MARZO EN EL BARRANCO DE LAS UMBRÍAS DE GÚDAR. SURGEN LAS FUENTES, CORREN LOS ARROYOS

Hacía ya tiempo que quería recorrer el barranco de las Umbrías, uno de los más agrestes del Alto Alfambra. Por unas u otras cosas  lo iba dejando para más adelante, pues casi prefería ir cuando ya entrara la primavera y las plantas comenzaran a mover. 
Ese día habíamos terminado de hacer el seguimiento de la campanilla de invierno en Cedrillas. Nos quedaba la tarde y le propuse a Demetrio acercarnos a este paraje de Gúdar antes de que se pusiera el sol. Siempre aprendo con él cuando me muevo por su territorio: la sierra.
Silencio y soledad en la montaña. El invierno aún estaba muy metido pese a ir marzo por su mitad. Las nieves de febrero habían recargardo de agua el suelo y enfriado la tierra. Lo normal por estos terrenos. Tan solo apuntaban actividad el tempranero heléboro y una pequeña población, pensamos que desconocida, de campanilla de invierno. Hacía frío en Las Umbrías.
Llegamos al merendero de La Dehesa.

– Vamos a ver una poza, me propuso Deme. Así, nos bajamos al fondo del barranco y fuimos remontando el arroyo hasta dar con ella.

La formación de tobas calcáreas sobre salientes del cauce ha creado una serie de pequeñas cascadas y una poza que, esa tarde, lucía espléndida sus cristalinas aguas.
Los pinos caídos le daban un mayor de naturalidad. Estos árboles que crecen sobre laderas muy inclinadas y con escaso suelo, son vulnerables a los vientos y, sobre todo, a la inestabilidad del terreno cuando se producen pequeños deslizamientos tras las nevadas.
El arroyo llevaba aquella tarde un buen caudal. Entre febrero y la mitad de marzo de este año se habían recogido en Gúdar 87 L/m2, casi todo en forma de nieve. Muchas nevadas pequeñas. Han hecho olvidar la escasez de precipitaciones del otoño y de buena parte del invierno.
Esta nieve, recogida en las lomas altas de este valle y una vez fundida, ha ido infiltrándose en las calizas, areniscas, margas y arcillas del Aptiense (Cretácico Inferior) que afloran en su cabecera. Y, antes o después, acaban alimentando el arroyo.
Los pequeños manantiales, secos durante meses, volvían a estar activos. Muchos de ellos se disponen en puntos en los que las calizas y dolomías (zonas de recarga) se ponen en contacto con las margas (impermeables) sobre las que descansan.

Cerca de la poza, en la margen izquierda del barranco, encontramos una surgencia que así interpretamos.

Estos manantiales desparraman su caudal en laderas abiertas y forman nuevas tobas calcáreas sobre las que prosperan hierbas higrófilas y densas alfombras de musgo.
… antes de unirse al arroyo al que alimentan. 
En su descenso va incrementando su caudal de estas surgencias laterales y de otras situadas en el mismo cauce. Y resuelve los relieves que ofrecen los peñascos caídos creando pequeñas cascadas …
Volviendo por el fondo del barranco me alegraba de haber podido disfrutar de este momento de aguas altas. 
 Y, es que, en cada hora, en cada momento del año, la montaña ofrece una nueva cara. Te ofrece una enseñanza. Aunque aún duerma el invierno en estos montes.