LOS LIBROS COLECTIVOS DE JORCAS CONTRA EL OLVIDO (I): ¿HAY BUENA GANA?
En Jorcas, como en tantos pueblos de esta provincia históricamente exprimida, se oyen pocas voces en las calles. Sin embargo, esas voces, como todo Teruel, existen tácitamente obligadas desde hace décadas a dejar su lugar de origen e integrarse en otras a sus modos de vida, costumbres e idioma. Son, somos perpetuos emigrantes. Vamos y volvemos porque nuestro cordón terrenal se estira flexible contra el vacío y la depresión con una resistencia lenta, pertinaz, rebelde hasta el último suspiro de cada cual.
Como muchos otros, la guerra civil machacó Jorcas por dentro y fuera. Según fuentes oficiales, tras finalizar la contienda, su población era de 343 habitantes en 1940, diez años más tarde había crecido a 376. Su medio de vida eran la agricultura de secano con algo de regadío y la ganadería ovina, sus vecinos pequeños propietarios de la tierra dedicados al cultivo y pastoreo.
“Todo el campo, un momento se queda mudo y sombrío…” Antecedentes del silencio.
Pero a mediados de 1950 el modelo franquista de economía autárquica era insostenible. Como señala Julián Casanova: La reforma de la administración del Estado y el cambio de política económica iban a ser los dos ejes principales de la actuación del grupo de ministros del Opus Dei que llegaron por primera vez al Gobierno de Franco el 25 de febrero de 1957[…] Desde entonces y hasta enero de 1974, esos miembros del Opus Dei ocuparon los principales puestos de la administración del Estado, en la política económica y en los planes de desarrollo. Más de cuatro millones y medio de personas, normalmente trabajadores subempleados en la agricultura, cambiaron de residencia en España durante la década de los sesenta, pasando a ocupar la oferta de puestos de trabajo en los sectores económicos en desarrollo.
[…] Los españoles se iban a trabajar a otros países y los ciudadanos de esos mismos países venían como turistas a España. […] El crecimiento industrial, siguiendo la tendencia marcada desde comienzos del siglo XX, se concentró en el triángulo Barcelona, Vizcaya, Madrid, con importantes consecuencias para la distribución regional de la población: esas áreas industriales y las ciudades del Levante recibieron cientos de miles de emigrantes, mientras que amplias zonas de otras regiones, especialmente de Andalucía, de las dos Castillas, Extremadura y Teruel –añadimos- se despoblaron.
Retrato fiel- no único- de esa política migratoria es Jorcas. De ésas 376 personas, en 1960 se habían ido 92, en 1970 la población descendió a 131 habitantes y en la siguiente década se encontraba ya por debajo del centenar. Sólo desde 1968 pudieron disponer de electricidad en las casas y aunque en el término existe un acuífero potente que la II Republica había empezado a explotar, continuaban sin agua corriente a mediados de 1970. Con semejante panorama, quienes habían emigrado no volvían ni siquiera en verano.
De todo aquello, aunque todavía respiraba Franco, nació un fenómeno de resistencia al vacío, discreta y pacífica rebelión de unas gentes sin otro poder, influencias, intereses económicos ni armas que la lógica, la visión histórica de futuro, el principio de igualdad en derechos, el amor y la solidaridad a un territorio, a quienes habían vivido y seguían viviendo allí.
Cierto es que no paramos la apisonadora de la despoblación, solo pudimos frenar algo su velocidad gracias al empeño y el apoyo de infinidad de hombres y mujeres de aquí y allá esperando que tal vez, un día… Incesantes continuaron haciendo realidad pequeños sueños, incombustibles al desaliento: es la herencia de generaciones anónimas.
De tanto anonimato encerrando una sabiduría tan humilde que ni sus mismos protagonistas le reconocían valor alguno, surgió la idea en 1998 de …
¿Hay buena gana?
Decidimos hacer un libro en el que todos cuantos quisieran participar lo hicieran, hablando tranquilamente de algo que todos conocían sobradamente, que todos pudieran leerse individualizados en letra impresa y sentirse orgullosos de sus palabras. Algo común, global al mundo y propio de Jorcas. Así pensamos que había un tema realmente importante, tan importante que es el motor de la vida, el primer Patrimonio Cultural de la Humanidad: la alimentación. Y nos lanzamos.
A simple vista en las bibliotecas seguramente se encontrará como un libro de recetas culinarias populares. Lo es, naturalmente. Sus 349 páginas, reúnen aquellos guisos, beneficios y usos de algunas plantas silvestres -concretamente 166- que las mujeres elaboraban con los productos cercanos, enseñaron a sus hijas y fueron contando a sus nietos. Pero también es un libro de historia de algunos de esos alimentos porque interesaba que los “maestros de esos platos” supieran el gran valor de sus conocimientos, se sintieran lo que son en realidad: maestros. Queríamos que supieran sus hijos y nietos que, sin la aportación de quienes llamaban abuelos, ni ellos los hubieran comido ni sabido ni, en último término, el libro hubiera sido realidad. Y es una gastronomía de supervivencia, histórica, de aprovechamiento máximo, realmente ecológica sin aparentes normas ni medidas pero bien delimitada a las estaciones y a la economía familiar.
Indudablemente la comida es imprescindible para vivir. Y en torno a los alimentos circula el mundo, impregna todas las áreas del conocimiento, todos los ámbitos y clases sociales. No puede pasarse sin ella, esculpe a las personas incluso espiritualmente pero también las integra, modifica, las recrea y enseña.
Después de comprobar todo eso, empezamos a recopilar la información de los jorquinos, en el pueblo y/o fuera de él, que libremente quisieran contribuir sin importar la edad ni el sexo. Así fuimos 100 los autores-participantes entre los 3 y los 92 años cada uno haciendo lo que mejor sabía: dibujar, preguntar, redactar, incorporar los datos en un ordenador… ¡Todos metimos nuestra cuchara por carta, teléfono, palabra! Y tras organizar aquellas joyas vimos cuánto había en ellas ¡Cuánto da de sí un humilde perol de sopas!
Así que enviamos a la Universidad de La Sorbona y al Consejo de Europa un dossier para que opinaran sobre el trabajo realizado, si consideraban la metodología empleada oportuna, si con dicha metodología se cumplían los objetivos que proponíamos, si podía ser realmente útil en los campos de la etnología y la educación intergeneracional de forma lúdica e igualmente, si había hecho ya algo sobre este tema con ese enfoque para tomarlo como referente y corregir los defectos del nuestro, porque era importante saberlo antes de lanzarnos a pedir ayudas para su publicación. Nunca creímos que responderían con tanta premura y cómo lo hicieron. Nos sorprendieron tanto sus impresiones encomiando el trabajo que volvimos a preguntarles si realmente se referían al nuestro.
Y sí, se referían a él hasta el punto de invitarnos inmediatamente a explicarlo en la Sorbona y en la I Conferencia Interministerial del Patrimonio de Turismo y viajes que el Consejo de Europa organizó en Niza en octubre de 1999.
Un libro colectivo en el que todos y ninguno fuéramos “autores” al uso, un libro que en opinión de la etnolingüista Jeanine Fribourg refleja mucho más de lo que cuenta, demuestra y rompe muchos tópicos habituales con un contenido que, tomando un tema como excusa, guarda la historia común y cumple, si el ojo y la sensibilidad se detienen reflexivos, muchos más objetivos. Un libro “ahorrativo” realmente “interdisciplinar” porque sirve para muchas cosas a la vez en todas las edades, grados educativos y áreas de conocimiento, hecho y pensado de abajo arriba. Sencillo de leer para el recuerdo y el descubrimiento como los cuentos reales del ayer bien cercano. Un libro que demuestra qué es la Cultura y a quiénes debemos mucho, lo fundamental de ella y de la vida con nombres, apellidos, fotos y citas concluyendo:
Vous avez créé un véritable modèle de travail méthodologique en le testant in situ.
En ambos lugares y en otros a los que nos llamaron, nos sentimos emocionados hablando de Jorcas. El libro que un mes después, gracias a Manuel Pizarro, conseguimos publicar y presentó Manuel Berges Soriano en Teruel, está agotado aunque hicimos una segunda edición de 250 ejemplares. Tuvo muy buena acogida por parte de Antonio Losantos que nos dedicó una magnífica página en el Diario de Teruel. Gracias a esa página supimos quién era y también por ese libro quiso visitar Jorcas y lo hizo José María Ballester, por aquél entonces Director del Departamento de Patrimonio Cultural del Consejo de Europa.
Fue quien nos animó a seguir ésa línea. Y lo hicimos enseguida. Había poco tiempo, mucho que contar pero, sobre todo, después de comprobar la sorprendida felicidad de tantas personas mayores al ver su nombre y algo de su saber en un libro, merecía la pena, corría prisa hacer otro. Y volvieron a oírse las gentes, a leerse y verse las Palabras de parte de Jorcas conscientes ya que sus nombres son parte de la Historia.
Mientras los años corren en todos y los de Jorcas seguimos desde 1975 escribiendo línea a línea nuestro minúsculo libro colectivo porque, resistiendo al olvido, la discreta, tozuda y pacífica rebelión de unas gentes sin otro poder, influencias, intereses económicos ni armas que la lógica, la visión histórica del futuro, el principio de igualdad en derechos, el amor y la solidaridad a un territorio, hacia quienes habían vivido y siguen viviendo allí, no ha movido montañas pero las ha mantenido en su sitio y se ha transmitido esperando anhelantes un día… Ése día.