LA TRASHUMANCIA ENTRE ALLEPUZ Y VALENCIA

UNA CONFERENCIA DEL INVESTIGADOR JOSÉ LUIS CASTÁN

Dentro de los programas de actividades culturales que están desarrollando el Parque Cultural del Chopo Cabecero del Alto Alfambra y la Asociación Cultural Escurzón de Allepuz el pasado lunes tuvo lugar en esta localidad la conferencia «La trashumancia entre Allepuz y Valencia. Una relación económica, social y cultural» por el José Luis Castán Esteban, historiador especializado en esta actividad ganadera que implicaba el aprovechamiento organizado de los pastos entre las Tierras Altas de Teruel y la llanura litoral mediterránea y que tuvo una enorme influencia en la actividad económica durante más de cinco siglos.

Allepuz posee uno de los valles de mayor riqueza ganadera del sur de la cordillera Ibérica: la val de Sollavientos. Este territorio ha sido capaz de mantener una cabaña ovina de más de cincuenta mil cabezas desde la Edad Media. La abundancia y calidad de los pastos de estas montañas era un recurso forrajero estacional que se aprovechaba desde mayo hasta octubre pero que tenía que ser  complementado con los pastos que ofrecía la próxima llanura litoral valenciana, la más extensa de toda la cuenca mediterránea española.

Principales veredas aragonesas hacia el Antiguo Reino de Valencia. Fuente: José Luis Castán

El desplazamiento periódico de rebaños y de hombres entre, al menos el siglo XIII y el siglo XX, ha generado unas intensas relaciones humanas entre las gentes de Allepuz y las del Antiguo Reino de Valencia que se cristalizó en una secular emigración hacia este territorio desde los habitantes de las Tierras Altas de Teruel. A modo de ejemplo, en la actualidad se han contabilizado en las provincias de Valencia y de Castellón dos mil personas que llevan como apellido Allepuz (o Allepús, su forma valencianizada). La influencia de la trashumancia en la onomástica es una medida de su influencia social y cultural.

Manuscrito medieval de la Comunidad de Teruel relativo a asuntos ganaderos de Allepuz. Fuente: José Luis Castán

A pesar de la destrucción de archivos municipales durante la Guerra Civil este investigador ha podido acceder a algunas fuentes documentales con información histórica sobre la ganadería ovina y el comercio de lana, actividades económicas que por su importancia originaron una abundante documentación y que llegaron a ser considerada como «la principal sustancia de los reinos de España«.

José Luis Castán apuntó que, desde su incorporación al Reino de Aragón, Allepuz estuvo vinculado a la Ciudad (y después Comunidad) de Teruel. Era una aldea de realengo, a diferencia de las vecinas Villarroya de los Pinares y de Aliaga, aldeas que pertenecían a la orden religiosa de San Juan del Hospital. Esta situación de frontera, especialmente por la situación geográfica del valle de Sollavientos, generó numerosos conflictos por el control de estos pastos. La Comunidad de Teruel, a través de Pedro Dolz (y sus descendientes) que actuaron como procuradores en aquella, mantuvo el control de Allepuz a pesar de las pretensiones de la poderosa orden de los hospitalarios. Esta poderosa familia, con posesiones en otras zonas, poseía más de veinte mil ovejas además de extensas propiedades en numerosas masías. Pero no era la única, destacando entre otras la de Pedro Pin con más de cinco mil cabezas y que ha quedado plasmada en la Masía de Pina, una de las numerosas que se reparten en la val de Sollavientos.

Mas de Pina

La contribución económica vía impositiva de Allepuz fue una fuente de ingresos para la Ciudad de Teruel, pero también dejó su huella en la localidad. Las numerosas casas solariegas y, especialmente la Casa Grande (actual Hospedería de Aragón) que según el conferenciante pudo pertenecer a la familia Dolz, son una consecuencia de este esplendor económico prolongado en el tiempo. Y, al mismo tiempo, también explica la magnífica iglesia de la Purificación que fue ampliada durante el siglo XVIII en buena medida por el diezmo que percibía la iglesia por los corderos y lanas, además de otras vías.

Casa Grande de Allepuz

En los primeros compases de la Edad Moderna, Allepuz -como otras aldeas de la Comunidad de Teruel- quiso ganar autonomía con respecto a la ciudad de Teruel. En aquellos años del siglo XVI se construye en el valle de Sollavientos una ermita para atender las necesidades religiosas de sus numerosas masías. No se sabe si entonces ya estaba dedicada a Santa Isabel o si esto ocurrió después.

Isabel de Portugal (o de Aragón) fue una de las pocas santas aragonesas. Nació en el palacio de la Aljafería en 1271 (hija de Pedro III de Aragón) y casó en 1282 con Dionisio I de Portugal, reino en el que transcurrió el resto de su vida. Dedicó su tiempo y su fortuna a construir hospitales, escuelas y conventos, así como a intentar evitar las guerras que se declararon su marido y su hijo (Alfonso V de Portugal) y la que entablaron este hijo y su nieto (Alfonso XI de Castilla). Fue beatificada por ello en 1526. El profesor Castán mantiene la hipótesis de que el concejo de Allepuz pudo favorecer que la ermita de Sollavientos tuviera la advocación de Santa Isabel de Portugal (canonizada en 1625, en un momento en que Portugal formaba parte de la monarquía hispánica, y solicitaba al rey desvincularse de la jurisdicción de la ciudad de Teruel al tratarse de una santa muy apreciada por la monarquía española.

Ermita de Santa Isabel

La lana de Allepuz, como la de otras zonas del sur de Aragón, era consumida por los numerosos talleres domésticos para la elaboración de paños. Pero también, sobre todo la de mayor calidad, era transportada por el Camino de los Pilones hacia los puertos valencianos desde donde se exportaba hacia Marsella -donde era comprada por tejedores franceses- y, desde allí, al norte de Italia, terminando en los centros fabriles florentinos o genoveses.

Camino de los Pilones entre Allepuz y Villarroya de los Pinares

Este modelo económico se mantuvo durante siglos mientras la lana estuvo bien pagada lo que se tradujo en la vitalidad de la trashumancia y en la conservación de los paisajes ganaderos de las sierras del Sur de Aragón. Sin embargo, la caída de su precio, las desamortizaciones y el crecimiento demográfico del siglo XIX (Allepuz alcanzó los 2.500 habitantes) redujo la cabaña ganadera y la práctica de la trashumancia) y la roturación de la mayor parte de los pastos para su puesta en cultivo. Este paisaje de laderas aterrazadas fue el propio de la segunda mitad del siglo XIX hasta mediados del XX, momento en que comenzaron a ser abandonadas recuperando su vocación ganadera pero en un momento en el que ya la ganadería extensiva era solo un pálido reflejo de los que había sido durante el Antiguo Régimen.   

Rebaño de ovejas pastando sobre bancales abandonados en la val de Sollavientos

El profesor Castán comentó las veredas que seguían los ganados en sus desplazamientos trashumantes. Las más hacia tierras valencianas (Torrente, Benaguacil, Sagunto … fueron destinos habituales) mientras que algunas otras se encaminaban hacia las llanuras del Bajo Ebro (Tortosa y Amposta), siguiendo la ruta de muchos de los rebaños de las Bailías. Estas vías pecuarias, conocidas como azagadores, eran unos espacios en los que las ovejas aprovechaban las hierbas para llegar lo mejor alimentadas a su destino.

Mayoral, ayudantes y zagales. Fuente: Crónica visual de un siglo. Teruel, 1875-1975. Instituto de Estudios Turolenses

Numerosos aspectos relacionadas con la organización de la trashumancia fueron desgranados durante la conferencia. La jerarquía de los trabajadores, casi siempre a cuenta ajena, los medios de transporte (burros) y los recursos materiales para el viaje, las infraestructuras para abrevar o para encerrar el ganado, las relaciones con las comunidades locales que encontraban a su paso, la defensa del rebaño ante los lobos, la solución de las enfermedades del ganado (bien vía veterinaria popular, bien vía creencias) y la gestión de los pastos en extremo, la huerta de Valencia en muchos casos, unos espacios agrícolas en los que la demanda de estiércol de oveja era altísima.

En buena medida, la trashumancia del ganado aportó recursos económicos y humanos, personas que habitualmente se quedaban a vivir en las poblaciones de la ruta y del extremo, a las tierras valencianas. Esto explica la buena acogida que han tenido los aragoneses en la Comunidad Valenciana, donde buena parte de la población local ya era descendiente de habitantes de las sierras de Teruel.

En la conclusión se recordó que la trashumancia ha sido declarada Patrimonio Cultural Inmaterial por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, y como Bien de Interés Cultural Inmaterial por el Gobierno de Aragón. La ganadería extensiva y, en particular, la trashumancia, además de modelar sus paisajes,  han forjado el carácter y la identidad de pueblos como Allepuz. La experiencia del Museo de la Trashumancia de Guadalaviar y las actividades realizadas desde el mismo, son una muestra de que incluso en la actualidad también puede ser un elemento de dinamización cultural y social.

Numerosas preguntas fueron planteadas a José Luis Castán por el numeroso público asistente a la conferencia, al igual que no pocas vivencias personales por parte de veteranos ganaderos que la realizaban y que incluso hoy en día aún practican la trashumancia.