GESTIONAR LAS ESCORRENTÍAS EN MONTEAGUDO DEL CASTILLO

ENTRE EL RIESGO Y EL RECURSO

De rocas y de usos del suelo

Los barrancos de San Cristóbal y de la Virgen del Pilar drenan una parte del término municipal Monteagudo del Castillo que vierten hacia el río Seco. Sus cabeceras son las lomas de Allepuz, una alineación caliza de dirección N-S que une Alcalá de la Selva y Ababuj, en la que descolla el cerro de San Cristóbal (1623 m).

El sustrato geológico de este territorio está formado predominantemente por estratos subhorizontales de calizas, areniscas calcáreas, margas y arcillas depositadas el final del Jurásico (Formación Cedrillas).

Peña las Diez y barranco de San Cristóbal, en Monteagudo del Castillo.

Los afloramientos de calizas y areniscas calcáreas, generalmente localizados en zonas altas, son zonas de eficaz recarga hídrica. Sin embargo, al carecer de aptitud agrícola se han dedicado tradicionalmente al pastoreo extensivo.

Las margas y las arcillas, ubicadas en zonas bajas, favorecen la descarga de los pequeños acuíferos locales. Ofrecen, así mismo, un sustrato apropiado para el cultivo, generalmente de cereal y de forrajeras de secano. 

Un territorio frío

El término de Monteagudo del Castillo tiene una temperatura media anual inferiores a 10 ºC, con mínimas muy bajas, unas máximas algo moderadas para un clima continental, por efecto de la altitud. La amplitud térmica es muy acusada, la propia de un régimen térmico mediterráneo continental, y se debe a las rigurosas temperaturas invernales.

Precipitaciones escasas, irregulares y tormentosas

Para la altitud de este territorio las precipitaciones son poco abundantes (435 mm de media anual). Se reparten de forma equilibrada a lo largo del año, siendo ligeramente más lluviosos el verano y el otoño que el invierno y la primavera.

A pesar de encontrarse a sotavento de la sierra de Gúdar, los temporales de Levante son las situaciones atmosféricas que aportan la mayor parte de las precipitaciones. Casi igual de importantes son las recogidas durante los episodios convectivos asociados a los meses cálidos. De hecho, estas montañas son el segundo polo de tormentosidad de la península Ibérica y el primero en tormentas muy violentas.

Las aguas de escorrentía, entre el riesgo y el recurso

En Monteagudo concurren unas circunstancias que favorecen la escorrentía superficial y que reducen la infiltración hídrica: rocas impermeables (margas), pendientes acusadas y torrencialidad notable. La actividad agraria se ha basado en el cultivo del cereal y en la producción de pasto. Las aguas de avenida de las tormentas estivales son un riesgo para el cereal, pero al mismo tiempo un recurso hídrico que ha permitido para mantener verdes los prados en el periodo de máximo déficit hídrico en un territorio de notable sequedad.

Controlar la erosión

En las zonas de mayor pendiente la construcción de bancales con muros de piedra seca o con taludes fijados por matorral favorece la infiltración y reduce la escorrentía.

En los casos de lluvias torrenciales y en terrenos con rocas blandas se hace necesario crear acequias que desempeñan diferentes tipos de funciones. Unas interceptan y concentran la escorrentía (recolectoras), otras encauzan hacia la red principal la escorrentía de las parcelas y la concentrada (evacuadoras) y unas últimas otras derivan el agua ya concentrada hacia lugares en los que pueda ser aprovechada (derivación).

Otro tipo de intervención protectora es modificar la red hidrográfica y se consigue mediante el desplazamiento del curso natural del agua, el diseño de trazados rectos y la excavación de zanjas de drenaje.

Aprovechar la arroyada

En este territorio de lluvias invernales escasas el riego de los prados de siega con la escorrentía conducida mediante acequias de las tormentas estivales permite aumentar la producción de hierba y la cabaña de vacuno en un ombroclima que se acerca a lo semiárido.

Es un riego pasivo muy eficiente que se produce justo el momento de mayor calor y de mayor crecimiento vegetal. Son los derrames. Estas parcelas suelen cerrarse con piedra seca y seto arbustivo.

Algunas acequias de derivación o cauces lateralizados conducen su caudal hasta balsas. El agua podía ser aprovechada para abrevar o para regar pequeños huertos si se encuentran cerca de algún manantial.

En parcelas propensas al encharcamiento en las zonas más bajas se creaban caños, zanjas rellenas de piedras gruesas y se cubrían para drenar el campo y cultivar la superficie. En la salida del caño, el agua se podía acumular en una balsa, regar un prado o servir como una fuente.

Bibliografía:

Pérez-Cueva, A.J. y Fansa G. (2021). Gestión tradicional de la escorrentía de tormentas para riego de prados en Monteagudo del Castillo (Teruel). Geographycalia nº 73, 273-294.