que caían en las tierras de labor. Entonces se recogían y se llevaban a las Casicas de los Frailes, unas pequeñas cuevas colgadas en la hoz, para explosionarlas con ayuda de una hoguera y así obtener el hierro de la metralla. Una actividad muy peligrosa. Eran años de mucha necesidad.

Desde este cabezo no es raro ver bajar a abrevar al río a pequeños grupos de cabras monteses aprovechando el silencio y la tranquilidad que ofrece la hoz.

Las adelfillas y las platanarias que crecen en los márgenes del río evidencian la menor velocidad del agua en este tramo más abierto.

Al llegar a la curva aparece el Pozo Caracol, otra zona de baño para los chavales. Es uno de los últimos pozos en secarse, uno de los últimos refugios para la fauna acuática. Y también para las plantas acuáticas que aprovechan los remansos formados en tiempos sin crecidas, como es el caso de Polygonum amphibium.

A partir del mismo, aumenta la infiltración sobre la descarga por lo que es común encontrar el cauce seco.

El sendero se desdibuja mientras que el río se acerca al peñasco. Conviene continuar por la margen izquierda remontando el roquedo para evitar un paso estrecho.

Junto a una pequeña pared rocosa puede aparecer una nueva badina: el Pozo los Saces. Este nombre parece deberse a la presencia de sauces y sargas en la orilla.

Inmediatamente, un resistente estrato aparece dispuesto verticalmente formando un frontón triangular …

… obliga al río a trazar la segunda gran curva. Poco antes, unos gruesos bloques permiten vadear y pasar a la margen derecha. No es raro encontrar sobre ellos los característicos excrementos de la nutria.

Excrementos de nutria con restos de peces. Foto: Chusé Lois Paricio

Entre las grietas y en las repisas crecen pequeñas matas de té de roca (Jasonia glutinosa), una planta aprovechada para hacer infusiones …

… al igual que el poleo de roca (Micromeria fruticosa).

Hay que vadear de nuevo, ahora por unos bloques rocosos que hay entre unas junqueras y cerca de unos chopos cabeceros, volviendo a la margen izquierda. Nos contaban con qué dificultad subían, desde el río hasta el pueblo, las leñas obtenidas tras su poda.

Se inicia un nuevo estrecho que hay que sortear caminando por el peñasco en un tramo en el que la senda se desdibuja. Cuando el caudal del río es escaso el agua se acumula en formando una poza de cerca de cien metros de longitud: los Pozos Largueños.

Es un paraje muy bonito. A pequeña escala y salvando las distancias recuerda a los Arribes del Duero. En los inviernos de antaño, cuando el río mantenía agua en esta poza, los niños los utilizaban como pista de patinaje tras días de rigurosas heladas.

Los estratos de caliza se disponen formando unas ondulaciones que no son otra cosa que un conjunto de pliegues abiertos.

En estos peñascos, en ocasiones, puede verse algún búho real levantar su vuelo, un silencioso planeo -tan impresionante como sobrecogedor- que recorre el fondo de la hoz.

Búho real. Foto: Chusé Lois Paricio

Frente a los Pozos Largueños se levanta airoso el Pico del Águila.

En las repisas del acantilado se aprecian unas manchas blancas. Son de las deyecciones de los buitres leonados. No es raro observar alguno en su posadero. Frente al pueblo se dejaban los mulos muertos y estas rapaces carroñeras tan solo tenían que dar dos aleteos para darse un festín.

Buitre leonado en su posadero. Foto: Chusé Lois Paricio

En la pared del cantil se aprecia un estrato calizo suavemente inclinado que arranca casi desde su base y alcanza el borde superior. Es una amplia repisa que era utilizada por los pastores para llevar sus rebaños desde el pueblo hasta el Cabezo Calarizos. Nos cuentan que, hace décadas, los pastores construían allí -con vigas de chopo, alguna tabla y trillo roto- una palanca para cruzar el río con sus rebaños y pasar al Cabezo Calarizos, sobre todo en los meses en los que había que aprovechar los pastos de estos cerros.

La mayor parte de los charcos y de las pozas suelen llegar a secarse si las lluvias se retrasan. Las arcillas que tapizan el lecho son entonces una pizarra en la que los mamíferos de hábitos discretos dejan huella de sus andanzas. Como ocurre con la nutria que acude a las charcas para pescar las truchas que han quedado atrapadas.

Pisadas de nutria en el barro. Foto: Chusé Lois Paricio

Mientras se seca, el barro ofrece humedad a las mariposas, que se concentran por docenas en las últimas semanas del verano.

Polyommatus icarus sobre canto cubierto de barro fresco

Los pajares del pueblo quedan a la vista. Si se desea terminar antes la ruta, se puede volver a Ababuj por una ladera pedregosa pero de suave pendiente a través de un villomar abierto: el Espolón.

Si se continúa la ruta conviene vadear poco después de pasar por la cresta para pasar a la margen derecha.

Una nueva poza, esta de aguas cristalinas, se forma en el lecho del río …

… donde prosperan algas verdes filamentosas que forman unos sugerentes pináculos

Series rítmicas de calizas y margas se suceden en la base del acantilado …

La hoz traza una nueva curva y afronta un tramo que termina al pie de otro acantilado en el que se encuentran las Casicas de los Frailes.

Sobre el gris de la caliza destaca en primavera el verdor de unas matas que crecen completamente aplicadas a la pared. Se trata del pudio rastrero (Rhamnus pumila). Una planta rupícola propia de los macizos calizos de la región Mediterránea.

En estos acantilados no es raro observar pequeños grupos de grajillas (Corvus monedula) y de palomas furas (Columba livia). En los peñascos abunda la chillandra (Petronia petronia) y del culirroyo (Phoenicurus ochruros). Sobrevolando los peñascos y en todo tiempo se ven discretos bandos de avión roquero (Ptyonoprogne rupestris). Más discreta es la presencia estival de otras aves el roquero rojo

Macho de roquero rojo (Monticola saxatilis). Foto: Carlos Pérez Naval

y, en todo tiempo, del roquero solitario

Macho de roquero solitario (Monticola solitarius). Foto: Carlos Pérez Naval

Son aves propias de los roquedales. Pero no son las únicas pues abundan otras de los pastos secos y de los matorrales abiertos, que aprovechan semillas e insectos. Una de ellas es la perdiz, que encuentra defensa y tranquilidad en la hoz. Es una alegría verlas levantar vuelo desde los prados del cauce costera arriba hasta lo alto del cinglo. ¡Qué potencia!

El río se arrima a un acantilado: la Piedra del Melero.

Y atraviesa otro estrecho sin dejar la margen derecha hasta que se llega a una nueva curva en la que hay que cruzar el río a través de unos bloques rocosos.

La hoz está llegando a su fin pero queda el último meandro. Si el cauce está seco, no hay problema para salir. Si la poza tiene agua o el río lleva caudal, hay que sortear el paso por la pared de la margen izquierda con ayuda de una pisas y una sirga metálicas.

La última poza muestra una de las funciones que tienen los sistemas fluviales, sean ríos, arroyos o ramblas. El transporte de agua, de seres vivos y de sedimentos. Conviene recordar que los sedimentos pueden ser trozos de rocas (desde cantos a arcillas), sustancias solubles y restos de seres vivos, como los troncos, las ramas y las hierbas.

De alguna forma, el río Seco tiene un algo de torrente. Tiene una amplia cuenca de recepción. Amplísima, de más de 9.000 hectáreas. Un estrecho y corto canal de desagüe que coincide con la hoz. Y un cono de deyección o abanico aluvial, donde se desparraman el agua y los sedimentos, cantos calizos del Jurásico pero también alguna arenisca roya del Triásico (Bunt) en su salida. Solo falta un aspecto: la pendiente, que es muy escasa, lo que lo diferencia de los verdaderos torrentes.

Conforme la hoz se va abriendo prosperan los herbazales de gramíneas sobre los sedimentos fluviales. En especial, años como el presente, generoso en precipitaciones.

Unos robustos y bien cuidados chopos cabeceros se levantan sobre los prados. Una estampa única.

Termina el estrecho en un paraje conocido como el Ancho las Julvas donde el río traza una amplia curva.

Se aprecia un nítido contraste entre las calizas jurásicas, dispuestas en inclinados estratos …

Un relieve en cuesta por la acción fluvial sobre las buzadas calizas jurásicas

y las arcillas y conglomerados de tonos anaranjados depositados a lo largo del Mioceno (Terciario) en estratos horizontales.

Una alargada meseta, otro caso de modelado estructural.

Estos materiales sueltos pero capaces de retener el agua son más apropiados para el uso agrícola. En estos secanos frescos puede encontrarse, sobre todo, trigo

y cebada

mientras que en los últimos años se extiende el girasol

A menor escala, como alternativa en los cultivos anteriores, se siembra alfaz

pipirigallo

e incluso, en algún año, el pipirigallo borde o pimpinela menor (Sanguisorba minor) …

… siempre en algún cornejal pedregoso, fomentado por empresas fabricantes de galletas que incentivan la variedad de cultivos de interés para los insectos polinizadores comprando al agricultor el cereal de otros campos a un precio algo mayor.

El sendero sale a un buen camino que hay que seguir hacia la izquierda, en la dirección del río. Pasa junto a varios grupos de chopos cabeceros que le ofrecen al paisaje una gran belleza …

El camino cruza la pista asfaltada que conecta Ababuj con el molino, situado ya en la ribera del río Alfambra. Hay que seguir recto y pasar junto a una fuente con abrevadero metálico que está sombreada por una hilera de robustos y bien cuidados chopos cabeceros. Es la Fuente del río Seco.

Tan solo tras episodios de abundantes lluvias lleva agua el río Seco en este tramo. Sin embargo, no es tan raro encontrar algunas pocetas temporales con agua durante periodos más largos …

El camino sigue el curso del río acompañado por viejos chopos cabeceros entre suaves lomas cultivadas con cereal o girasol.

A poco más de 300 m. de la pista asfaltada, al pasar junto a un hermoso sauce trasmocho, hay que dejar el camino y seguir, desviarse a la izquierda por el ribazo de un campo que va en paralelo a un estrecho paso entre muros de piedra, hoy perdido y cubierto de espinos por la falta de uso. En realidad es el cauce de un pequeño arroyo temporal que se alimenta aguas arriba en la Fuente de las Callejuelas.

Es un espacio muy agradable que cuenta con un merendero bien sombreado que invita a descansar un poco antes de concluir la excursión.

La fuente tiene su origen en la alternancia de calizas y de arcillas grises del Jurásico (Purbeck).

En las calizas se infiltra el agua de lluvia y alcanzar las arcillas, se ve forzada a salir creando una surgencia.

Hay que seguir una senda marcada con líneas de piedras y rodeada de espinos que remonta el regato. Al ascender, conforme se abre el barranco surgen unas lomas pedregosas, antaño cultivadas y cerradas con muros de piedra seca

y actualmente aprovechadas como pastos por los rebaños locales.

Abundan en ellas plantas resistentes a la sequedad, a los suelos pobres y al diente de la oveja como la jadrea o la aliaga ….

y otras menos duras, pero igualmente resistentes a estos ambientes difíciles …

Conviene subir la loma que aparece hacia la izquierda y, en seguida, se sale a la pista asfaltada que vimos antes y que tomando hacia la derecha sube hasta el pueblo.

Llaman la atención las crestas que forman los estratos inclinados de caliza. Este ambiente venteado y rocoso es el apropiado para la aliagueta (Hormatophylla spinosa) …

… un arbusto almohadillado que es endémico de las cordilleras calizas del Mediterráneo Occidental y que tiene una explosiva floración cada mes de abril.

Por la pista se pasa junto a una zona de juegos infantiles con un merendero. Justo enfrente hay un pequeño pajar

A una veintena de metros se asoma la loma a la hoz y a la Piedra del Melero. Es un mirador espectacular …

… que sirve de broche para la ruta.

Si se desea más información técnica de la misma (perfil, distancias …) puede consultarse -y compartirse- el recorrido definido por el Parque Cultural del Chopo Cabecero del Alto Alfambra y que se encuentra alojado en Wikiloc.

Chino Chano, el programa de Aragón Televisión dedicado al senderismo, grabó en enero un reportaje de esta ruta mostrando la belleza del rigor invernal. Los pozos helados, la desnudez de los árboles, el frío de las umbrías … Adjuntamos un enlace. Merece la pena.

¡Os animamos a conocer Ababuj y a realizar esta excursión!