LA VIDA EN LA MASADA
UN REPORTAJE DE «AQUÍ LA TIERRA» EN CERRITO BAJO, CAMARILLAS
Las masadas, masías o mases han sido, hasta hace pocas décadas, elementos fundamentales en el sistema de poblamiento, en la organización social y en el aprovechamiento de los recursos naturales en las zonas montañosas del sur de Aragón. También en el Alto Alfambra.
La vida en la masada, con sus costumbres y trabajos, un variado conjunto de manifestaciones culturales por su adaptación del entorno, por ser resultado de la transmisión oral, por su singularidad y por tratarse de una inteligente de gestión de los recursos naturales sostenible en el tiempo. Vamos, que es todo un patrimonio cultural inmaterial.
A finales de enero se pusieron en contacto con el Parque Cultural del Chopo Cabecero del Alto Alfambra desde el programa «Aquí la Tierra» (TVE 1). Se interesaron por la gestión tradicional de los chopos cabeceros así como por otras labores u oficios tradicionales de este territorio.
Hablando del tema con Rosa y Pedro Cirugeda, me comentaron que Martín Gascón y Amparo Chulilla, como habitantes de una masada, conocían bien todos los trabajos tradicionales.
Dicho y hecho. Nos acercamos a Cerrito Bajo a proponerles si querían explicar ante las cámaras el ritmo de vida en su masía. Conocían el programa. Martín se animó. Y empezó a nombrar algunas labores que podrían grabarse por esas fechas: atención al ganado, reparación de un muro y poda de un chopo cabecero … ¡con hacha!
Los hablamos con Vicente Rubio, reportero del programa, y programamos fecha de grabación.
Todo estaba preparado para pasado 3 de marzo. El equipo se desplazaba ese día en tren desde Madrid a Zaragoza. Desde allí, con coche hasta Camarillas, donde les esperábamos Amparo, Martín y yo. Un día frío, gris y ventoso. Un vendaval. Un día horroroso para grabar.
Sobre las 11 y media llegaron a la masada Vicente Rubio, el cámara Víctor Casares y el sonidista Sergio Suchodolski. Y tras las oportunas presentaciones, el equipo de Aquí la Tierra comenzó a mirar localizaciones, pensar en planos y a ponerse manos a la obra.
Comenzamos con las gallinas. Cerrito Bajo conserva desde hace décadas una variedad de gallina serrana de plumaje negro y cresta aguda. Era un buen tema.
Las de Cerrito Bajo deben ser de las gallinas más felices que conozco, si nos atenemos a los cuidados que reciben y a la calidad de vida que tienen: un complejo de gallineros y una enorme pradera para campear.
Martín las tenía recogidas para grabarlas mejor. Salieron del gallinero con poca decisión. Un viento insoportable y gentes desconocidas. Le costó a Martín, encararlas hacia las cámaras, pues salieron disparadas en todas las direcciones posibles.
Acto seguido nos fuimos a las ovejas. Amparo y Martín conservan unas pocas del rebaño que vendió hace poco, con dolor de corazón. Son ojinegras. Y muy mansas, como las gallinas.
Igual procedimiento. Las ovejas estaban encerradas en la paridera (con varios cordericos) y, al abrirles la puerta, salieron al corral … ¡como toros! No había quien las manejara, iban por el cerrado de aquí para allá asustadas al ver extraños. Pero, con paciencia, Martín se hizo con ellas y también se les puedo grabar.
Allí mismo, Martín tenía que reparar un muro que se había desportillado en el último temporal de lluvias. La técnica de la piedra seca es una manifestación cultural muy extendida en el Alto Alfambra, así como en otras zonas montañosas del entorno del Mediterráneo.
Y, allí que se puso Martín, a rejuntar piedras tras mirarles la cara y con la maceta encajarlas, si era el caso, entre las ya puestas. No terminó de arreglar el muro. Se trataba de comentar el trabajo.
Había que ir a otro tema.
A continuación, Martín cogió la segur y la escalera y se encaminó animoso hacia el paraje de La Fuentecilla, cerca de la masada, donde crecen unos chopos cabeceros bien cuidados desde hace décadas por él mismo.
El paisaje era espléndido aquel día de final de invierno. El verde de los trigos, el cielo azul salpicado de nubes blancas manejadas por el vendaval, los amplios horizontes … Sergio lo recogió fielmente:
En un ribazo estaba el chopo que había que desmochar. Martín afianzó la escalera, se subió por ella y se encaramó a lo alto de la toza. El viento era tremendo. Casi nos derribaba a nosotros, que estábamos sobre el suelo, calcula a él. Seleccionó una viga y, pim-pam, pim-pam, la derribó con el hacha. ¡Como un campeón!
Una y no más. Era una muestra. No era el día para terminar el árbol. Otro día de invierno, con menos viente y luna menguante, volveremos a ello.
Ya era tarde. Casi las tres. Volvimos a la masada y Amparo nos preparó unos estupendos huevos fritos con longaniza y chorizo, unos y otros de Kilómetro 0. Cayeron de miedo con unos vasos del vino de su cuba al calor de la estufa y con una agradabilísima conversación sobre la vida en el campo y los reportajes televisivos. Los trabajos de unos y otros, al fín.
Tras agradecer la disposición, atención y el cariño que nos atendieron Amparo y Martín, nos despedimos para desplazarnos hasta Aguilar del Alfambra, donde nos esperaban otros amigos para grabar otro reportaje reportaje. Pero de esto … ¡ya hablaremos!
El pasado miércoles nos llamó Vicente para adelantarnos que esa noche se emitía el reportaje. Nos encantó.
Aquí os lo presentamos:
¡Esperamos que os guste!