SOÑAR UN PASEO

VIVENCIAS EN EL GR-199, LA RUTA DE LOS CHOPOS CABECEROS DEL ALTO ALFAMBRA

Para una buena salida del confinamiento, en el que había soñado poder disfrutar de la primavera y del paisaje, nada mejor que la GR-199, la Ruta de los Chopos Cabeceros del Alto Alfambra.

Hicimos el recorrido con Chabier, un enamorado de este territorio, con el que habla, siente y también sueña. A la belleza del lugar, a la riqueza del patrimonio natural y cultural, se le une su entusiasmo, y el saber relacionar pasado y presente y proyectar el futuro.

Rebaño de ovejas pastando en la val de Motorritas

Nos explicaba que este territorio, desde el siglo XV, orientó su economía a la ganadería de ovino y a la producción de la lana para la fabricación de paños. La necesidad de pastos para los rebaños supuso la transformación de los bosques en unos páramos de impresionante extensión y belleza.

En paralelo, la necesidad de madera obligó a plantar miles de chopos y a gestionarlos como árboles trasmochos generando la mayor arboleda de chopo cabecero de Europa.

Nos vamos al inicio, a buscar ese río Alfambra que acaba de nacer, en la val de Motorritas, un río tranquilo, pacífico, entre dos vecinos más agresivos, el Guadalope y el Mijares, que por el mayor desnivel que tienen que superar, amplían la superficie de sus cuencas a su costa.

El Alfambra continúa su recorrido dando un largo rodeo, poco a poco, como si supiera que iba a conformar paisaje y vertebrar un parque cultural deseoso de conocerlo, respetarlo y quererlo.

La ruta parte de la ermita de Santa Quiteria, del siglo XVIII, la de los masoveros de la val de Motorritas, en término de Gúdar

… y llega hasta los Estrechos de los Alcamines, término de Galve, atravesando en su singladura los términos de Allepuz, Jorcas, Aguilar del Alfambra y Camarillas.

El Alfambra nos da permiso para acompañarlo en su recorrido y nos va mostrando a sus compañeros: los viejos chopos y las sargas trasmochas a su lado, que junto con los espinares y los sargales, son sus riñones porque filtran los sedimentos que transporta.  

En su inicio atraviesa pinares y prados; luego se abrirá el valle y empezarán las tierras de labor, después se encajará entre rocosos páramos en los estrechos de Aguilar y Camarillas, para terminar en la vega de Galve… No vamos a acompañarlo todo el recorrido, serán 48 kilómetros.

Si quieres hacerlo, una buena propuesta es la primera fase, ya definida, balizada y señalizada, de 15, 5 km y que corresponde al  tramo que une la ermita de Santa Quiteria (Gúdar) y  la del Loreto (Allepuz).

No hemos podido hacerlo entero, porque nos ha podido más el disfrutar del río, las piedras, las flores, las nubes, las masadas, las explicaciones, leyendas y trozos de historia que nos cuenta Chabier, recogidas de las gentes de aquí.

En una de las entradas de unos campos, como puerta, hay un fragmento de una antigua  cama de hierro, no sabemos si cabezal o pedal… otros que soñaron su vida y generaron más vida antes de marcharse.

En el término de Gúdar lo llaman río Blanco. Nace en la Fuente de la Teja, en el valle de las Motorritas, a unos 1.650 m. de altitud, aunque como curso discontinuo se remonta cien metros más alto pues surge de la confluencia de dos arroyos que surcan el Bolage de los Pares. Nuestro río está vivo, orgulloso de la calidad de sus aguas y de la comunidad biológica que establece.

La val de Motorritas es un amplio y alargado valle cerrado por montañas, tanto por el norte (Loma Gorda, 1865 m.; La Silleta, 1928 m.) como por el sur (El Morrón, 1912 m.; Alto de la Gitana, 1.951 m; Peñarroya, 2.028 m.). Se puede acceder en vehículo tomando la carretera que une Gúdar y Valdelinares, desviándose a los 2,5 km. por una buena pista o bien tomando el PR-TE 29 si se quiere llegar caminando, tras 5,8 km.  

Nos dicen que el paisaje vegetal en estas sierras es algo engañoso. Lo que lo hace tan verde son más las bajas temperaturas medias (puede helar los doce meses del año en estos pueblos) que disminuyen la evaporación, más que las precipitaciones, que son  escasas e irregulares… en esta ocasión se junta todo.

Va a haber una constante en nuestro camino, los muros de masías y delimitaciones de prados, construidos por la técnica constructiva de la piedra seca, incluida en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial por la UNESCO

Estos prados y bosques forman parte del Lugar de Interés Comunitario Maestrazgo y Sierra de Gúdar por los hábitats, por las especies que alberga y por la singularidad de los procesos ecológicos que en ellos tienen lugar.

Hay montones de orquídeas

pero no hay que buscar rarezas, las flores pequeñitas, las normales, son un derroche de formas y colores.

Pero además hay muchas curiosidades, por ejemplo la genciana de cruz, una planta propia de algunas cordilleras europeas y que en la península se circunscribe a la Ibérica y a los Pirineos.

Genciana de cruz. Foto: Chabier de Jaime

sobre sus hojas, en primavera, ovoposita de forma específica la hormiguera de las gencianas, una pequeña mariposa …

Mariposa de las gencianas. Foto: Demetrio Vidal

cuyas larvas se alimentan específicamente de las hojas de genciana y que dependen igualmente de las hormigas.

Los pequeños puntos blancos son los huevos de la mariposa de las gencianas

Estas son atraídas por las larvas de la mariposa pues producen sustancias químicas similares a los que emiten las larvas de las hormigas siendo llevadas al interior del hormiguero donde acaban devorando a sus propias larvas. ¡Vaya con la genciana, que encima sirve para mezclarla con otras plantas y hacer vermú!

Otro ejemplo es la «madre del cordero”, llamada así porque las ovejas se la comían y generaba mucha leche; como buena leguminosa que es se asocia en simbiosis con una bacteria, que es capaz de filtrar el nitrógeno del aire y lo transforma en nitrato, que la planta absorbe y le ayuda a producir proteínas.

La aliaga, otra leguminosa, también tiene sus versos: “Cuando la aliaga florece, no habrá quien pan te deje… y cuando grana, ni tu hermana”, haciendo referencia a que ya se estaba acabando el trigo de la anterior cosecha.

Esta primavera es un alarde de flores, colores, olores y es muy difícil seguir el sendero sin pararte a disfrutar del pipirigallo silvestre, que le da alimento al campo y un color precioso para el paseante.

Cada uno te cuenta su historia: el hipérico, con forma de sol, florece en torno al solsticio –de ahí su otro nombre, hierba sanjuanera– y es muy apreciado para hacer ungüentos.

El eléboro tenía valor predictivo para la cosecha, según su número de frutos (de 2 a 4) …

el tomillo rastrero, que aquí se llama pedrehuela, tiene un olor a limón.

La veza le hace la competencia a la orquídea, las dos lucen recién pintadas …

La veza es otra leguminosa, otra planta mejorante de los suelos del prado

Llantenes y agrillos y llantenes se estiran para llegar al cielo ….

Las semillas -con sus pelusas-  de los chopos tapizan los caminos, como el maná y hacen esa nieve en primavera, el deshielo revolverá la semilla con limos y fangos y podrá germinar en hilera, ya organizada,  para acompañar a los ríos a los que ofrece seguridad, sombra y compañía.

Semillas y frutos de chopo negro

Y para terminar el empacho de flores, unas fresicas nos dan el postre… al lado hay endrinos, que siempre tenían peor fama, ¿será por aquello del alcohol, el pacharán?

Parece que las plantas rivalizan en ser originales… hasta las sabinas rastreras generan formas redondeadas tapizando el suelo…

Siete masías de piedra jalonan el fondo y la solana de Motorritas, con varios edificios: vivienda, graneros y corrales. Un patrimonio difícil de mantener, pero que tiene un encanto especial. La de los Charcos, Villarroya de Arriba y de Abajo, los Barrancos, la Solsida, la Pedrera, el Olmo y Casa Borreda.

Mucha vida vivida entre sus piedras, muchos sueños de gente que vivió allí y dejó su huella. La imaginación se va en torno al hogar, con el fuego bajo, contando historias del pasado, adivinanzas y cantinelas; después leyendo las cartas de los hijos que se fueron, celebrando sus triunfos, sufriendo por sus problemas; planificando el verano cuando vuelvan con los nietos; cuatro generaciones en algunos casos con la raíz en la masía, porque los de fuera también soñarían con ese mismo fuego, esas mismas vistas, esos mismos afectos sin palabras, los de los rudos masoveros. La vida entre el estar y el ir, el querer y el volver, el pasado y el presente… y las piedras que aguantan los años y que se resquebrajan esperando manos que las acaricien.

El sendero pasa junto a la monumental masía de la Solsida.

Deja la pista y se encarama por una ladera, la Solana de la Hoz, cubierta por un pinar abierto entre un matorral de tomillo, espliego y salvia.

A la izquierda, a los pies del caminante, resuena -pero no se ve- el río, que abre una estrecha y larga garganta en las duras calizas.

Más hacia el sur, se levanta la imponente mole del Peñarroya por donde desciende un frondoso pinar, de pino moro, en la cima, y de pino royo, en el resto del monte. El contraste entre la Solana de la Hoz y la Umbría de los Caños es evidente.

El camino desciende bajo el dosel de un joven pinar crecido sobre terrazas abandonadas hace cincuenta años. Algún tramo está empedrado. Son los restos de un antiguo camino de herradura que unía la val de Motorritas con Alcalá de la Selva, otro elemento patrimonial para añadir a la larga lista que pasa desapercibida hasta que no la conoces con los ojos y la voz de quien la quiere.

Por las laderas descarnadas alternantes estratos de calizas y margas forman un graderío natural. No es raro ver algún pequeño grupo de cabra montés cuando bajan a beber al río, que ahora casi se ve. Una señal invita a desviarse hacia el mismo para disfrutar de una espléndida cascada y, cuando están funcionales, de los Caños de Gúdar.

Este año ha sido especial para poder disfrutar de Los Caños, es un trop plein, fenómeno hidrogeológico: tras temporales prolongados de lluvia o deshielos de copiosas nevadas, una docena de manantiales situados a media ladera -y a la misma altura- descargan su caudal con energía y crean otros tantos pequeños arroyos que desembocan en el joven río Alfambra.

Solo para contemplar este rincón merece la pena la andadica: las rocas, los árboles, los juegos del agua, los verdes y los grises… ¡hasta las piedras están dibujadas! ya que en las paredes hay un montón de nummulites, fósiles que toman su nombre, por la forma, de las monedas. Una vez más es bueno el dicho de que no se puede confundir valor y precio.

El sendero se abre paso entre prados y bancales cultivados para cereal. Sale a la carretera vieja por la que hay que continuar un tramo hasta llegar a la nueva y cruzarla, dirección Allepuz. El valle, que desciende desde el Puerto de Alcalá, se ha abierto ahora. Afloran arcillas rojas y areniscas blancas del Cretácico y, más hacia el oeste, arcillas grises del Jurásico. Unos y otros son materiales blandos y la erosión ha sido eficaz.

La pista pasa junto a la Fuente del Cura y se acerca al río, ahora poblado por sargas, chopos y espinos, en cuyo lecho asoman gravas cuando hay estiaje. Hacia la derecha se yergue la Solana del Barranconero, que va cubriéndose poco a poco por un joven sabinar. Seguimos por la margen derecha del Alfambra. Hay una nueva opción para ir a Gúdar, luego habrá otra. El GR-199 sigue dirección Allepuz.

Los antiguos campos de labor son ahora pastos para las vacas, cercadas por muros de piedra o red metálica. Hay que cruzar a lo largo de la ruta varias porteras con pastor eléctrico, debiendo cerrarlas tras nuestro paso. En ocasiones, tan solo aparecen las estacas con hilo, a veces caídas, habrá que superarlas con algo de atención.

El sendero pasa cerca de las ruinas del Molino de Arriba. Y, algo más adelante, junto a un área recreativa muy bien sombreada por un pinar maduro.

Muros de piedra seca o espinares de agrillo, vizcodera, cornejos, aligustres y galabarderas cierran los prados. Es el reino de los mirlos, los escribecartas y los petirrojos que encuentran insectos en la estación favorable y frutos en el otoño y el largo invierno. Vemos tarabillas y zorzales. Y muchas mariposas a lo largo de todo el recorrido.

El río traza varias curvas. Sargas y espinos sombrean sus limpias y frescas aguas. Una pequeña cascada, en realidad el azud del Molino de Abajo, alegra el paseo y oxigena las aguas.

Las piedras están abajo, en las paredes de las masías y en los muros, construyendo azudes y molinos, pero también están arriba, en las cinglas de Gúdar (donde luego subiremos, a la ermita de la Magdalena).

Queda a un lado el Molino de Abajo. Aparecen los primeros chopos cabeceros, árboles amigos de los molineros. Y entraremos en La Vega, donde los vecinos de este pueblo de término tan peñascoso, cultivaban sus hortalizas.

En la margen izquierda de la senda quedan las masías de la Peña y del Prado, donde terminamos la excursión cruzando el río por una palanca de cemento.

Hemos puesto nuestros pasos donde antes los pusieron muchos; hemos abierto nuestros ojos ante la belleza que muchos también disfrutaron, mezclada con el trabajo, la soledad –deseada y lamentada según fuera la vida-; hemos disfrutado del olor, el sonido, las palabras rememoradas, los sueños y los proyectos de quienes vivieron estas tierras y hubieran celebrado nuestro encuentro, si somos capaces de valorar y respetar ese territorio que fue suyo y que ahora pasa a ser un poco nuestro cuando nos acercamos a conocerlo, disfrutarlo y quererlo.

Pilar Sarto (texto) y Rosa Pérez (fotografías)