TREINTA PAJARES

En la agricultura de secano cerealista, la paja ha sido un producto secundario en relación con el grano, el principal bien. En el Alto Alfambra, también.
La paja ha tenido un gran provecho en la cultura ganadera. Mezclada con el grano del cereal o con otros forrajes (alfaz o pipirigallo), ha formado parte de la alimentación del ganado, tanto de los rebaños de ovejas y vacas como de los animales de labor. Se empleaba igualmente como cama del ganado estabulado en las parideras, corrales y cuadras recogiéndose, mezclada con los excrementos, para fertilizar los campos (fiemo) de secano o regadío. Y, en menor medida, también se ha empleado como material de construcción, tanto en la elaboración de adobe (poco común en la zona, por la abundancia de piedra) o en la de las cubiertas, en ambos casos mezclada con barro. En ocasiones, no se llegaba a trillar la mies y se recogía como balago para atar los fajos en la propia siega.
La paja tenía un gran valor, por eso había que guardarla y protegerla de la intemperie dentro de los pajares. Antaño, recogida con jabegas tras la trilla y el aventado, echada desde el carro por la puerta alta y amontonada tras pisarla. Después, conforme llegaron las cosechadoras y empacadora, como alpacas, siendo entonces mucho más capaces por la mayor compactación. 
Los pajares se construían cerca de las eras, junto a los pueblos, pero también cerca de los corrales donde se encerraba el ganado. Y en cada pueblo había muchos. A veces agrupados e incluso adosados como estos de Allepuz …
Pajares y eras de Allepuz. Foto: Rosa Pérez
Otras veces juntos pero separados unos de otros, como estos de Ababuj …
Con su puerta en alto por donde se metía la paja desde la era  y con su puerta bajera desde la que se sacaba para su consumo. Y, por lo común, con el tejado a un agua. De dimensiones variables, en función de las posibilidades económicas de la familia. Casi todas de unos tres metros de altura y de una anchura variable, pero, en general, eran edificios pequeños, de una veintena de metros cuadrados.
Muchas cosas han cambiado en la actividad agraria en el último siglo en el Alto Alfambra. La ganadería extensiva ha perdido peso, la agricultura lo ha ganado mecanizándose, intensificándose y especializándose en el cereal. Las explotaciones medias son más extensas que las de las casas grandes de antaño. Pocos agricultores para, más o menos, la misma superficie. La paja, no tiene el valor que tenía, pero aún tiene su importancia. Y se recoge. Pero ya no en pajares.
Algunas modernas explotaciones ganaderas guardan las alpacas, en gran número, bajo cubiertos abiertos. Pero, en la mayoría de los casos, la paja se deposita al aire libre en las eras o en yermos cercanos a algún camino. Su bajo precio, no hace que peligre por robos, tan comunes en el medio rural, por otro lado. Estos son los nuevos pajares.

Alpacas de paja en las eras de Galve
En uno de los pueblos más cerealistas del Alto Alfambra dimos con uno de estos nuevos pajares …
Docenas y docenas de alpacas de sección rectangular se apilaban ordenadamente en un montón sobre un yermo. Bueno, en realidad no era un montón sino tres separados por estrechos pasillos.
Me dio por contar las alpacas. Setecientas ochenta. 
Y el volumen de paja empacada. Mil setecientos cincuenta y cinco metros cúbicos, más o menos.

Y me dio por comparar ese volumen con el de los antiguos pajares. Los más comunes tenían unos 60 metros cúbicos de capacidad. Es decir, en esta hacina (fajina le llaman en algunos pueblos de Teruel) cabían la paja que antes llenaría (bien apretada) en treinta pajares.